Colaboración de Paco Pérez
Los
hombres caminamos a diario quemando las distintas etapas de nuestra vida pero
no siempre lo hacemos igual, unas veces vamos con rumbo preciso y en otras
totalmente desorientados. En el plano religioso nos ocurre igual, unos pocos lo
hacen orientados por la luz de la fe y la mayoría profundizando muy poco o nada
en el mensaje de Jesús, por esta razón nos pasamos la vida dando palos de ciego
y sin saber por dónde vamos, así es como intentamos llegar al punto de destino.
Moisés, un
día,
abandonó Egipto de manera precipitada, caminó desorientado y llegó a un lugar desconocido
muy extenuado. Lo atendieron y allí fue donde encontró lo que realmente da sentido
a nuestra vida: Dios, familia y trabajo.
Él
no conocía a Dios y lo encontró mientras trabajaba pastoreando, estaba en total
soledad… ¿Por qué ocurrió así?
Siempre
es Dios quien nos escoge para poner en marcha sus proyectos y lo hace después
de que le hayamos dado muestras positivas de cómo nos comportamos con los demás.
Moisés, teniendo la oportunidad de
ser Faraón en Egipto, cuando descubrió sus orígenes y se puso de parte de ellos
porque sufrían, tuvo que huir de allí precipitadamente.
Con
el paso de los años descubrió quién era Dios porque Él le salió al encuentro y
le habló. Ese diálogo fue para él un momento importantísimo porque pasó de una
existencia intrascendente, cuidador de
ganado, a otra totalmente diferente, guía
de un pueblo.
Estos
cambios tan radicales que le ocurren
al hombre tienen lugar cuando éste encuentra el camino que da verdadero sentido
a su vida, lo que no tenía antes. Tenemos que procurar llegar a esta situación.
Dios,
con su amor de Padre, le expuso lo que iba a hacer con las gentes de su pueblo
para así acabar con los sufrimientos que padecían. Lo que hizo con los
israelitas fue porque nos escucha siempre que nos dirigimos a Él con verdadero
sentido y, aunque a los hombres nos parezca otra cosa, Él siempre está al lado
del dolor para acabar con la opresión y la injusticia. Por eso eligió a Moisés
y lo envió de vuelta a Egipto para sacarlos. Al recibir el encargo él se sintió
incapaz de poder acabarlo con éxito pero Dios le pidió que confiara en Él y que
nunca temiera nada.
El
tránsito que vivió el pueblo de Israel por el desierto hasta llegar a la “Tierra prometida”, durante cuarenta
años, fue un tiempo de prueba para
las personas que salieron de Egipto. Durante ese tiempo Él supo valorar sus
comportamientos, algunos no respondieron correctamente y por eso no todos
llegaron al lugar de destino, sus
errores los condenaron y murieron allí.
Con
el discurrir de los años Roma conquistó las tierras donde vivía Jesús y sus funcionarios
controlaban los territorios que formaban parte de su Imperio, ellos eran los
representantes del César en los territorios ocupados militarmente. Galilea estuvo gobernada por Herodes y Judea tuvo a Poncio Pilato, desde el año 32 hasta el 36. Vivía en Cesarea pero
se trasladaba con las tropas a Jerusalén mientras duraban las fiestas para
evitar las revueltas del pueblo.
La
clase sacerdotal de Jerusalén era
cómplice del poder de Roma, es decir, de
Pilato. Este hombre era cruel y lo odiaban los
israelitas por sus frecuentes atrocidades: Profanó el santuario en
varias ocasiones y robó el dinero del templo.
El
evangelio de hoy relata una de las muchas barbaridades con las que oprimió al
pueblo, en esta acción murieron muchas personas inocentes en el templo. Después
de aquellos hechos, como la cultura religiosa que les habían inculcado los
sacerdotes estaba sustentada en la creencia de que Dios castigaba al hombre por
sus actos o lo premiaba pues, cuando Pilato cometió su atrocidad, las gentes
que no murieron opinaban que había sido porque eran buena gente, que Dios los
había salvado y que aquellos que murieron fue porque los juzgó y condenó. La
enseñanza recibida por el pueblo fue la que, actuando de juez, sentenciaron y le colocaron a los asesinados la etiqueta
de haberle fallado a Dios y ya dieron por hecho que no habían sido buenos.
Jesús,
aprovechando lo ocurrido y la opinión equivocada del pueblo, nos enseñó: [Los vivos no eran mejores que los muertos.].
De
estas palabras se puede deducir que Dios no actúa castigándonos porque entonces
nadie nos salvaríamos. Por ello, si comprendemos que todos somos pecadores, reconoceremos
que así no podemos seguir y que debemos dar un cambio radical a nuestro
comportamiento.
Los
dirigentes religiosos de aquellos tiempos se aprovechaban de aquella creencia
equivocada del pueblo para llevarlos por donde a ellos les convenía. Por esta
realidad de entonces… ¿Deberemos
hacernos preguntas hoy o es mejor hacer lo que nos dicen sin más?
Todo
cristiano tiene la obligación de tomar la decisión de continuar haciendo lo de
siempre o abrir la Biblia para conocer y comprender cómo actúa el Padre a
través del tiempo y recalar después en el presente agarrados a Jesús porque es
el CAMINO y la VERDAD de la VIDA. Él nos abre los ojos en todas las realidades,
sus enseñanzas nos hacen ver con claridad cómo debemos caminar por la vida y
qué debemos procurar hacer para atravesarla sin errores, así éstos no nos
condenarán.
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