MUSEO
FAMILIAR
“PEDRO
BERRIO MELGUIZO”
Colaboración de Pedro
Berrio
Y
Paco Pérez
Capítulo 3
La
casa de Pedro es un pequeño museo
familiar, me voy a tomar la licencia subjetiva de calificarlo así, que se ha
ido configurando poco a poco. Ya nos comentó él cómo fue adquiriendo los
distintos elementos ornamentales que tiene y ahora sólo me resta presentar lo que encierra dentro de sus dependencias.
Ahora vamos a continuar el recorrido por la planta alta y para ello entramos en la "Sala de PIROGRABADO".
Algún
visitante me tildará de loco y habrá que darle la razón pero a lo mejor es el tildador
el que lo está. Dejo abiertas las puertas a esa posibilidad porque en el mundo del arte hay muchas variedades de estilos y de gustos, yo me encuadro en una variedad realista.
Algunas
obras de arte emblemáticas de los genios han colocado listones muy altos en
las casas de subastas al satisfacer de
manera sublime al comprador, esa especie rara de persona
acaudalada que cada día prolifera más por culpa del sistema.
No
tengo nada que oponer a esa libertad personal del adinerado pero me voy a mojar
el sur y con la misma libertad que él compra y es ensalzado por los medios
lameculos. Yo afirmo que no hubiera pagado
un duro por ellas porque no
lo tengo y porque mi gusto artístico
transita por el camino de lo sencillo y no por el de gastar para no aburrirme y
para que conozcan los demás que tengo un gran patrimonio.
Gracias
a esta manera personal que tengo de ver las cosas he disfrutado mucho y
valorado más con esas humildes obras pirograbadas de Pedro que están impregnadas de una enorme carga de belleza y lo he
hecho porque podía reconocer en ellas que recreaba con gran pericia “Las Meninas”, “Los fusilamientos”, “Los
borrachos”...
¿Qué
hubiera ocurrido si estas obras de Pedro
las hubiera firmado un genio del pirograbado?
Tal
vez, los gritos de exclamación se
hubieran escuchado en la India.
Hace
algunos años, en Jaén, visité una
exposición de pintura abstracta y,
entre todos los cuadros colgados, observándolos con detenimiento me fijé en uno
de esos en los que hay que contratar a un interprete del género para que nos traduzca
el mensaje que hay preso dentro del marco y, como nadie de los visitantes se atrevía a decir nada
por miedo a ser catalogado de inculto, pues decidí romper el silencio y le
comenté al amigo con el que fui:
-
¿Qué escena ha querido representar este señor?
-
No tengo ni puñetera idea- me contestó.
Entonces
volví a la carga y le dije:
-
Observa bien ese trazo grueso oscurecido, esa raya blancuzca y ese conjunto de
líneas entrelazadas; ten presente que forman un todo.
Después
de un rato de observar, de escudriñar y de analizar me dijo:
-
Yo sigo sin descubrir nada, así que alumbra a este ciego del arte abstracto.
-
Yo creo que es un tío meando detrás de un carro -le contesté.
Esta
respuesta me vino porque se inspiró en que entonces el carro estaba muy
implantado en Villargordo como útil
de trabajo, porque no había servicios en las casa y porque meábamos como los
perros, donde nos pillaba la necesidad. De esa familiaridad me vino la
inspiración interpretativa.
Una puntualización:
Pedro me manifestó que él considera que ésta es su obra maestra y de ahí esta escena delatadora del placer que le causa su observación.
Recuerdo
la escena que siguió a la ocurrencia: él se puso las manos en la boca y
abandonó la exposición con prisas, yo le seguí mientras observaba como cuchicheaban
en voz baja las otras personas y como hacían gestos de desaprobación hacia
nosotros.
Cuando abandonamos el local y estuvimos en la calle dimos rienda
suelta a la risa, hecho que se repetía cada vez que recordábamos la escena
vivida. Entonces éramos estudiantes, teníamos 18 años y nos reíamos de nuestra
sombra.
En
1962 el artista estadounidense Andy Warhol montó una exposición de treinta y dos lienzos y lo hizo
con este título: “Latas de sopa Campbell”.
