Todos
los días escribo algo y lo paso muy bien mientras lo hago pero hoy no he tenido
esa sensación debido a que tú eras el centro de interés del tema que trataría…¡¡¡Tu viaje final!!!
Ayer
estaba en casa escribiendo, como la mayoría de las tardes,
el
reloj del ordenador mostraba las 20:00 horas, Mari regresó a casa después de haber estado en el templo parroquial
y allí recibió la noticia de tu marcha, subió a verme y me la comunicó. Quedé muy
sorprendido al recibirla porque, sabiendo que estabas delicado, en nuestro último
encuentro me dejaste una impresión muy favorable sobre tu estado de salud.
Cuando recuperamos la normalidad le propuse ponernos en marcha para acudir a
Jaén y así poder estar junto a tus seres queridos un tiempo en el tanatorio.
Una
vez allí, al abrazarme a tus dos hijos, me comentaron lo feliz que fuiste cuando
estuve en tu casa. Yo también tuve esa sensación y guardo un recuerdo maravilloso de esa mañana porque
nos olvidamos de todo lo presente, viajamos hasta el pasado y revivimos
aquellos mañanas inolvidables que pasábamos charlando en los bancos del “Paseo”, junto a los otros mayores, o
aquellas tardes risueñas en el primitivo “Tropezón”.
En éstas jugábamos aquellas inolvidables partidas de tute, por divertidas, con
los otros inolvidables amigos también desaparecidos: tu suegro Maximiano “El Quino”, Perico “El de la graciosa” y Rodrigo “Camacho”… ¡¡¡Las que nunca
volverán ya!!!
Yo
era un joven inexperto entre
vosotros y tú un experto tutero, el MEJOR. Fuiste, para mí, un MAESTRO genial porque supiste decirme
las cosas con buenas formas en aquellas jugadas donde yo no acertaba con la
mejor acción. Sobre el terreno, y antes de que desaparecieran las huellas de mi
desatino, me comentabas lo que había hecho mal para hacerme ver con claridad
cuál había sido mi error, siempre lo hacías con delicadas formas, algo inusual
en aquellos tiempos, y, mientras me hablabas para mostrarme el camino, tu cara siempre
me ofrecía la imagen de la alegría. Con estas formas de decir las cosas yo no
me acomplejé jamás y así, gracias a tu metodología tan extraordinaria, fue como
logré llegar a ser un buen alumno.
Desde
aquellas fechas siempre mantuvimos el mismo nivel de amistad y cuando tu esposa
comenzó a necesitarte tus salidas a los lugares frecuentados desaparecieron y
ya te limitabas a unas fugaces apariciones por la calle, siempre ibas cargado
de bolsas y lo hacías con una energía increíble, lo que me llenaba de alegría.
Sé
que la cruz que llevabas sobre tus hombros en silencio era pesada pero nunca
ponías la cara larga para así mostrar al exterior su pesadez, por ello tengo la
esperanza de que el Padre, el que lo
ve todo, ya te habrá colocado donde te mereces.
Me
gustaría poder presentar ante el Padre,
el día que me llegue la hora de viajar, una hoja de servicios al prójimo como
la tuya.
Supiste
aglutinar a la familia y por eso los tenías a todos a tu alrededor anoche,
puedes descansar tranquilo, dejaste una buena escuela y tu querida esposa
estará bien cuidada.
Hubo
y habrá hombres enamorados de sus esposas y preocupados por el aire que las
pueda azotar pero estoy seguro que ninguno te superó y, para no ser injusto, les
concedo el empate.
Nuestro
inolvidable Juan Navarro “El Inspector” decía: [Para beber vino el número ideal es nones y
menos de tres].
Un
sabio afirmó en una tertulia de amigos: [Para
contar los buenos amigos nos sobra con los dedos de una mano].
Querido Manolo "El de las zapateras", al marchaste, ya sólo me quedan tres dedos para contar a mis buenos
amigos terrenales.
No
te impacientes que te lo pienso comentar, mi otro dedo quedó inutilizado para estos cálculos cuando
murió Juanito “Tropezón”.
¡¡¡Manolo, siempre tendré presente el recuerdo
de nuestra gran AMISTAD!!!
Paco
Pérez
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