Colaboración de Paco Pérez
Jesús siempre estuvo con los marginados, los
pobres todavía lo están, y de ahí que el mensaje
de las “bienaventuranzas”, tal vez, fuera
una forma de anunciar a los pobres que Dios conoce su sufrimiento y que deben
confiar en Él mientras estén en esta vida porque les regalará su liberación.
No hay
que entenderlas como
una relación de normas para regular la conducta del hombre y
tampoco como una fórmula de consuelo
que nos permita esperar la llegada del más allá. De hacerlo así estaríamos
dando por hecho que el “Reino de Dios”
que Jesús anunció es equivalente al “Reino
de los Cielos” en la otra vida.
Sí tenemos que
mirarlas como una buena noticia para los pobres, aquellos que siempre resultan
perjudicados con las acciones que se derivan de la maldad que aplican los otros
hombres al prójimo. Si Jesús llamó dichosos
a los pobres y les dijo que se alegraran
fue porque iban a dejar de serlo pues llegaba la justicia, Él la enseñaba y
sólo faltaba aplicarla.
Las “bienaventuranzas”,
también eran conocidas como “macarismos”,
están presentes en otras culturas y en el AT hay muchos textos que se
corresponden con ellas. A pesar de ello hay que reconocer que en este tema hay solamente
una preocupación en Jesús: [Que sean
felices los pobres.]. En ésta se resumen todas.
Cuando Jesús dijo “felices los pobres…” nos anunciaba que Dios siempre está de su
parte. No les llamó así porque fueran más buenos que los demás sino porque eran
pobres.
En todos los tiempos, el hombre, siempre se ha planteado esta pregunta… ¿Quiénes son, realmente, los pobres de las
bienaventuranzas?
Lucas
habla de “pobres” y Mateo de “pobres de espíritu”. Para mí, lo importante es hacia dónde va
dirigida la preocupación de Jesús y por
qué. Los evangelistas se dirigían a sociedades con unas problemáticas concretas
y por eso cambia el tratamiento que cada uno dirige a ellas. Aunque lo hicieron
de manera diferente los dos, la realidad es que sólo pretendían enseñarles el verdadero
sentido de las palabras de Jesús: [Dios
regala su Reino a los pobres del mundo.].
La pobreza debe ser rechazada, combatida y
eliminada porque no es algo que el hombre elige y sí un sufrimiento que padece
como consecuencia del abuso que unos pocos ejercen sobre una mayoría.
Cuando Jesús les enseñó las bienaventuranzas no dijo:
[Dichosos ustedes, los pobres.]. Lo
que sí dijo fue: [Dichosos nosotros, los
pobres.].
Quienes siguen a Jesús, y en cualquiera de las
formas de la adversidad sufren contratiempos, no olvidarán que éstos deben ser
entendidos en clave bíblica: [Estad
alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.].
Al final de los tiempos, quienes han seguido el
camino que les mostró Jesús y han padecido los abusos derivados de las
injusticias de los poderes egoístas durante ese caminar, haciéndolo con la
dignidad de “hijos de Dios”, serán premiados
y dotados de la vestimenta blanca de la pureza para que sean reconocidos y
diferenciados cuando estén en el Reino
prometido por Jesús y ante el Padre.
Los hombres, por deseo expreso del Padre, tenemos en la Tierra la
condición de “hijos de Dios” y
todavía no se ha manifestado sobre lo que seremos. Cuando estemos ante Él se manifestará al hombre, según se
nos ha dicho, lo veremos tal cual es y entonces comprobaremos que somos “semejantes” a Él.
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