Colaboración de José Martínez Ramírez
Como me voy haciendo
mayor quiero dejar constancia de las putadas que mis más íntimos enemigos me
han hecho padecer a lo largo de mi vida, lean y juzguen ustedes mismos…
RASPIN
Esa
noche no me apetecía salir,
el
caso es que me subieron a un coche
y,
en la feria de Linares, fingí
para
no ser blanco de mil reproches.
Mi
querido y amado primo Raspín,
cual
ciervo del “Valle de los Pedroches”,
ocurrente,
simpático y muy feliz;
saltaba
y reía joven, tomando licores.
A
los ibéricos le siguieron, sin freír,
mariscos
que consumían los autores
de
esa noche en la que, dormir
fue
imposible por los temores.
El
caso es que, tras mucho consumir,
nos
dijo que nos fuésemos a los coches
que
en su cumpleaños no iba a medir
ni
escatimar, dineros ni flores.
La
broma, de cuarenta y cinco mil,
la
pagaría de su gusto y sudores.
Tranquilos
nos fuimos de allí,
cantando
a la noche como tenores.
Encantado
de la vida y de vivir
llegó
el artista corriendo al coche
y
nosotros, ignorantes de delinquir,
seguíamos
cantando dulce folklore.
Tres
camareros corrían sin admitir,
la
putada del insurrecto con cantores,
cada
uno con un palo para fundir,
en
el lomo de los listos huidores.
El
coche arrancó y pude advertir
que
mi corazón no verá celadores,
en
muchos años. Sudaba Raspín
y,
en el “pilar redondo”, los pastores.
A
la oveja descarriada sin definir
en
sus aguas con ganas y rencores,
con
nuestras manos y sin desvestir
metimos,
mientras gritaba… ¡Traidores!
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