Colaboración de Paco Pérez
Jesús hacía las
cosas de manera sencilla: Viajaba, visitaba a sus amigos, se hospedaba en sus
casas, comían juntos, los instruía… Así los fue educando en el camino de la verdad y debió de convencerlos, con sus palabras
y sus acciones, porque los
verdaderos amigos no le daban la espalda
jamás.
Unos
años después de su muerte, para ejercer la acción misionera, recordaban el comportamiento
que tuvo y sus enseñanzas les inspiraba los consejos que debían dar a los
nuevos misioneros para recorrer el camino de la “Proclamación de la Palabra”: [No
llevar pan, ni alforja, ni dinero; tan sólo un bastón para defenderse de las
fieras o de los salteadores, unas sandalias y una sola túnica.].
El
espíritu cristiano quedó reflejado en estas acciones: Escuchar y guardar la
Palabra, meditar, anunciar, servir y acoger.
En
el A. T. hay pruebas de lo que
hacían aquellos hombres en el campo del ACOGIMIENTO
pero, a pesar de ello, nos empeñamos en no darle relevancia a esta parte de la
Biblia cuando hay una realidad que en ella queda evidente: La actuación de Dios nunca descansa y lo hace adaptándose a los
tiempos y a las personas. Entonces… ¿Por
qué no queremos ver la realidad que nos pone el Señor delante para que
caminemos hacia Él si sabemos que siempre hubo personas que sí tuvieron
sensibilidad suficiente para detectar su presencia?
Hoy
se nos propone el ejemplo de Abrahán
cuando, dejándose guiar por el sentido común y la bondad de sus sentimientos
hacia las personas, nos da una lección sobre cómo debemos acoger a quienes se acercan a nuestras viviendas.
Cuando él cumplió con los visitantes, al despedirse éstos, el Señor le mostró su grandeza en la
persona de su esposa, supongo que fue una forma sencilla de reforzarle sus
sentimientos hacía Él y, con ese regalo, decirle que no los abandonaría.
El
seguimiento de Cristo no es una tarea
sencilla, es una labor sacrificada que acarrea sufrimiento porque, si Jesús
fundó la Iglesia y padeció, los que formamos parte de ella también deberemos
padecer las consecuencias de nuestra militancia debido a que ello nos impone
unas obligaciones que no son sencillas, San
Pablo lo confirma.
Es
necesario que nos acostumbremos a leer y
a escuchar la PALABRA. María (la
hermana de Marta) es el mejor
ejemplo de cómo debemos recibir el MENSAJE y con Abrahán aprendemos cómo debemos acoger a quienes se acercan a nosotros.
Estaremos
preparados para el seguimiento si REFLEXIONAMOS sobre las realidades que se
nos muestran en la historia de nuestras creencias y, además, no nos dejaremos a
un lado las enseñanzas de que acogernos a las rutinas de la tradición nos llevará
a desviarnos del camino cada vez más.
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