Campbell era una empresa cuya especialidad era la SOPA
y tenía en su propaganda 32 variedades
enlatadas.
Este
artista, en cada lienzo, pintó una lata de cada
una de esas variedades de sopa Campbell,
ese fue el genial argumento o mensaje de sus lienzos.
Como la empresa dio mucho apoyo al “Arte popular” este gesto ayudó a que el
“arte pop" se instalara como un movimiento
artístico de trascendencia y que Andy Warhol, un ilustrador
comercial, se convertiría en
un exitoso autor, pintor y director de cine, esta obra constituyó su primera exposición individual en una galería de arte
como artista profesional.
Si analizamos los hechos llegaremos a la conclusión de que el
dinero hace bella a la fealdad o a una sencilla lata de sopa y, de paso, rico y
famoso a éste señor o a cualquier otra persona que necesitaba pasar por allí para
comprar una barra de pan.
La sociedad se ha embrutecido porque se ha acostumbrado a que los
medios le guíen el pensamiento y la opinión.
Por esa realidad ya no tenemos
personalidad propia porque la que usamos es la de las pegatinas que ellos nos
cuelgan gratis en nuestros sentidos. Ahora no las recibimos por la cultura que
hemos adquirido con nuestro esfuerzo o por el cariño desinteresado de la cuna
y, como consecuencia de esta evolución perniciosa, nos dejamos arrastrar por
las corrientes del momento debido a que ya no tenemos criterio propio para ver
la realidad que nos rodea de manera irreal, caso del abstracto.
Yo no soy un experto en arte, está claro, pero, como soy LIBRE sí
proclamo que hace ya algunos años que decidí no dejarme arrastrar por los
cantos de sirena de los aprovechados y por ello hoy sí elijo, aunque me
equivoque al hacerlo: ser amante de la belleza natural que me ha regalado Dios
y no de esa que necesita ser interpretada; admirar en el hombre lo bueno que
hace y cultivar las relaciones humanas sinceras porque están impregnadas de
respeto mutuo y verdadera amistad. Está claro, para mí, que en el caso que nos
ocupa Pedro cumple con el guión.
Por lo dicho me reafirmo en lo expuesto sabiendo que corro el
riesgo de ser tildado de subjetivo pero como aquí no median los euros pues el
mejor pago que se recibe es hacer JUSTICIA con quien se lo merece, en este caso
con mi amigo PEDRO.
Estábamos
de nuevo en la planta baja y Pedro me
propuso hacer una visita al patio para tomar un poco de aire fresco porque era
septiembre y, la verdad, me quedé maravillado porque no me podía esperar que su
aprecio por el arte tuviera continuidad en esa nueva estancia.
Por unos
momentos mi mente voló de nuevo y me imaginé que, junto a mi amigo Pedro, éramos dos personajes griegos o
romanos que, por esos fenómenos insondables de la naturaleza, habíamos viajado
en otra dimensión a nuestros orígenes.
Hubo un hecho que me hizo volver a la
realidad, el sentirme raro cuando comprobé que desentonaba en aquella cultura
porque yo usaba unas vestimentas que me cubrían las piernas y en aquel lugar no
hacían juego junto a un señor que ejercía de “Mimo petrificado” y que no se ruborizaba de estar con sus genitales
al aire libre mientras los demás lo observaban.
Por ese detalle comprendí que
la humanidad retrocedió en el campo de la desinhibición en los últimos siglos y
que habíamos adoptado la actitud de la falta de espontaneidad.
Tomé
conciencia de que todo era una irrealidad cuando Pedro me preguntó la causa de que me hubiera quedado paralizado.
Le
di una respuesta barata, esa mentira piadosa que damos cuando no deseamos responder con la realidad porque
nos avergonzamos de que nos hayan pillado robando manzanas en el huerto del
vecino, tomé la EOS
600D y comencé a tomar los encuadres más bellos del lugar.
Acabado
el recorrido nos marchamos a la cafetería y saboreamos una humeante taza de leche manchada, él la acompañó de una tostada y yo de unos churros, para reponer las energías gastadas.
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