Colaboración de Paco Pérez
En tiempos de Jesús, en Palestina, la sociedad
estaba estructurada alrededor de la familia y el padre era el jefe de su
estirpe; por ello tenía el derecho de disponer, dar órdenes, castigar y de actuar
como sacerdote en las oraciones y como maestro.
La mujer, por el contrario, no participaba en
nada decisorio; salía de su casa con la cabeza cubierta con el velo para no
faltar a las costumbres y si no lo hacía así el marido podía divorciarse; no
podía saludar en la calle y su habitación no tenía ventana. Sólo podía
mostrarse con la cabeza descubierta el día de su boda.
Se prohibía al hombre encontrarse a solas con
una mujer y mirar a las casadas. Las jóvenes, antes de su matrimonio, no podían
salir de casa y dentro de ella tenían también unas limitaciones.
Eran honradas como madres y se las consideraba
como tal bajo el amparo del cuarto
mandamiento: [Honra a tu padre y a tu
madre].
La esterilidad se consideraba como una
vergüenza que imponía Dios a la mujer y por eso el pensamiento judío las apartaba
y menospreciaba. Como ejemplos de ello están: Para el culto del templo había un
atrio sólo para las mujeres y en las sinagogas también había una galería para
ellas.
Los hombres consideraban que ellas tenían pocas
entendederas y que por ello no podían ser educadas, las dejaban exentas de algunas
obligaciones pero sí quedaban obligadas a cumplir todas las prohibiciones de la
ley.
Se ve claramente que tenían un concepto de la
mujer muy bajo, tanto, que las consideraban como un ser esencialmente sexual
que busca seducir al hombre… ¡¡¡Una barbaridad!!!
El origen de esta forma de comportamiento hay
que buscarlo en los preceptos que el judaísmo enseñaba, por ejemplo, lo “puro” y lo “impuro”. Como la menstruación era considerada “impura” pues la mujer vivía por ello en un estado casi permanente
de impureza. Por el parto la tenían
cuarenta días impura si era un varón y ochenta si era hembra.
La vida de una mujer cobraba sentido porque se
orientaba hacia el matrimonio en razón de la descendencia. Las niñas a los doce
años o doce y medio y los varones entre los dieciocho y los veinticuatro.
La mujer casada ayudaba a su marido en la
profesión: como vendedora o en el campo, nunca debía estar sola en él.
La situación de la mujer en la casa paterna era
de total discriminación pues si tenían que entrar en una dependencia ellas lo
hacían después de los niños; las educaban para los trabajos domésticos de
cocinar, coser, tejer y cuidar de los hermanos menores. Al padre, cuando fuera
anciano, debían de alimentarlo; ayudarle a caminar y lavarle la cara, los pies
y las manos.
Las obligaciones hacia ellos sí se equiparaban
con las de los hermanos pero cuando había que repartir la herencia ya no había
igualdad pues ellas ya no tenían el mismo derecho que ellos.
Hasta que se casaban, los padres ejercían la “patria potestad” sobre las niñas, le
buscaban el novio… A los doce años ya tenían hacia ellas alguna consideración
pero su marido no lo podían elegir, ni casarse, sin el consentimiento del padre.
Cuando se casaba la dote recibida pasaba al padre y ella pasaba de ser
propiedad del padre a serlo del marido, es decir, continuaba siendo un cero a
la izquierda pues el varón concebía el matrimonio únicamente como el medio de
asegurarse una descendencia y a la mujer como un instrumento necesario para
tenerla.
Cuando las cosas se hacen mal se generan unas
consecuencias posteriores, la situación de marginación a que fue sometida la
mujer en la sociedad judía es un ejemplo y, a mi entender, fue el fruto de dos errores:
1º.- La interpretación humana que el hombre
hace del Génesis. Lo que se desprende de ese relato, yo lo entiendo así, es que
ella acompañe al hombre para que no esté solo pero no que sea su esclava.
El judaísmo lo interpretó a su manera, que ella
fuera el animal de carga que la familia tendría, que el hombre sería el ser
superior en ella con derecho a todos los bienes y que ellas no recibirían nada.
2º.- Moisés les permitió el repudio y las dejó
indefensas.
Las personas nacemos en igualdad de
condiciones, hombres y mujeres, pero esas dos decisiones rompieron esa igualdad.
Sobre lo anterior, Jesús respondió a la
pregunta de los fariseos sin miedo y les aclaró que Moisés, agobiado por la
terquedad del pueblo, no respetó la ley que Dios estableció para el matrimonio:
[Cuando un hombre y una mujer se unen en
matrimonio ya es para siempre y éste no se puede romper de manera unilateral
por ella o por él.].
Las palabras de Jesús no se podían entender
porque siempre iban llenas de la verdad y los fariseos lo que buscaban eran
pillarlo en sus respuestas.
Los discípulos tampoco lo entendía bien y, como
no querían que lo molestaran los niños, Él los desarmó poniéndoles de ejemplo
pues su inocencia y ausencia de prejuicios es lo que necesitamos para entrar en
el Reino.
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