Colaboración
de José Martínez y Paco Pérez
Capítulo
III
Hace
ya algún tiempo que venimos plasmando en nuestras colaboraciones, los
villargordeños que estamos locos por la forma de vida de nuestro pueblo, las
cosillas que nos hacen tener ese mono cuando estamos fuera y quiero invitar a
quienes también lo estén a participar. Para hacerlo voy a tomar prestada unas
palabras de Juanito “El orovivo”:
-
¡¡¡No seáis tímidos…
Yo
le añado estas otras:
-
…y publicar vuestras vivencias!!!
La
grandeza de nuestro pueblo no está en sus monumentos o en sus edificios con
pasado histórico pero sí está en dónde he reflejado antes, en la belleza de
ciertos parajes, en su gastronomía, en lo tranquilos que vivimos aquí al no
tener que tomar el metro como en las grandes urbes nacionales o el tranvía en
Jaén, lo cerquita que estamos de la capital para ir al mercadillo los jueves en
autobús… ¿Habéis pensado en estas
cosillas que parecen tonterías?
Si
no estáis seguros de su importancia preguntáis a Ramiro y a Jorge Aguilera
Tejero el por qué vienen casi todos los días, desde Jaén, a tomar el café en
Villargordo.
¿Podrían disfrutar allí de los animales
como lo hacen aquí?
Lo
que tal vez no hayamos valorado, algunos villargordeños, es que tenemos una
situación geográfica privilegiada al estar nuestro término municipal escoltado
por dos ríos: el Guadalquivir a unos
2 kilómetros y el Guadalbullón a 6.
Estas dos corrientes de agua han propiciado a muchos lugareños el poder obtener
más rendimiento en los productos agrícolas de sus propiedades agrarias. El
primero nos propició, allá por los años setenta, que Villargordo pudiera tener
agua potable y, unos años más tarde, que se construyeran varias charcas para
poder aprovechar sus aguas y así regar con ellas nuestros olivares…
¿Tenemos el mismo poder adquisitivo que
antes de construirlas? ¿No ha tenido
nada que ver el Guadalquivir en este bienestar? ¿El valor de una oliva de riego es igual que otra de secano? ¿Rinden éstas ahora lo mismo que cuando sólo
eran regadas con el agua del cielo? ¿Se
genera ahora por el riego más trabajo o menos?
Si
algunos piensan que el Guadalbullón es
un río de medio pelo y que no ha influido en nuestro bienestar les digo que son
jóvenes o que el alemán les está haciendo daño. Lo afirmo porque los mayores
sabemos que muchas familias, antes más y ahora tal vez menos, han tenido
huertas en su ribera.
Hay
una pista muy comprobable para los incrédulos: [Tenemos una calle que se llama “La huertas” y su continuidad es el
“Caminos de las huertas”.].
Por
lo anterior, aprovecho la ocasión para decirles, tal vez un poco tarde, al Guadalquivir y al Guadalbullón…
¡¡¡Gracias por todo lo que nos habéis dado y
nos regaláis!!!
Pepe,
el más joven de los colaboradores, ha sabido valorar pronto esas cosas buenas y
sus bellezas, las ha plasmado en este bello canto y se las ha dedicado a
nuestras aguas fluviales:
GUADALQUIVIR IV
Quisiera ser policromía de tus orillas,
agua de tu agua para siempre viajar
entre la nieve, el naranjo, las olivas,
los pinos y los trigales que han de sembrar.
Para recoger celestes las flores sencillas,
sueños acumulados, cuando te veo pasar.
Por esta tierra sultana y mora que acaricias,
viajando obediente hacia tu madre, la mar.
Dibujas melodías de pájaros y agua,
entre pinzones, carboneros y jilgueros.
Te vistes con la zarza, el álamo y la parra.
Cuando la lluvia gotea sobre el chopo.
Cuando la lluvia te desviste de pronto,
grandioso y sonoro como todos los versos.
Ahora
les voy a regalar un viaje de placer por los lugares que bordean a ambas
corrientes de agua. Comenzaremos visitando los parajes del GUADALQUIVIR:
Una
tarde estaba tomando café, propuse a José
Carlos hacer un viaje hasta los aledaños del GUADALBULLÓN y este fue el resultado obtenido:
Como
despida de los capítulos dedicados a nuestros ríos, una reflexión: [Procuremos no
dejar para el ocaso de nuestras vidas el disfrute de las cosas bellas de
nuestro pueblo, de las relaciones
sociales y, sobre todo, de lo más importante… ¡¡¡Dios y la familia!!!].
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