Colaboración de Paco Pérez
EL PORQUERO, LA
YEGUA Y EL BURRO DE “EL RUBIO”
Capítulo
II
Unos
días después visité de nuevo El Paseo, también estaban los anteriores personajes
en el mismo banco, me acerqué de nuevo a ellos y José, más hablador que Jorge,
tomó la palabra y dijo:
-
El otro día se le olvidó a Jorge contarte la historia que le ocurrió
cuando estaba de porquero en un cortijo de Almenara.
-
Esta historia me ocurrió hace unos setenta años, tendría unos doce, y a esa
edad ya trabajaba guardando marranos. Los porqueros teníamos un horario
diferente a los muleros, no nos íbamos al campo con los cerdos hasta después de
las diez horas y por esa razón una mañana el dueño del cortijo aprovechó esa
circunstancia para pedirme que le ayudara a realizar el apareamiento del burro
con una de las yeguas.
La
esposa era muy buena mujer, comprendió que yo no tenía edad para hacer el
trabajo de “mamporrero”, le aconsejó que debía dejar ese trabajo pendiente para
otro día, cuando los muleros pudieran hacerlo, pues ellos sí estaban
acostumbrados a realizarlo pero el muchacho no lo había hecho nunca. Él no la
escuchó, se empeñó en seguir, me dio unos consejos sobre qué tenía que hacer y
cuando el burro se puso en forma ya estaba hecho una fiera y se puso
complicado, me enganchó la camisa con el pistolo y me arrastró, no pude
ayudarle a meterla donde me dijo, le dio un fuerte empujón a la yegua y nos
tiró a los dos al suelo. La yegua salió corriendo, el burro detrás de ella rebuznando
y la señora, como observó la escena desde la ventana, se meaba de risa al ver
cómo acabó la faena que intentamos hacer.
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