lunes, 2 de noviembre de 2015

LOS SANTOS, LOS DIFUNTOS Y EL COMERCIO

Colaboración de Paco Pérez
Hemos visitado el “Campo Santo” de Nerja, es la primera vez que en estas fechas nos encontramos aquí y decidimos acercarnos hasta él para conocer las costumbres que hay en este pueblo por esta festividad.

Una vez allí hemos comprobado que los modelos son casi idénticos, muchas flores en todos los nichos es la tónica dominante en Villargordo y aquí. La diferencia observada está en el colorido de las lápidas, en nuestro pueblo el mármol negro o gris oscuro son los tonos que hay y el blanco se emplea para los niños, aquí el blanco es mayoría.

Todos sabemos que esta festividad gira en torno a la muerte de los seres queridos y que está programada en una doble jornada: El 1 de noviembre es el día de “Todos los Santos”, en él se reza en los templos por las “personas santas” que fallecieron, y el 2 es el de “Los Difuntos”, establecido para recordar a los familiares que nos dejaron y por ello las actividades religiosas de dicho día se realizan en el cementerio.
Siempre me mostré crítico con esta festividad porque la sociedad nunca le ha dado el verdadero sentido que tiene. Digo esto porque desde que tengo uso de razón las personas, durante unas fechas anteriores, acuden a los cementerios para adecentar los enterramientos de sus seres queridos y en esos días el comercio hace un negocio incalculable a costa de esa tradición sin sentido porque, para mí, es una inmoralidad gastar tanto dinero dentro de sus paredes pues ninguno de los que allí están enterrados huelen el aroma de las flores o ven la belleza de los elementos que adornan sus habitáculos (cruces, lámparas, floreros…).
Doña Ana Cañas, la inolvidable “Anilla la del quiosco”, tenía unas ocurrencias únicas y por eso son dignas de ser recordadas y comunicadas siempre que la ocasión lo requiera, así no se perderán las perlas que nos regaló durante su larga andadura terrenal.
Un día estaba en “el quiosco”, su lugar de trabajo; entró en él la persona de la “compañía de seguros” con la que había acordado contratar una “póliza de decesos” y le dijo:
- Ana, el otro día no hablamos de la tanda en la que quieres tener el “nicho”.
Anilla no se lo pensó dos veces y le respondió con gran inmediatez y su habitual espontaneidad:
- Me da igual, no pienso asomarme.
D. Francisco Bautista, conocido también por sus coetáneos como “Frasco el de la botica”, también nos regaló una escena inolvidable una tarde, cuando había escuela en jornada partida. A la salida, los jóvenes maestros (entonces lo era) nos marchábamos con los mayores a “El Tropezón” para tomar café. Fueron unas reuniones inolvidables aquellas, todos aportábamos alguna gracieta que otra en la reunión pero las de D. Francisco siempre eran inigualables.
Una tarde, cuando el clima de la reunión cafetera estaba con el puntillo cómico habitual, se acercó hasta nosotros el genial Tomás El minico” y, como siempre, llevaba sujetado con el brazo izquierdo un archivador de fichas de clientes. Una vez integrado en la reunión su chistes reforzaron el ambientazo pero nadie sospechó nada sobre cuál era el verdadero motivo de su presencia allí hasta que Tomás, en el momento que él consideró adecuado, le dijo a D. Francisco:
- D. Francisco.
Éste no le respondió y siguió con sus cosas pero cuando Tomás repitió la escena varias veces entonces fue cuando comprendimos que buscaba algo allí, resultó que era hacerle a D. Francisco el seguro de “los muertos” y que éste no quería. Todo quedó aclarado cuando le dijo:
- ¡¡¡Que nooo “Minico”, que nooo quiero el seguro!!!
D. Francisco, le interesa mucho.
- ¿Qué negocio haría yo haciéndomelo para engañar a la compañía? ¡¡¡Morirme al día siguiente de firmar la póliza!!!
Pues va a resultar que no. Cuando me muera, que me entierren si quieren y, si no, que me dejen por aquí dando vueltas.
Los pensamientos escritos por las celebridades se publican en los libros, en páginas de Internet y, ahora, hasta los imprimen en las bolsitas de azúcar que se nos sirven en las cafeterías, junto a la taza de café, para endulzarlo.
Si Anilla y D. Francisco hubieran sido personajes notorios sus reflexiones espontáneas sobre “la muerte” y “los negocios que ésta genera” serían muy conocidas a gran escala pero la realidad es que sólo las conocemos un reducido grupo de villargordeños.
La forma que tiene el pueblo de participar en la festividad que acaba hoy es confusa, nadie se ha preocupado de corregir y se sigue haciendo ajustados al guión de la tradición y no al de la sensatez.
