Colaboración de Paco Pérez
Es
posible que alguno de ustedes opine, cuando lea la noticia, que ésta es fruto
de la subjetividad de un amigo.
La
realidad es que estoy convencido de la veracidad de lo noticiable y por eso creo
que uno de los descubrimientos más grandes de nuestros tiempos lo hizo un
villargordeño hace ya bastante años, mi gran amigo José Carlos Castellano.
Llevamos
muchos años buscándole respuesta a los problemas del cuerpo humano pero, aunque
se ha avanzado una enormidad, no tenemos la respuesta fidedigna para cada
incógnita. Cuando un tema es indescifrable la medicina lo encierra en su ya
famoso cajón de sastre, los nervios, nos manda unos fármacos para intentar darnos
en la tecla y pasado un cierto tiempo estamos otra vez igual. Cuando fracasa el
pastilleo consumido nos cambian a otro nuevo que ha salido y así estamos dando
vuelta alrededor de la farola durante años y años… ¿Qué hemos conseguido con ese camino? Tener cada vez menos reflejos
vitales, ser más infelices, amargar la vida a quienes viven a nuestro alrededor
y llevar a nuestro cuerpo a un estado, cada vez más acuciado, de vegetal
insensible y abúlico.
Si
la persona llega a comprender que ese no es el camino, se arma de ilusión por
la vida y reacciona a tiempo con cualquier respuesta de felicidad el camino se
vuelve llano y transitable.
¿Nunca habéis viajado
por esos caminos llenos de patuscos
que, al pisarlos sin darte cuenta, te tuercen los tobillos y te hacen caer al
polvo, de pinchos que te arañaban
las piernas si te arrimas un poco a ellos o de perros ladradores que te meten el resuello para adentro al
presentarse delante de ti y saludarte con sus dientes afilados?
Cuando
una persona mayor, mi caso, duerme unas cuantas horas y se levanta a orinar
porque bebió demasiados líquidos la noche anterior, despreciando los consejos
del urólogo, pues las consecuencias son las normales y al retornar a la cama piensas
en todo y el sueño queda aparcado para la noche siguiente. De vez en cuando,
como cualquier meón o meona del pueblo, paso por estas vigilias del sueño y,
como me siento feliz viajando junto a ellas, pues me preguntaba en alguno de
ellos cómo todavía no han dado solución a los problemas que se aparcan en los
cajones de sastre de las consultas médicas.
Unas
cuantas noches atrás, en una de estas vigilias, me acordé de los sabios
planteamientos de José Carlos para
dar solución al problema de retrasar la muerte y me pregunté:
-
¿Nadie se ha acordado todavía de comprarle
la patente de su invento o de proponerlo para alguna distinción local, nacional o
internacional, a pesar de su genialidad?
Pues
no. La multinacionales farmacéuticas
son las menos interesadas porque, con coste cero, los enfermos dejarían de
preocuparse por la muerte, sanarían, no venderían tantos potingues y ellas
dejarían de ganar pasta gansa. Los organismos
que conceden los premios de cualquier índole están también al servicio de
intereses diversos y está comprobado que, para que éstos sepan que existes, tienes
que ser pelota de los seleccionadores, entonces sí se acordarían un poco del
que la hace. Como ya conocemos bien a José
Carlos, él no pasa por ese aro, pues por esa razón no lo han nominado jamás
y de ahí que concederle algún galardón será una quimera.
Lo
conozco muy bien, sé que lo único que buscó con su invento fue ser feliz él y
ayudar a los que estábamos a su alrededor, y por eso le voy conceder el premio
que nunca se concedió a nadie y que a él más ilusión le hará recibir… ¡¡¡La “Higuera verde al ingenio”!!!
Querido
amigo… Te prometo que nadie volverá a recibirlo,
serás el primero y el último, porque no lo convocaré más veces.
Hoy
voy a narrarles lo que descubrió hace ya tiempo y que es el fundamento de los
méritos no reconocidos por quienes debieron hacerlo y que le corresponden
merecidamente.
