Colaboración de Paco Pérez
El
Adviento es un periodo temporal que se instauró con el deseo de que los
cristianos se fueran preparando para
celebrar el nacimiento de Jesús.
¿Qué hacemos, realmente, en nuestro ámbito
familiar y parroquial durante el Adviento?
Si
somos sinceros reconoceremos que en el ámbito
familiar hacemos poco o muy poco. Procedemos así porque la formación que tenemos la
hemos recibido de nuestros mayores y ellos de los suyos… Lo que aprendimos lleva
el sello de ellos, nadie se preocupó con seriedad de cambiarnos el paso y por
eso, ahora, no se le puede pedir al olmo que dé peras. Nos limitamos, la
mayoría, a la visita semanal al templo y allí es donde escuchamos los mensajes que
intentan enderezarnos el rumbo, ahora girando sobre el Adviento. Se nos
despertará durante estas semanas, en los templos, la tradición navideña y, cuando
regresemos a casa, nos encaminaremos a la dependencia donde guardamos los
trastes de poco uso y lo haremos con la intención de recuperar la caja donde están
guardadas las figuras del “belén”, localizadas las llevaremos al salón. Durante
el montaje disfrutaremos y trataremos de que no le falte ningún detalle.
¿Hacemos algo más en nuestro ámbito de
comunidad cristiana para dar verdadero sentido al tiempo de Adviento?
Que
cada uno se dé, en su interior, la respuesta y que entonces decida qué debe hacer, partiendo de lo que
hace, para modificar su conducta cristiana.
Como
ayuda para caminar hacia el “belén” debemos saber que conseguiremos algo
positivo mirando al pasado, así
conoceremos qué aconteció y que eso nos llevó hasta donde estamos; después, apoyados en la experiencia de esos
hechos negativos, ya comprenderemos mejor
los acontecimientos del presente y
entonces, conocedores de esas realidades, será el momento de mirar hacia el futuro.
Si
lo hacemos apoyados en lo aprendido entonces estaremos caminando de manera
correcta y habrá posibilidades de enderezar el rumbo perdido. Si seguimos
caminando indolentes, anclados en la tradición, sin profundizar en la verdad y
sin comprometernos a nada, entonces, el presente
no se remeditará y dejaremos a las nuevas generaciones un futuro cargado de rutinas que será peor que el presente que ahora tenemos.
En
nuestros días el pueblo vive angustiado con la crisis de familia, de valores, de
inseguridad ciudadana, de la economía… Por todo esto vive agobiado desde ya
bastante tiempo pero no mira al pasado para tomar la referencia histórica del
pueblo de Dios, si lo hiciera se encontraría con la realidad de que también
vivió momentos complicados. De hacerlo, aprenderíamos que confiaron en Dios y no les
faltó la esperanza; al final le
desaparecieron los problemas y la normalidad se restauró. No obstante, se
olvidaron de lo recibido y no miraron hacia atrás, no rectificaron el rumbo y
se le volvieron a repetir las vivencias de dolor que padecieron en otros
tiempos.
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