EL “AÑO VIEJO”
de 1984
EN
VILLARGORDO de JAÉN
Colaboración de Paco Pérez
En el año 1984 no pudimos participar en la movida
noche de “Año Viejo” porque unos
días antes, el 27 de diciembre, murió la abuela de Mari, María Juliana.
Ese año, la pandilla había decidió reunirse en el
bajo comercial que los amigos Paco Gómez Marfil “Porroncho” y Maruja García
tenían en su domicilio, estaba y está situado el inmueble en la calle Benjumea.
Se cambió el lugar de convivencia porque tras unos
años de celebración en los bares nos cansamos de tener que comer con prisas para
llegar a las campanadas frente al reloj, nos apetecía cambiar el paso y de ahí
que se retornara a las viejas costumbres. En este viejo modelo los preparativos
y los trabajos necesarios para que todo estuviera a punto esa noche corrían a
cargo de los participantes.
El ritual consistía en que unas cuantas noches antes
recorríamos las calles del pueblo los de siempre: Alonso Jiménez, los hermanos Diego
y Paco Lerma y yo. El objetivo era visitar a los ovejeros del pueblo para
comprarles los borregos acordados, a este grupo le llamábamos “intendencia” porque teníamos la misión
de procurar que nadie muriera esa noche de hambre. Esa palabra nos venía de la jerga que habíamos aprendido unos cuantos
años antes durante nuestra etapa como soldados de reemplazo. La responsabilidad
de comprar los animales recaía normalmente en Alonso y Pérez. Los hermanos
Lerma eran los encargados de matarlos y trocearlos. Miguel Navarro “El zurdo”
traía el vino de Bailén en garrafas de 16 litros y daba con ellas más viajes
que un aguador. La verdad, durante esas actuaciones nos lo pasábamos muy bien y
no nos quejábamos, sabíamos que si queríamos juerga había que hacerlo así.
Sebastián García Moral “Galgo Viejo”
era nuestro gran cocinero de carne a la sartén y media vuelta.
Un año llovió mucho durante ese día en el pueblo y Sebastián,
como pasó mucho calor dándole a la paleta a pesar de que iba vestido de
emperador romano, cuando salimos en desfile por la calle aún seguía
achicharrado y, de pronto, se sentó en un charco grande que había en un agujero
del pavimento para refrescarse. Fue un espectáculo inolvidable el verlo echarse
el agua por el cuerpo con las manos.
Debido a nuestra no presencia en esa noche y a los
treinta años que nos separan de aquella fiesta las vivencias que tuvieron no
las conocemos y por eso me limitaré este año a publicar las fotos que nos
regalaron los participantes.
¡¡¡Viajemos al pasado!!!
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