Colaboración de Paco Pérez
La
FE es esencial para el cristiano,
sin ella poco podemos avanzar o hacer. Se nos dijo que tenerla es “creer en aquello que no vemos”… ¿Tenemos una idea clara de lo que es
realmente?
El
“ciego” es un ejemplo perfecto para
comprender lo que es la verdadera FE porque creyó en Jesús de verdad, sin ver físicamente
los portentos que hacía; porque sufriendo la marginación de la sociedad de su
tiempo acude a Él; porque no le reprochó, como hacemos los hombres de nuestro
tiempo, las adversidades que padecemos y porque no le importó abandonar lo
único que tenía para ir a su encuentro, el manto que usaba para cubrirse y
recibir las ayudas de los que pasaban.
Los
hombres de entonces que no eran ciegos, sí tuvieron la oportunidad de ver lo que Jesús
hacía y de escuchar sus mensajes durante los tres años de vida pública pero no
todos le respondieron empujados por la misma fuerza que levantó al “ciego” del suelo. Esta realidad me dice
que la definición de FE es válida para quienes no conocieron a Jesús en su
tiempo pero no para quienes caminaron junto a ÉL y, a pesar de ello, le
fallaron. El “ciego” no veía
físicamente pero interiormente sí, confió
en Jesús y lo premió. Los apóstoles no
eran invidentes, caminaron a diario junto a Él, escucharon sus enseñanzas,
fueron testigos directos de todo lo que decía y hacía y, a pesar de ello,
fueron más ciegos que el “ciego”
porque tardaron en ver la grandeza de su mensaje y de su poder más que él.
Nuestra
FE en Jesús se pone a prueba cada día y, la mayoría, no solemos darle la
respuesta adecuada ante las pruebas que la vida nos presenta, lo hacemos como
lo apóstoles.
¿Cuál es el motivo de nuestras dificultades
en el campo de la FE?
Las
personas estamos demasiado apegadas a “los
placeres de la vida” y, como nos sentimos muy cómodos en los estatus
personales alcanzados, por eso no nos interesa ver la realidad que la Biblia nos muestra sobre la manera de
caminar hacia el “Reino de Dios”.
Sólo nos interesa luchar para no perderlos.
La
“riqueza”, en la mayoría de los
casos, hace al hombre “egoísta” y, por
este sentimiento, convierten al dinero en instrumento de dolor. Si pensáramos
que también puede ser un instrumento benefactor otro gallo nos cantaría. Luego,
nada de lo creado es malo, nosotros somos quienes convertimos los elementos de
la Creación en malos.
¿Estamos agarrados a Jesús como al dinero?
Como
no queremos perderlo pues acudimos a las entidades bancarias para que nos lo
guarden. Cuando elegimos una es porque consideramos que es la mejor y nos
orientamos para guiarnos en la SERIEDAD
de su gestión y en la CONFIANZA que
despierta en las personas que CONOCEN
cómo trabaja.
Para
mí, lo más importante es CONOCER en
profundidad a quien tengo que tratar porque si no lo conozco no podré tener CONFIANZA en lo que me comunica.
¿Seguimos este criterio para conocer a Jesús?
A
Él lo tratamos como a una “oficina
bancaria”, le rezo cuando me sobra tiempo y así mi cuenta de cristiano se
va llenando. Cuando tengo dificultades me acerco hasta la oficina de Dios, le
recuerdo que siempre fui a su entidad a ingresarle oraciones y ahora le
reprocho que me ha dejado abandonado a mi suerte en la crisis económica,
laboral, familiar, de salud… Creo, sinceramente, que nuestro gran error es no CONOCER a Jesús.
Como
los cristianos no leemos la Biblia pues
es difícil conocerlo, aunque leerla no nos garantiza la FE, los apóstoles estaban a su lado y tardaron en tenerla. No
obstante, considero que peor será desconocerla porque las tentaciones no nos
dejan en paz las veinticuatro horas del día y nuestra fuerza para luchar contra
ellas la obtendremos ahí, donde está Él.
Jesús
fue un hombre, con la problemática de todos los hombres, que se fue mostrando
suavemente antes de ser bautizado por Juan en el Jordán; que debido a su
comportamiento normal no fue visto como lo que era, aunque los asombrara con
sus palabras siendo un niño; que después de este hecho en el río ya comenzó a
manifestarse de manera total y que desde entonces ya sí fueron tomadas en
consideración sus palabras y obras para perseguirlo y condenarlo pero no para
poner en marcha sus propuestas.
En
nuestros días, Jesús sigue siendo un gran incomprendido para el hombre porque seguimos sin conocerlo y de ahí nuestro
comportamiento.
En
la desgracia, lo que ocurrió al
pueblo de Dios al ser desterrado está el ejemplo, el hombre que tiene FE busca a Dios, no le increpa ni le rechaza, le
pide perdón por sus errores, no se
impacienta por la situación que atraviesa y le ruega que le ayude.
Dios
siempre encuentra el camino para comunicar a su pueblo lo que debe hacer y,
cuando éste supera la prueba, el AMOR del Padre actúa y lo coloca donde
realmente le corresponde.
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