sábado, 21 de noviembre de 2015

EL REINO DE DIOS

Colaboración de Paco Pérez
Desde que Dios alojó al hombre en el mundo éste ha padecido y ese dolor debemos analizarlo, desde nuestra humanidad, husmeando en el origen del problema y conociendo qué se ha hecho para solucionarlo.
El pueblo de Dios mantuvo con Él unas relaciones de rebeldía e incumplimiento de las normas y de ahí los problemas que le sobrevinieron. Cuando las cumplían el Padre los protegía y si el grado de su maldad se elevaba hasta unos niveles intolerables entonces les daba la espalda y permitía que sus errores les hicieran sufrir. Un ejemplo de esa dinámica está en las derrotas militares que tuvieron ante los pueblos beligerantes que los invadían y la consiguiente deportación a otros lugares.

A pesar de estas situaciones el pueblo siempre mantuvo la fe en Dios, confiaban en su perdón y en que les ayudaría a recuperar su libertad. Estos sentimientos eran alimentados por los profetas que también sufrieron la deportación, ellos se encargaban de que el pueblo no perdiera la esperanza.
Daniel les anticipó, después de tener una visión, la venida futura de Jesús; su doble condición, humana y divina; que traería un mensaje universal y qué modelo de reino sería el suyo, eterno.
Por ello, el pueblo esperaba la venida del Mesías y sabía que tendría la condición de Rey. Por esa razón, cuando lo llevan ante Pilato, éste da por hecho que lo es y, cuando  lo hizo, utilizó un tono interrogativo que precisaba de una confirmación o de una negación. Jesús le confirma su condición de Rey y le da los detalles de su Reino.
La acusación que los líderes religiosos le hacen ante la autoridad política se sustentaba en que predicó un modelo de reino no convencional. No lo entendieron porque quienes ostentaban el poder religioso imponían unas prácticas que no cuadraban con sus enseñanzas, por eso se escandalizaron y lo acusaron.
Si nos fijamos bien quedaremos sorprendidos por cómo se comporta una clase religiosa que espera la venida de un Mesías y, a la hora de la verdad, no lo reconoce. Él les predicó el Reino y ellos lo acusan ante quienes los oprimían, los romanos. Es un comportamiento disparatado pero, cuando el hombre se ofusca, ya no repara en nada y si tiene que aliarse con los enemigos lo hace.
Jesús, cuando les predicaba el “Reino de Dios”, sólo pretendía que el hombre tuviera una vida más digna y no el darle más normas morales de las que ya le imponía el judaísmo. Él proponía, para todos, un cambio interior que nos permitiera conocer cómo era el Padre, qué nos pedía Él a cambio y cómo sería el mundo y la vida si todos actuábamos como Él nos enseñaba.
Hay que precisar que, aunque les habló con insistencia del “Reino de Dios”, la verdad es que no les relató en qué consistía y ellos lo que hicieron fue intuir que les hablaba de su venida, lo que les transmitía un hilo de esperanza.
Desde niños, el pueblo era educado en la creencia de un Dios grande, el rey de Israel que los había sacado de la esclavitud de Egipto y los había conducido hasta la tierra prometida. Por estas razones lo veían como un “liberador”, un “pastor” y un “padre”.
En agradecimiento por lo que les había ayudado comenzaron a llamarle “rey”. En su momento, los reyes no respondieron a las esperanzas despertadas en el pueblo, los profetas les protestaban pero ellos hacían entonces como hoy hacen los políticos que nos gobiernan: [Favorecer a los que más tienen y explotar a los pobres.].
En aquellos años, las injusticias llevaron a Israel al desastre y, aunque han pasado muchos años, la historia se repite de manera periódica. La crisis actual de la humanidad es fiel reflejo del pasado y demuestra que nunca aprendemos de él.
Jesús les dijo: [El reino de Dios ya ha llegado.]. Este anuncio les impactó porque Israel estaba oprimido por los romanos, los campesinos por los ricos y, en el conjunto social, imperaba la corrupción y la injusticia.
Ante esta realidad que los ofusca Él les dice:[El reino de
Dios está dentro de vosotros.]. Lo hace para que comprendan que la fe es una fuerza liberadora que está en medio de los hombres y que por ello todos pueden hacerla suya.
La esencia del “Reino de Dios” es: [Vivir con dignidad.]
No obstante, a las personas no se les ofrecía desde el templo o desde el poder político un trato digno que les hiciera albergar la esperanza de mejorarla algún día. Jesús, conocedor de lo que ocurría, se compadeció de ellos y les mostró la bondad y la misericordia del Padre para que pudieran construir, ajustados a sus normas, una sociedad con una convivencia más justa y solidaria.
Si Dios es el “defensor de los pobres” es porque necesitan ser protegidos de la maldad de quienes desean seguir acumulando
riquezas a costa de ellos.
Cuando Jesús les hablaba establecía la esencia del sentido del “Reino de Dios” y lo hacía así: [Es algo que está presente y al mismo tiempo está por llegar: la desaparición del mal, de la

injusticia y de la muerte.]. 





No hay comentarios:

Publicar un comentario