Hace
muchos años, tantos que todavía teníamos que ir todos los días al Colegio “Francisco Badillo” a trabajar. El recreo tenía una duración de
media hora y teníamos que aprovecharla para estirar las piernas y liberar
al cuerpo de la tensión acumulada en esas horas pasadas con los niños en el
aula, de este apartado se encargaba él con sus geniales ocurrencias.
Una
mañana estábamos cabizbajos porque una persona conocida había abandonado el
país de los vivos a temprana edad. Conversamos sobre el asunto y entonces tomó
él la palabra para anunciarnos que ya hacía algún tiempo que había encontrado
la solución para que las personas no murieran tan jóvenes.
Juan Lerma “El sereno”, José María “El pesetero”
y yo le acompañábamos aquel día y, la verdad, quedamos anonadados con su
afirmación. Sin salir de nuestro asombro uno de los contertulios le preguntó
muy intrigado sobre su descubrimiento:
-
Tío, tírate del nido y aclárate un poco… ¿Qué solución tienes tan bien guardada
en tu cartera para tan irremediable asunto?
-
Aburrirse mucho todos los días, tanto si
sale el sol como si le da por no salir. Yo lo hago y me va muy bien.
Entonces
le pregunté:
- ¿Y qué haces
todos los días para aburrirte mucho?
Entonces,
con su particular tranquilidad tomó la palabra de nuevo y nos informó, de
manera pormenorizada, de lo que hacía:
-
Como el secreto está en aburrirme muchísimo pues todas las tardes me voy a la higuera del “Cerro Pino”.
-
¿Y, con eso qué solucionas? –le preguntó José
María muy intrigado.
-
Muy fácil. Como estamos en invierno
me voy antes de que se acabe el sol, me siento debajo de ella, espero que
anochezca y, mientras viene la oscuridad, voy comprobando, día a día, si ya ha
salido alguna hoja o alguna breva. Mientras hay luz anoto las incidencias
observadas en un cuaderno, tanto si las hay como si no. También anoto si he
pasado mucho o poco frío, los estornudos, las veces que me he secado la nariz…
En fin, lo normal en un ambiente gélido y desapacible.
En
primavera, un año observé que la
higuera no tenía en su momento manifestaciones externas normales, pregunté a
los mayores y quedaron sorprendidos… ¿Sabéis
cuál fue la causa de aquella subnormalidad de la higuera?
La
dichosa higuera pertenecía a una generación de higueras jóvenes, ya sabéis lo
que esto significa por nuestros hijos, y le pasaba como a las generaciones
jóvenes de las personas: Se sentía
encorsetada con mi presencia y no
quería que le restringiera su liberta por las tardes. Por la forma que tuvo
de decírmelo descubrí que estaba bastante resentida, algo muy usual entre los
jóvenes, y también que tenía más mala leche que una pared vieja.
Yo seguí a lo mío,
aburrirme, y, como era una planta pues no esperaba que me entendiera y por lo
tanto no merecía la pena que me esforzara con razonamientos. Cuando comprobó
que no había conseguido nada con su actitud de protesta ocurrió lo corriente,
es decir, que empezaron a salirle sus cosillas propias. Entonces seguí muy puntual
lo que aparecía mediante las observaciones, mediciones y muchas cosas más. Me
lo pasé bomba pero cuando comprobé que se me pasó el tiempo en un santiamén me
cabreé porque me había apartado de mi filosofía y entonces acordé con ella
darle vacaciones en primavera al año siguiente. Ella se puso muy
feliz, me dio las gracias y desde ese momento somos muy amigos.
Desde
entonces, las primaveras me las paso intentando pescar elefantes en el arroyo Salado, los churrianeros que pasan por allí me dicen que estoy loco pero más
locos están ellos que no paran de hablarme de su palacio mientras me observan y charlamos. Puedo afirmar que,
hasta la fecha, no ha picado ningún elefante pero como se le ocurra a alguno
hacerlo algún día prometo que lo pasearé por Churriana y, lo más importante, mi esposa Paqui ya no tendrá que bajar a la carnicería para comprarme carne
tierna durante una buena temporada, ya sabéis que de dientes estoy peor que
doña Rogelia.
