Colaboración de Paco Pérez
¿QUÉ HACEMOS NOSOTROS?
Las
enfermedades aparecen y afectan a
las personas, ocurrió en todas las épocas y en todos los lugares pero no por
casualidad o por castigo, como se creía entonces o se cree ahora, sino porque
en cada núcleo urbano había, y hay, unas características
medio-ambientales que facilitan su desarrollo y, cuando esos elementos se
unen, entonces esclavizan a las personas que allí viven. En Israel, por esa realidad, había varias
enfermedades pero una de ellas, la LEPRA
fue la que les causaba más temor y
rechazo.
Con
ellas le ordenó que quienes tuvieran algún problema
en la piel, la lepra, los
llevaran ante Aarón o a cualquiera
de sus hijos sacerdotes para que ellos dictaminaran si estaban impuros o no. En caso afirmativo
ordenaban su aislamiento y cuando se recuperaban les autorizaban a reintegrarse
de nuevo en la sociedad. Unos catorce siglos
antes de Jesús la LEPRA ya era un problema grave y por
eso puso Dios al pueblo aquellas
normas protectoras pero en tiempos de Jesús
aún estaba presente la enfermedad y el problema fue en aumento porque se mezclaba
el deterioro real de la salud con el
temor social a padecerla, la incultura casi generalizada que había y
la irracional ignorancia religiosa del
momento. Esa mezcolanza hizo que quienes enfermaban tuvieran la desgracia de padecerla y, además, el ser señalados por
la sociedad de haberla recibido como un castigo
de Dios, los empujaban a vivir aislados fuera de los núcleos urbanos y los marginaban.
Cuando
Jesús comenzó su vida pública, con
los leprosos mostró un
comportamiento diferente y enseñó al pueblo el camino que debían seguir al
tratarlos, con mucha compasión y ayuda pero sin marginación… ¿Lo aprendieron
con su ejemplo?
No,
porque aún no hemos comprendido que en cada época el Padre actúa en función de las necesidades que tenemos. Por actuar
así, durante el Éxodo les puso
aquellas medidas porque eran válidas para evitar la contaminación. Cuando Jesús vino ese planteamiento cambió pues
Él tenía poder para sanarlos si los
enfermos acudían a pedírselo con FE…
¿La tenemos como el leproso?
Ahora
padecemos COVID 19 y también nos han
impuesto leyes para el aislamiento
social al estar tan desprotegidos ante el virus como el pueblo de
Israel lo estuvo en el desierto con la
LEPRA. Ha quedado probado que cuando nos hemos quedado en casa la
enfermedad ha remitido y cuando se nos levantó la barrera salimos en estampida y
retrocedimos, luego el método era bueno pero… ¡Seguimos sin aprender, unos tres mil cuatrocientos años después, que Dios
se preocupó entonces de ellos, y de nosotros, cuando les impuso la “Ley de la
pureza” para combatir la LEPRA!
La
bondad del método está probada pero la interpretación que hacían de él las
personas no porque, además de aislar a los enfermos los marginaban y los
dejaban desatendidos. Ahora no se les trata así pero seguimos sin respetar con
rigurosidad el aislamiento.
También
nos enseñó Jesús a no clasificar a
las personas en puras o impuras por tener la desgracia de
padecer una enfermedad y a conocer que no la adquirían porque el Padre los castigaba. No tenía sentido
que el Él los castigara con la
enfermedad y el Hijo los perdonara
curándolos.
Por
estas realidades, aquellos fanáticos no podían negar lo que hacía Jesús pero sí lo acusaban de romper la Ley religiosa que les prohibía tocar a
los enfermos y, además, hacerlo en sábado. Él
no se arredró, siguió tocando y curando a las personas leprosas, demostrándoles así que estaba a su lado, que Dios no las había castigado y que si Él lo hacía era porque ayudar a los débiles estaba por delante
de los preceptos religiosos y de sus
prohibiciones.
Debemos
aprovechar estas enseñanzas de Jesús
para reflexionar sobre qué nos propone Él
que hagamos dentro del modelo de religión
que tenemos… ¿Aprobaría lo que hacemos o
volvería a romper las mesas de los cambistas?
Debemos
descubrir, analizando y profundizando
en las huellas de su ejemplo, si nos pide cambiar el pensamiento para que después
podamos modificar el comportamiento
cristiano. No olvidemos que… ¡Nunca
es tarde para cambiar y mejorar!
Pablo nos enseña que todo
lo que hagamos debe estar orientado a dar gloria a Dios y para ello no realizaremos actos que nos hagan pecar pero que
sí sirvan para ayudar a lograr la salvación de todos y no sólo la de nosotros.
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