lunes, 3 de diciembre de 2012


VIAJANDO
AL
RECUERDO

Colaboración de Pedro Berrio Melguizo

Capítulo 1

Los primeros recuerdos que tengo de mi vida son siempre los mismos y en ellos veo a mi madre cosiendo en la máquina en la habitación de la costura. Lo tengo muy grabado en mi memoria visual porque era ahí donde pasábamos, en esos primeros años, varias horas todos los días y en la niñez las primeras imágenes de nuestra existencia no se borran jamás, por eso es de una gran importancia el que estos recuerdos sean placenteros o desagradables.
Yo me lo pasaba bien al lado de mi madre y ella, que dibujaba muy bien, siempre me daba los dibujos que hizo en el pasado para que yo me entretuviera copiándolos.
A medida que avanzaba el día el suelo de la habitación se iba llenando de trozos pequeños de tela, con los que yo me entretenía también. Al anochecer mi madre daba por acabada la jornada y entonces barría hasta dejar la casa limpia, así todos los días.
Recuerdo cómo las niñas que vivían en la misma calle iban a mi casa a pedirme “trapicos”, yo entraba en casa y les sacaba todos los trozos que ya estaban tirados en el suelo por inservibles. Ellas los querían para jugar a las costureras pues cosiendo les hacían vestidos a sus muñecas.
Que me pidieran esos favores me hacía sentirme importante entre las vecinas porque yo sentía que me necesitaban, la verdad es que yo siempre las atendía.
Así transcurrieron los primeros años de mi infancia. Cuando cumplí los seis años me apuntaron a la escuela para hacer la Enseñanza Primaria. Martín, mi hermano mayor, ya llevaba unos años en el Colegio, era un alumno muy estudioso y siempre sacaba buenas notas. 

En casa siempre se preocuparon nuestros padres de que fuéramos responsables con los libros, esa es la verdad. Esta preocupación de ellos nos ayudó a ser responsables.
Cuando mi hermano mayor tuvo que abandonar la escuela a los catorce años, los maestros aconsejaron a mis padres que lo pusieran a estudiar, pues era el mejor alumno de su promoción. Mis padres escucharon esos consejos y decidieron que comenzara a estudiar el “bachillerato”. Yo, que en esas fechas tenía once años, me hicieron abandonar los estudios de Primaria para que estudiásemos los dos juntos.
Como éramos, y somos, gente humilde y en aquellos años solo estudiaban los hijos de los ricos pero mis padres tuvieron el atrevimiento de meterse en la “gran aventura” de tener dos estudiantes en la familia. Esta decisión de nuestros padres hizo que algunas personas del pueblo no salieran de su asombro durante mucho tiempo. No les entraba en la cabeza que una familia pobre intentara que dos de sus hijos comenzaran a estudiar y por ese asombro, algunos, hasta llegaron a decir de mi padre esta frase: [Piensa el tonto que sus hijos van a ser maestros.]
Empezamos en el curso 1958-59 y terminamos Magisterio en 1965,  hoy puedo afirmar que aquellos padres consiguieron, con muchos sacrificios, que sus hijos alcanzaran el ansiado título que le permitió trabajar y jubilarse como funcionarios.
En el curso 1966-67, con diecinueve años, tomo posesión de mi primera escuela en Villargordo, mi pueblo. En 1968 empecé a recorrer distintos pueblos de la provincia hasta que en 1982 vuelvo de manera definitiva a Villargordo por concurso de traslados y aquí me jubilé.

