Colaboración de Paco Pérez
En
tiempos de Jesús, el Templo de Jerusalén
tenía en Israel una importancia enorme en todos los aspectos: Religioso,
político, social y económico… ¿Por qué?
Porque generaba la mayor parte de los ingresos de la ciudad y,
consecuentemente, muchas personas de esos grupos vivían a costa de las
actividades que se desarrollaban en él.
Cuando
las personas lo visitaban quedaban impresionadas al observar la grandeza de
aquel edificio. La importancia del lugar también fue captada por los romanos cuando
comprobaron que a su alrededor se movía mucha gente y mucho negocio; sus gobernantes,
conscientes de ello, comprendieron que no podían quedarse al margen y que
debían integrarse en lo que allí había. Para no echarse encima al pueblo consiguieron
que se ofreciera en Templo, todos
los días, un sacrificio por el emperador y así ya no tendrían los israelitas que
dar culto al soberano de Roma.
No
sé cómo vería Dios ese acuerdo pero
tengo la impresión de que quienes tenían que ofrecerlo tuvieron poca convicción
religiosa o nula intención de morir por defender sus principios.
Con
el paso de los años comprobamos que hay bastante similitud entre el pasado y el
presente cuando el pueblo visitaba entonces el Templo y cuando ahora visitamos las catedrales. Salvando la distancia del tiempo podemos comprobar que
seguimos visitando esos lugares y admirando las bellezas arquitectónicas que
encierran, cuando el objeto de nuestra visita debería ser para orar ante el Padre… ¿Quiénes regresan de
esos lugares de culto hablan de lo bien que se sintieron orando en ellos?
Creo
que no pero sí nos muestran las fotos que lograron conseguir en su interior o
en el exterior.
La
Biblia, en el evangelio de hoy, nos muestra una escena clarificadora sobre la
temática y después de leerlo deberemos rectificar nuestro rumbo o seguir
haciendo lo mismo:
[En aquel tiempo,
algunos ponderaban la belleza del Templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo:
- Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra:
todo será destruido.].
En
él queda patente cómo actuaba el pueblo entonces… ¿Hemos evolucionado mucho o seguimos estancados?
Considero
que hay un contraste fuerte entre la
solidez de los edificios de los templos
y la vulnerabilidad de la creencia
del pueblo, antes y ahora. Supongo que, por eso, Jesús les anticipó con precisión lo que ocurriría después:
[Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán,
entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y
gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio.
Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y
sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario
vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y
matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía.
Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia
salvaréis vuestras almas.].
El
anuncio de la destrucción del Templo
se cumplió en el año 70 después de Jesús, fue incendiado y arrasado por los
romanos para acabar así con una protesta reivindicativa de los nacionalistas
judíos. Sólo quedó del Templo el “muro de las lamentaciones”.
El
hombre que intenta ser justo, ese que trata de no fallarle a nadie y mucho
menos a Dios, desde siempre está
afectado por la misma queja… ¿De qué me
sirve cumplir con las leyes humanas y divinas si quienes van desviados triunfan
en todo?
Este
planteamiento no es de ahora, es de todos los tiempos el sublevarse contra Dios para pedirle explicaciones por lo
que nos ocurre. Señor… ¿Por qué a mí? ¿No os resulta familiar esta queja?
Por
esta línea de actuación del pueblo intervino Malaquías para clarificarles que pensar así es un error pues
triunfar en la vida avasallando a los demás no es triunfar donde realmente
merece la pena hacerlo, cuando estemos en la presencia del Padre. También les anunció que Él
no acepta a las personas que le fallan, quiere que seamos responsables siempre
pues castiga a quienes no siguen un
camino recto y premia a los que son cumplidores.
Tenemos
la obligación de trabajar cada día con responsabilidad, para obtener el
sustento y cuidar de las cosas del Reino.
Quienes no lo hacen así fallan y no tienen derecho a recibir nada, ahora y
después.
Estos
planteamientos se arrastran desde el pasado porque en las primeras comunidades
cristianas algunos se llenaron de espiritualidad y se olvidaron de que también
tenían que vivir de manera responsable en esas facetas.
Sabemos
que es de justicia el ser solidarios con quienes no tienen nada en la comunidad
donde vivimos pero también es justo que las tareas sean compartidas.
REFLEXIONES FINALES
1.-
El hombre valora la grandeza de lo externo,
algo que tiene caducidad, pero no profundiza en la VERDAD de lo que no se ve y eso es lo
que realmente vale.
2.-
Lo terrenal es pasajero y desaparece
pronto. Lo celestial se renueva,
porque cada día nace de nuevo.
3.-
Los hombres fatuos se preocupan de construirse tumbas grandes para que las generaciones
futuras los recuerden después de morir pero no se preocupan de hacerlo muy bien
con los necesitados para que por esas acciones sean acogidos en el Reino.
4.-
Los que tienen FE son empujados por
ella a entregar la vida ayudando día a día a otros; a recibir el martirio, si los
ponen a prueba, o a levantarse en la adversidad.
5.-
Las mentiras de los hombres son legión y la VERDAD de Jesús es UNA.
6.-
Los hombres traicionan y odian mientras viven, dejan de hacerlo
cuando mueren. El AMOR paternal de
Dios nunca se acaba.
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