No comprendo cómo el día 1, al atardecer, acude un gentío enorme y por ello no se puede dar un paso en el recinto del Cementerio y cómo la iluminación, con la infinidad de luces que se encienden este día, parece un ascua. El día 2 ya es todo normal y sólo acuden unos cuantos, los de siempre, a la misa y a los responsos que la parroquia programa en el Cementerio y la iluminación ya queda limitada a las luminarias que no se han consumido… ¿Por qué este proceder si el único sentido de las fiestas debería ser el de reunirnos el día 2 junto a ellos para pedirle a Dios por sus almas?
Con el paso de los años se va perdiendo, poco a poco y cada vez más, el carácter religioso que tienen estos días y por eso creo que desaparecerán totalmente para dar paso a las celebraciones que tienen un marcado cariz pagano, la noche de Halloween. Mientras las personas de nuestras generaciones estén por aquí dando vueltas, estos dos días seguirán con la misma fuerza pero ya no faltan muchos años para que dejen de acudir a los cementerios los jóvenes. Ellos pasarán de esta tradición porque, cuando llegue ese momento, en el calendario se resaltará el día 31 de octubre, fiesta de Halloween, y las fechas del 1 y 2 de noviembre pasarán a la historia.
Opino así porque las generaciones venideras estarán dispuestas para ir a las discotecas para divertirse en esa fiesta aberrante, disfrazados de cualquier cosa menos de personas y nadie se acordará de acudir a los lugares mencionados para rezarle a los padres, hermanos, esposas o a llevarles flores, porque serán prácticos y, para evitar las viejas costumbres, los incinerarán. Por eso no habrá que preocuparse de las lápidas, nichos, flores, luces, adornos, limpiezas, visitas… Preferirán gastarse los euros que generan esas atenciones en “combinados fresquitos” o en “comida rápida” para salir del paso en esas noches festivas.
Digo esto porque ayer conocimos un ejemplo que se corresponde con la realidad futura que acabo de exponer y por él intuyo que puede darse. Antes de entrar en el cementerio nos encontramos con unos amigos mayores que venían de atender las bóvedas de sus dos jóvenes hijas, fallecidas hace unos años. Su pena era doble porque sufrieron con los recuerdos vividos mientras estuvieron en el recinto y porque comprobaron que ni los hijos de ellas y sus viudos se habían preocupado de adecentarles los nichos. Venían muy cabreados con lo vivido un poco antes, creemos que por eso nos dijo Irene:
- Si no venimos, los nichos no se hubieran limpiado y no hubieran tenido ni una flor.
Contaron esta realidad después de los saludos. Seguimos hablando de diversos temas y Andrés nos preguntó por las razones de nuestra presencia en Nerja fuera de las fechas veraniegas. Les comentamos que ahora había en nuestra familia una razón que nos lo propiciaba, que la madre de Mari estaba todos los años en casa durante seis meses y que al morir ya sí podíamos venirnos. También les comentamos que aquí vivíamos más relajados y tranquilos.
Cuando Andrés escuchó nuestras últimas razones nos regaló este dicho, muy popular aquí:
- Los trapos viejos y los hijos, pocos y muy lejos.
Al separarnos, por estas dos frases, comprendimos el estado de ánimo que llevaban.
Si profundizamos en el tema, sin rutinas, comprenderemos que las figuras de Anilla y D. Francisco se adelantaron a su tiempo porque comprendieron que la muerte hay que tomarla con desenfado y que no tenemos que entrarle al comercio en su juego.
En Nerja este comercio se traslada hasta las mismas puertas del Cementerio y una cofradía monta allí su mercadillo, algo que todavía no ha llegado hasta Villargordo.


La casualidad hizo que descubriera, recorriendo el recinto, un hecho curiosísimo: [Un difunto ha dejado patente su amor profundo y eterno al Real Madrid y por eso, como debió ser muy grande ese sentimiento, le han grabado en la lápida el escudo.].
Una buena reflexión sobre la temática se contempla en el poema “No estoy ahí”, escrito por Mary Elizabeth Frye en 1932:
No te acerques a mi tumba sollozando.
No estoy allí. No duermo ahí.
Soy como mil vientos soplando.
Soy como un diamante en la nieve brillando.
Soy la luz del sol sobre el grano dorado.
Soy la lluvia gentil del otoño esperado
cuando despiertas en la tranquila mañana.
Soy la bandada de pájaros que trina.
Soy también las estrellas que titilan,
mientras cae la noche en tu ventana.
Por eso, no te acerques a mi tumba sollozando.
No estoy allí. Yo no morí.



















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