En
verano, otra vez, el aburrimiento
alcanza de nuevo un grado excelente porque empiezo a comprobar cada día si ya
se le ha caído alguna hoja que otra y cuántas brevas o higos han sido
picoteadas/os por los dichosos pájaros. Esta nueva situación me hace cabrearme
mucho con los pajaretes, mi chacho Tomás
“Calderas” sabía mucho de ellos,
humanos y animales, y de él aprendí cómo se las gastan todos.
En
otoño, con la caída de las hojas, me
vuelvo a aburrir más de la cuenta porque tengo que trabajar las Matemáticas dos veces todos los días,
por la mañana en clase con los niños y al atardecer en la higuera, aquí sumando
las hojas que se han caído una y otra vez para no equivocarme.
Entonces
Juan Lerma lo felicitó por su
razonamiento y le dijo:
-
Llevas mucha razón, debe de ser muy aburrido lo que haces en la higuera porque
hasta yo me he aburrido mientras escuchaba la historia de tu INVENTO.
Él
ni se inmutó con lo que le dijo Juan
y siguió filosofando:
-
Tu respuesta es normal, estás acostumbrado a jugar al ajedrez con el reloj, por
ello la bandera se te cae cuando la máquina lo decide y tú, si no tienes
ventaja, encima te cabreas contigo mismo. Estás viviendo el tiempo contra el
reloj a diario y cada vez estás más viejales por eso.
Te aconsejo
que te busques una higuera en Jaén y así lograrás que el tiempo tarde mucho en
pasar, no se te bajará la bandera tan pronto y le ganarás a todos los que
jueguen contigo debajo de ella. Lo conseguirás porque ellos seguirán
divirtiéndose mientras luchan contra ti y el reloj pero tú, por el contrario,
lucharás solo contra ellos ya que el tiempo del aburrido transcurre más lentamente
y a tu lado.
Sonó
la sirena y, como estuvimos tan ensimismados con los planteamientos de José Carlos, nos quedamos con la
sensación de no haber salido al recreo. Entonces me acordé de D. Francisco Bautista y les propuse:
-
No tengáis prisa muchachos, tranquilos.
Con
mi propuesta yo pretendía sacarles alguna expresión lógica y adecuada al
momento: Los niños nos esperan o no es ético demorarnos… En fin, sabía que cualquiera
de esas verdades, u otra, aflorarían de alguno de ellos y así fue. Una vez
conseguido el objetivo les conté la inolvidable historia que nos regaló D. Francisco en más de una ocasión.
Ocurrió
ésta en unos tiempos muy pretéritos, ya son muy mayores los niños que acudían
todos los días, en el autocar de Fernando
Bergillos, desde Torrequebradilla
hasta nuestro Colegio para asistir a
clase. Para que esta realidad fuera posible era necesario que funcionara el “Comedor Escolar”. Josefa, la esposa de José “Papato”, y Patrocinio, más conocida como “Patro”, eran quienes estaban al
frente de la cocina. Cuando en el menú se servían “Filetes rusos” ellas le comunicaban a D. Francisco que ese día se pasara por la cocina en el recreo, lo
hacían porque le encantaban.
Unos
cinco minutos antes de que tocara la sirena, él salía de la cocina con la panza
llena por haber ingerido 2 ó 3 “filetes rusos”, el pan pertinente y dos
botellines de cerveza.
Al
llegar al grupo interpretaba siempre la misma escena:
-
Hoy, tocaba…
No
tenía que decirnos el nombre de lo que había comido porque ponía las dos manos
juntas y las giraba varias veces a izquierda y derecha. Seguidamente sacaba su
cigarro y lo encendía, no tenía tiempo para más cosas porque ya tocaba la
sirena. Iniciábamos el camino de las aulas y él entonces se resistía a entrar,
para manifestar su actitud nos decía siempre:
-
No tengáis prisa por entrar en la escuela
porque mientras más tarde entremos más pronto salimos.
Como
es lógico recordar al “Chache” nos
alegró la despedida y entonces José
Carlos nos preguntó:
-
Bueno, va siendo hora ya de que nos
marchemos a clase “ni pollas”… ¡¡¡Digo yo!!!
