Colaboración de Paco Pérez
HISTORIAS DE LA ABUELA FRANCISCA “LA PINTA”
CAPÍTULO VI
Aquella
mañana lluviosa en la que estuvieron distrayéndose con la máquina de Cinexin en la casa de la abuela Francisca, como ella era muy
hospitalaria, las invitó a tomar algunas cosas para que se endulzaran y,
mientras se las comían, ella les contó algunas anécdotas de las muchas que recordaba,
unas las tuvieron a ella como protagonista y otras no, éstas se las habían
contado sus protagonistas.
EL TRIGO Y EL AGUA DEL PILAR REDONDO
El
abuelo de Paqui era conocido como Alonso “El Trapero” y, según la abuela, era muy tacaño.
Por
ser así la abuela Francisca siempre
tenía que estar peleando con él para que le diera dinero para ir a la tienda a
comprar y poner de comer en la mesa cada día.
En
la casa de los abuelos trabajó durante un tiempo, como empleada de hogar, una
sobrina de la abuela que era muy popular en nuestro pueblo, se le conocía como “Sitita” y era hija de su hermana Juliana.
La
abuela se inventó una estrategia que le dio buenos resultados para tener un
dinero que no fuera controlado por el abuelo Alonso y, para conseguir su objetivo, tuvo que contar con la
colaboración y complicidad de “Sitita”.
En
el pasado, cuando no teníamos agua
potable en las casas, el suministro que se necesitaba en ellas la
acarreaban las mujeres cargando un cántaro sobre una de sus caderas y con los
animales, éstos se aparejaban con unas “aguaderas”
de esparto con capacidad para cuatro o seis cántaros.
Así
era como teníamos que ir a por el agua hasta “El Pilar redondo o alargado”; “La
Fuente”, en “El Paseo”; “La Posada de Juan”, en el cruce de
carreteras; “La Noria”, en la calle Benjumea o al corralón de “El Pereto”, en la calle “La Parra”.
La
“Sitita” acarreaba a diario, con un
cántaro, el agua del “Pilar redondo”
y en esa actividad laboral de ella fue donde encontró la abuela la respuesta adecuada para conseguir cubrir sus
necesidades de dinero sin que el abuelo Alonso
se enterara… ¿Qué se inventó para
lograrlo sin levantar sospechas en él?
Cuando
“Sitita iba con el cántaro a por
agua lo llevaba lleno de trigo, ella se acercaba hasta la tienda de Luisa “La Chocolata”, le pesaba el trigo y le pagaban el precio que Francisca ya había acordado con la
tendera.
Un
día, el abuelo subió a la cámara y notó que el montón de trigo era más pequeño,
al bajar llamó a la abuela:
-
¡Franciscaaa!
Cuando
ella acudió le preguntó:
-
¿Qué quieres?
-
¿Qué ha pasado con el trigo? – así le expuso su marido el motivo de su
preocupación.
–
Yo que sé… ¿Por qué me preguntas eso? – le respondió Francisca para mostrarle
su desconocimiento del tema.
–
Es que el montón ha bajado mucho – le aclaró Alonso.
Entonces,
en vez de echarse para atrás, ella pasó al ataque y le dijo:
-
Tú sabrás el que has gastado dando de comer a los mulos, cerdos y gallinas.
Con
esta respuesta el abuelo se hizo un lío y ya dio el tema por zanjado.
AYUDANDO AL ABUELO ALONSO A CONTAR EL
DINERO
El
abuelo Alonso era un hombre de su
tiempo que tuvo una cultura escolar adecuada a la época que le tocó vivir, es
decir, ninguna. La razón que hubo entonces para ello fue que las personas tenían
que trabajar en aquellos años desde la niñez para ayudar al mantenimiento
económico de la familia y por esa razón había tantos analfabetos.
Aclarada
esta circunstancia, cuando el abuelo necesitaba contar dinero buscaba la ayuda
de la abuela y ella, muy inteligente y hábil, le ayudaba pero le aplicaba su
picaresca para poder quedarse con algunos billetes.
Cuando
el abuelo necesitaba contar el dinero que había cobrado de alguna venta, al
llegar a casa, le ponía los billetes delante y le decía:
-
Ahí los tienes, cuéntalos.
La
abuela, cada vez que se los contaba, se las ingeniaba para ladearle algunos
billetes en este proceso y por eso simulaba haberse equivocado más de una vez.
Lo hacía así para poder repetir el proceso, de ahí que al finalizarlo el abuelo
siempre terminara cabreado y gritando:
-
¡Coooño, cada vez tengo menos billetes!
JULIANA Y PAULA “LA CACHORRA” VAN A
LOS TOROS
Les
contó la abuela Francisca que su
hermana Juliana, la madre de “Sitita”, tuvo desde pequeña una gran
amiga, Paula “La Cachorra”. Esa amistad la iniciaron cuando eran niñas, la continuaron de mayores y, cuando se casaron, sus
casas estuvieron situadas en la calle Marqués
de Linares, una frente a la otra. Esta realidad les hizo continuar con sus
buenas relaciones y, cómo no, les facilitó el continuar haciendo sus
travesuras.
Todos
los jiennenses sabemos que en octubre se celebra en la capital la Feria de “San Lucas” y ellas decidieron viajar a ella para visitar el ferial y
presenciar una “corrida de toros”.
Unos días antes de viajar hablaron entre ellas para hacer planes y, durante la
conversación, Paula se tocó las
tetas y le dijo a su amiga:
-
Juliana… ¿Tú crees que debemos ir a
los toros con esta pareja de mandarinas?
Juliana se mostró muy
sorprendida:
–
¡Miiira, leeeche, pues claro que sí, cada una lleva las que tiene!
Paula no se
conformó con la respuesta de Juliana
e insistió:
-
Yo creo que podríamos mejorar las mandarinas que tenemos.
–
Pues no sé cómo – le contestó.
–
Nos compramos unos sostenes grandes y los rellenamos con trapos – le propuso Paula.
Juliana se quedó muy
pensativa y le dijo:
-
¡Muy buena idea!
Al
día siguiente se fueron a la tienda de Luís
“El Chivo”, tío de Paco “El Feo”, y los compraron. Según la abuela, cuando Luís vio su elección se mostró muy
sorprendido porque les miraba el pecho y no entendía cómo los compraron para
unas vacas.
Antes
de que se marcharan con su compra, como el señor Luís era muy buen hombre, les dijo:
-
Si cuando los probéis comprobáis que os están pequeños pues regresáis y os
lleváis otros más grandes.
Juliana comprendió
las palabras cachondas de Luís y le
respondió así:
-
Gracias, pero creo que no hará falta pues son de nuestra medida y si no ya los arreglamos
nosotras.
Unos
días antes de la corrida prepararon los trapos, se probaron el invento, se
miraron en un espejo las dos juntas y paula exclamó:
-
¡Han quedado de maravilla!
El
día de la corrida entraron en la plaza muy bien vestidas y presumiendo de sus
nuevas tetas, tan subidas estaban en las nubes con el invento que, al bajar la
escalinata de la grada, Juliana
tropezó y, para no caerse, se agarró a Paula
pero tuvo la mala fortuna de cogerse a una de sus tetas, le rompió el vestido y
le salieron “los trapos”.
Cuando
el público que había a su alrededor observó lo ocurrido se rieron un montón y Paula les dijo:
-
¿Qué creéis que soy yo sola la que va así?
Entonces
le tiró a Juliana de una de sus
tetas y ambas quedaron con sus intimidades al aire.
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