Colaboración de Paco Pérez
LA ESPERANZA EN EL DESPUÉS ES LA SOLUCIÓN
¿Qué espera a las personas después de la
muerte?
Esta
es la pregunta que siempre se han hecho las personas de todos los tiempos y de todas
las culturas desde el comienzo hasta nuestros días.
El
evangelio está escrito por personas que tenían ideas y culturas diferentes
sobre estos temas, por eso no reflejan nada unificado sobre la otra vida. El
hecho innegable de la “Resurrección de Jesús”
es el referencial válido que cambia de manera completa las ideas ancestrales
sobre el más allá.
Jesús habló del
tema pero no precisó los detalles porque utilizó la forma de comunicación que
usaban en su época y cultura.
El
evangelio nos expone hoy el mensaje para “después
de la muerte”, aclara el formato que encontraremos allí y, sobre todo, nos
anima a estar llenos de “esperanza”
porque frente a la realidad de la “muerte”
Jesús les anunció la liberación que la vencerá.
La
creencia en un ser superior siempre estuvo presente entre los hombres, lo que ellos
no tuvieron claro es quién era y qué hacer para estar con Él.
En
Israel, con anterioridad a Jesús, ocurrió igual y estas creencias estaban
tan deformadas que, por ellas, incluso llegaron a ofrecer sacrificios humanos
al dios pagano Moloc en el valle de la Gehenna,
situado cerca de Jerusalén. Por estos
hechos abominables el valle fue maldecido
por los profetas.
Estos
acontecimientos lamentables ocurridos allí propiciaron que, antes del
cristianismo, se difundiera en aquel pueblo una leyenda popular que localizaba en
ese valle un lugar de castigo para aquellos
que fueran condenados por su divinidad
como consecuencia de sus malas acciones.
A ese lugar le llamaban infierno y
le dieron el nombre de ese valle, Gehenna. Por esa
leyenda fue convertido en el basurero
público de Jerusalén y a él
llevaban todos los desperdicios, escombros y deshechos para ser quemados.
¿Tuvo sentido confundir la realidad del más
allá, y los sacrificios que hicieron
en él, con las advertencias y sentencias que recibieron de los profetas?
Durante
muchos años otra leyenda hizo que el pueblo
de Israel tuviera la creencia de que las personas, al morir, bajaban a un
lugar que estaba situado en las profundidades de la tierra o de las aguas, le
llamaban "Sheol". En él las personas buenas y las malas estarían juntas para siempre
y sin gozar ni sufrir.
Al
presentarles el lugar como un destino en el que todos recibirían el mismo trato,
buenos y malos, pues la creencia les hacía no actuar intentando mejorar su
comportamiento pues se sentían tristes y sin esperanza.
El
relato de los Macabeos nos trae hoy el
tema de la muerte y lo trata con una
perspectiva de la “esperanza” en la inmortalidad individual para después de
ella. Veamos esa confianza ciega en
Él: [Vale la pena morir a manos de los hombres,
cuando se espera que Dios mismo nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás
para la vida.].
Parece
ser, cuentan los entendidos, que se trataba así el tema en ese tiempo porque se
consideraba que la muerte de los guerrilleros israelitas que luchaban
por la liberación de su pueblo contra las tropas extranjeras serían resucitados
por Dios; que esos hombres justos, muertos de manera injusta, seguirían vivos
como premio al gesto solidario que habían tenido con la causa de su pueblo.
Se
debe aclarar que este planteamiento de
resurrección sólo afectaba a los hombres caídos en combate y se alimentaba
en la creencia de que luchar por la liberación de su pueblo contra el invasor
tenía que ser premiado, estos hermanos debieron estar totalmente convencidos de
esa creencia pero la realidad que se manifestó después difiere... ¿Sería propiciado por Dios este hecho para
que, al estar adecuado al entendimiento cultural de aquel tiempo, su
cumplimiento surtiera los mismos efectos de “esperanza” que el mensaje de
nuestros días?
En
los orígenes del pueblo de Israel se
comienza a reconocer a Dios como
"liberador" al vivir la
experiencia impensable de que siendo esclavos en Egipto alcanzaron la libertad
con la ayuda de Él.
Con
el Apocalipsis esa creencia cambió pues
ya se presenta a Dios como quien
decide en ese mítico lugar de descanso definitivo. Desde entonces ya se
predicaba a los israelitas que, después de la muerte, habría recompensas y penas, es decir, habría
premio para las buenas obras y castigo para las malas que se hicieran
durante nuestra vida.
En
el libro de la Sabiduría, escrito
unos cincuenta años antes de Jesús,
ya se hablaba de estas cosas y eran reflexiones
de carácter espiritual y moral.
REFLEXIONES FINALES
1.-
La Resurrección sólo se entiende con la ayuda de Dios.
2.- En la Biblia, lo importante
es el mensaje de Dios y no el ajustarnos a la letra.
3.- Jesús nos enseñó que
sólo llegaremos a la VERDAD si actuamos con LIBERTAD.
4.- Aferrados a lo
tangible terrenal, que es caduco, no podremos ver nunca lo que nos espera
después porque es espiritual y eterno.
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