Colaboración de Paco Pérez
Este relato ha sido rescatado del
olvido, casualmente, por Josefita Párraga y con él se pone de relieve la
genialidad de algunos paisanos para montar una escena cómica de manera
espontánea.
Hace
años, Bartolomé Almagro Jiménez “Serranete” vivió en la calle La
Libertad, casa que hacía esquina con Luna
Alta. Durante un tiempo regentó en una dependencia de su vivienda una
tienda de comestibles ayudado por su esposa María Moreno “La de Segundo” y como Josefita era vecina pues allí realizaba
a diario las compras. Una mañana, a primera hora, acudió al establecimiento y
no había clientela en esos momentos.
Bartolomé, mientras la
atendía, miró de manera casual por la ventana y observó que iba a entrar en la
tienda otra buena clienta, Antonia. En
ese momento, como era muy chirigotero, se inventó una historieta con la que
gastarle una broma pero, como conocía bien a Josefita, para que quien iba a recibirla no sospechara nada pues
buscó su complicidad y por eso le dijo:
-
Viene Antonia y, cuando entre, tú me
“sigues la corriente” en todo lo que
yo diga y que no se te ocurra abrir el pico, escuches lo que escuches.
Al
entrar Antonia en la tienda observó
que estaban en silencio, los miró sorprendida y los saludó:
-
¡Buenos días!
Josefita le contestó con
naturalidad pero Bartolomé lo hizo de
una manera no habitual en él pues se mostró muy arisco y seco en el saludo:
-
Más bien hubieras dicho… ¡Malos días!
Pues
está éste bueno, al entrar me he dado cuenta que había algo raro… ¿Qué le pasa hoy al señor?
Josefita le comunicó por
señas que no sabía nada mientras Bartolomé
iba de un sitio a otro para coger las cosas que ella le pedía y cuando
regresaba las soltaba con energía encima del mostrador y articulaba palabras
que no se entendían.
Tomó
de nuevo la palabra Bartolomé y le
dijo a Antonia:
-
¿Tú crees normal lo que me ha pasado a
mis 64 años? ¡Este Gobierno es un
desastre!
Antonia, muy preocupada,
le mostró su asombro mientras le preguntaba:
-
¿Qué te han hecho para que estés así?
-
¡Me ha mandado el Gobierno una carta
diciéndome que tengo que incorporarme ahora a la mili!
Antonia se sorprendió
tanto con la noticia que exclamó:
-
¡Miiira, leeeche! ¡Ahora vas a ir a la mili con más achaques
que un mulo viejo! ¡Eso no puede ser!
-
¡Eso dice también mi mujer! – afirmó
Bartolomé.
Antonia, de golpe,
empezó a pensar ya en su marido y le dijo:
-
Como manden esa carta a todos los mayores estamos apañados… ¿Te habrán dicho por
qué tienes que irte ahora?
Bartolomé le contestó:
-
Dicen que me tengo que incorporar para cumplir los dos últimos meses que no
hice de mili.
-
¿Y eso es verdad? –le preguntó ella muy sorprendida.
–
Es verdad que los dos últimos meses que me quedaban no los cumplí pero la culpa
fue de ellos y no mía.
–
Entonces no me digas más, bonicos son los militares para estas cosas – le
contestó ella.
Bartolomé continuó
dándoles explicaciones muy cabreado:
-
Cuando me faltaban dos meses para licenciarme me dieron ese mismo tiempo de
permiso pero no es verdad que no me incorporé después porque al venirnos nos
dijeron que si no recibíamos la orden de incorporarnos unos días antes que ya
nos quedáramos en nuestras casas y no regresáramos al cuartel. Como no me
comunicaron nada pues di por concluida la mili.
–
Pues ya está, tú sigues en tu casa y no te vas -le aconsejó Antonia.
–
Eso no puede ser, si no se incorpora lo dan por desertor y lo meten en la
cárcel – dijo Josefita que había
estado en silencio.
–
Eso mismo que tú dices también me lo dijo María
cuando le leí la carta pero yo le contesté con lo mismo que acaba de decir Josefita… ¡Ahora que voy a tener que coger
un día de estos la gancha me dicen que tengo que irme para coger otra vez el
fusil y hacer instrucción! ¡Este
Gobierno está loco!
Antonia se mostró muy
preocupada y lo apoyó diciendo:
-
Estoy de acuerdo pues es lo mismo que si ahora le mandan a mi hombre una carta como esa… ¡Con
los achaques que tiene ya!
–
Lo que me sorprende es que no se la hayan mandado a él también pues somos, más
o menos, de las mismas hierbas –afirmó Bartolomé.
-
¡Ya me has metido el disgusto en el cuerpo, voy a mi casa para preguntárselo y
vuelvo!
Antonia se marchó, iba
andando con una energía que no había traído, al poco rato regresó más cabreada
que se fue y les dijo:
-
Dice Miguel que él no se acuerda de
nada y que eso es imposible que lo hagan… ¡Hemos acordado que si le mandan
también una carta de esas que él no se va, que lo metan en la cárcel!
-
¡Ya somos dos, yo tampoco vuelvo a la mili y si insisten que me metan en la
cárcel y se venga Felipe González a Villargordo para ayudarle a María en la tienda!
Josefita ya no pudo
aguantarse más la risa y salió dando carcajadas, Bartolomé también, Antonia
se mosqueó y les preguntó:
-
¿De qué lechuga o reís tanto, que dos viejos vayan a la cárcel no es para
reírse?
Cuando
la escucharon hablar tan seria se rieron aún más y al sosegarse le explicó Bartolomé que había sido una broma de
las suyas.
-
¡Menos mal, pues se ha quedado Miguel en
la casa con una preocupación muy grande!
Voy
a decírselo para que se quede tranquilo y después vuelvo.
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