Durante esos catorce años que estuve itinerante visité varios pueblos y, la verdad, fueron una experiencia maravillosa para mí porque disfrutaba mucho conociendo otros lugares, sus gente y las distintas costumbres que había en ellos. En ese continuo ir y venir conocí a muchas personas en esos años y de todas guardo buenos recuerdos, no obstante tengo que reseñar que hubo algunas que me impresionaron de manera especial, tres fueron las que siempre tendré en el recuerdo:

1.- Don Miguel Hermoso Díaz, ejerció como maestro en la cortijada de Grañena, Las Infantas y Jaén. Este señor fue maestro por vocación y ejerció totalmente entregado a su profesión, todas las palabras que se digan de él quedan pequeñas para elogiar las buenas cualidades que tenía como maestro y como persona.
2.- En Orcera conocí a una monja, Sor María Luisa. Era una persona de gran vocación religiosa pues por todos los poros de su cuerpo manaba bondad, santidad y educación; no encuentro palabras para poner a esta mujer donde se merece.
3.- En Orcera también conocí a D. José Luís Toribio. Éste era un joven superdotado y viviendo a su lado aprendí mucho de la vida pues me hacía pensar y reflexionar sobre las cosas y, al mismo tiempo, te contagiaba su preparación.
De todos los pueblos en que he trabajado hay uno que se merece una mención especial, ORCERA. Este cariño se lo tomé porque su gente es noble, acogedora y me permitió vivir como en familia con todo el pueblo.

Orcera, tierra para mi sagrada, como decía Antonio Machado  cuando se refería a Soria y a sus campos, o, como decía el gran pintor villargordeño Francisco Cerezo, “esa gente noble de la sierra que encierra todas las virtudes humanas”.
Hace treinta y cinco años que me vine de allí pero sigo conservando la vivienda que me compré y todos los años vuelvo por el pueblo, al menos dos veces.
Después de Orcera trabajé en Arjona y de aquí lamento decir que no guardo el mismo recuerdo. No me gustaba la convivencia que mantenía con sus gentes y por eso fijé mi residencia en Andújar. Todos los días viajaba para trabajar a Arjona y regresaba a Andujar.  
Un día estaba paseando por las calles de Andújar, después de acabada la jornada laboral, y visité la “Casa de la Cultura” porque en esas fechas había una exposición de pirograbados. Fue la primera vez que observé un cuadro realizado con esta técnica y me gustaron los expuestos mucho.
En Villargordo empecé a hacer los primeros cuadros de pirograbado, fue en las vacaciones de Navidad de 1979. Durante algunos años practiqué esta rama del arte y dejé un legado artístico de diecisiete cuadros para la colección familiar.
La técnica del pirograbado consiste en coger una tabla de madera y dibujar sobre ella, a lápiz, el motivo que se quiere representar. Una vez que esté el dibujo bien hecho se pasa por encima de los trazos el pirograbador, un aparato que está conectado a la corriente eléctrica y cuya punta se pone al rojo.
La realización de estos cuadros requiere mucha paciencia y mucho tiempo. La primera vez que expuse fue en una “Semana Cultural” que se organizó en Villargordo hace ya bastantes años. A la gente le gustaron mucho mis obras y tuve algunos encargos, pero no quise venderles ninguno porque si les ponía las horas de trabajo que se llevaba su ejecución les hubiera tenido que poner un precio muy alto. Estuve tres años practicando esta técnica y la dejé de una vez cuando regalé el aparato a mi sobrina Rosa.
En 1982 concursé y regresé a Villargordo, mi último destino definitivo, y en 1990 me jubilé.
Desde entonces mis grandes hobbies son: contemplar las maravillas que ofrece el arte, obra de la mano del hombre, y las bellezas de la Naturaleza, obra de la mano de Dios. También me gusta mucho viajar y comprar, en todos los que hago, recuerdos: tapices, porcelana, cerámica… Con ellos voy decorando, poco a poco, mi casa.
A los lugares sagrados de Lourdes y Fátima he ido varias veces. Actualmente estoy preparando un viaje a  Medjugorje (Bosnia) donde, desde el 24 de Junio de 1981, se aparece la Virgen todos los días y se producen fenómenos sobrenaturales.
Los tres sobrinos-nietos que tengo llenan mi vida de soltero y por ellos siento un gran cariño.

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