Colaboración de Paco Pérez
Ir a predicar el evangelio no es cosa de nuestros días, Jesús puso en
marcha este proyecto cristiano y les dio las normas y los poderes necesarios
para que cumplieran esa difícil misión. En nuestros días, todavía hay personas
que continúan atendiendo el proyecto misionero que Él inició. Hacerlo no está al alcance de cualquiera; se
necesita tener una vocación especial, supongo; será imprescindible para seguir a
Jesús allá donde los manda y no es fácil acudir porque espera una vida cargada de
sacrificios permanentes a quienes deciden formar parte de ese movimiento
humanitario. Hacerlo, también les supone tener que abandonar su casa, la
familia, llevar una vida itinerante y no tener una residencia estable… ¡¡¡Esta decisión es el auténtico seguimiento de Cristo, para mí!!!
Pablo nos enseña hoy que en aquellos días esa labor era también una realidad,
lo hace cuando nos habla de sus visitas a Jerusalén y de que allí no encontraba
a todos los que seguían a Jesús, porque estaban fuera de la ciudad… ¡¡¡Viajando en misión para predicar a las personas y ayudarles!!!
Por esa realidad los doce que siempre acompañaban a Jesús perdieron esa cotidianidad
empujados por la misión evangelizadora. Hay que tener en cuenta que ésta ya no era
practicada sólo por los doce apóstoles, lo hacían muchos más. Hay que aclarar
que en el cristianismo primitivo se llamaba “apóstoles y discípulos del Señor” a todos aquellos
que viajaban como misioneros a otros lugares para divulgar el mensaje del
evangelio.
Después de Jesús, surgió un problema entre los cristianos pues todos los
movimientos grupales que predicaban su mensaje no se guiaban por la misma línea
de interpretación, algunos se radicalizaron demasiado en el mensaje y con la
práctica derivada de él pues propugnaban el desarraigo de la patria, de la
familia, de las posesiones, de la seguridad… En la Biblia hay ejemplos que
ponen de relieve el error de esa radicalidad porque ésta excluye y Jesús predicaba para todos; aunque
Él, cuando hablaba a las gentes, también les decía cosas que podían entenderse
en clave radical pero debemos entenderlo como advertencia de que la vida segura
y cómoda da estabilidad a la persona y no ayuda a recorrer el CAMINO. Por esa
evidencia, Él reconocía que no tenía nada seguro, menos que los pájaros, y por
eso intentaba hacernos comprender que aferrarnos a la seguridad nos alejaría
del testimonio, el comportamiento
que era su estilo de vida.
San Pablo no se andaba con rodeos y les anunció que lo importante del
comportamiento cristiano no está en cumplir la Ley (circuncidarse o no) sino en
desear que la paz y la misericordia de Dios vengan sobre el hombre
para que éste entienda que la glorificación nos viene por los sufrimientos de
la cruz, Cristo los padeció y nosotros debemos acostumbrarnos a cargar con los
nuestros y a no publicarlos en las pantallas.
Vivimos unos momentos históricos complicados y pocas personas se
escaparán de tener alguna cruz. Si viajamos con Isaías al pasado bíblico y tomamos
como referencia los hechos históricos de esplendor que rodearon a Jerusalén, en
los campos de la cultura y la religión; que con las deportaciones quedaron
destruidos y que eso ocasionó a sus gentes una gran desazón pues pasaron desde
la grandeza a la nada.
Pero el Señor no abandonó nunca a sus gentes y, un tiempo después, les
anunció los cambios favorables que tendrían con su ayuda. Con este mensaje sus
gentes recibieron consuelo para su dolor y les
creció la esperanza de que todo
volviera a ser igual.
¡¡¡Confiemos
siempre en Dios, es nuestra esperanza!!!
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