Las
carcajadas que nos provocaron estas palabras salieron del alma y fueron las
trompetas que nos recordaron que debíamos emprender de nuevo el camino del
aula.
Ahora
pongo los pies en el suelo de nuevo y confirmo a los lectores que esta historia
está redactada en un plano irreal pero sustentada en hechos totalmente reales:
Los personajes, los recreos, la filosofía de José Carlos, la higuera, sus visitas diarias a ella, los “Filetes Rusos”, la frase de D. Francisco… Me he tomado la licencia de ensamblar las
ideas e intentar homenajear al recuerdo imborrable de unos amigos y compañeros
de trabajo, sólo se marchó D. Francisco,
si José Carlos hubiera llegado antes
al Colegio nuestro viejo colega
hubiera seguido su filosofía y todavía estaría dando guerra entre nosotros, mi
padre no tenía el humor de “Don Nipo”
pero como la vida es muy amena pues no le hubiera quedado otro remedio que visitar
también la higuera del “Cerro Pino”
o plantarse una en el corral de casa. Ellos se jubilaron antes de que el
invento fuera divulgado.
Amigo
José Carlos, tu filosofía de vida es
genial y lo importante es que cada cual debe ser fiel a la suya, yo también
tengo la mía y la sigo a rajatabla. Si alguien se enamora de nuestros modelos
pues se los prestamos durante unos días para que den unas vueltas con ella y,
si quedan satisfechos, pues les hacemos unos buenos precios y que nos compren
los modelos. Nosotros tenemos recursos imaginativos para no aburrirnos y ser
felices con cualquier otra cosa.
Ahora
te ofrezco una nueva distracción, me he comprado un invento muy nuevo que está
comercializando Zamorita con gran éxito: La
paleta matamoscas.
No
sé si te ha llegado la noticia de que las últimas moscas del barrio se resisten
a abandonar nuestras casas, no creen en tu filosofía de la higuera para vivir
más y prefieren la calefacción de los hogares. Yo no les había avisado de mi
compra y esta mañana sorprendí a una exploradora que se había parado en el
ordenador, la espanté, la seguí con mi adquisición en vuelo alto y, cuando se
posó junto a la estufa, le aticé un zambombazo certero. Entonces le dije por si
me escuchaba: Esto te ha pasado por no querer seguir la receta de José Carlos.
Ahora
me toca a mí mostrarte la filosofía que defiendo para pasar el tiempo de manera
feliz: Andar y llevar siempre acuestas
el tercer ojo. Gracias a él me lo paso fenomenal, no me aburro y el día se
pasa muy pronto, porque cuando llego a casa ya tengo la costura de descargarlas
y visionarlas, esta última labor me encanta porque he descubierto que nuestro
pueblo tiene muchas bellezas naturales, muchos ni se las imaginan.
Como
RECONOCIMIENTO a tus aportaciones a la originalidad villargordeña te
ofrezco, como REGALO, una mínima
muestra de lo que tengo encerrado en ese objeto que tanto me ayuda a ser feliz,
el ordenador:
1.-
MADRUGANDO puedes caminar hasta el “Cerro San Cristóbal” o las eras de la “Dehesa Boyar” y entonces podrás
encontrarte con estos AMANECERES tan
bellos:
2.-
Al regresar a casa, el campo te
puede regalar estas maravillas que nacieron en él de manera espontánea:
3.-
Si CAMINAS por extramuros del casco
urbano puedes encontrar todo tipo de sorpresas bellas:
4.-
Cuando decidas visitar a algún familiar comprobarás que las edificaciones de nuestros
paisanos tienen muchas comodidades y por ello debemos de congratularnos:
5.-
Si alguna tarde te encuentras aburrido en casa y te das un paseo por las eras
de la “Dehesa Boyar” puedes ver
este ATARDECER tan caliente:
6.-
Si deseas hablar con Cristo en la ermita puede que tengas suerte y el
día que subas, desde allí, puedas observar esta maravilla natural de nuestro
entorno:
7.- De vez en cuando, se pueden observar estas curiosidades:
Un
abrazo y a dormir.
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