Colaboración de Miguel Torres Moreno “El de Carchinilla”
Por
Ley 33/1.981, de 5 de octubre, fue modificado el Escudo Nacional, eliminando del mismo, entre otros elementos, el águila de San Juan Evangelista. Algunos le llaman, de forma despectiva,
"El aguilucho" porque
relacionan este símbolo con el régimen franquista. Este es un error descomunal de
quienes hablan así pues les hace suspender la Historia en junio y por ello
deberán de volver a intentarlo en septiembre.
Estos
episodios ocurren cuando las personas se dejan influenciar por las consignas sesgadas de
quienes sí tienen unos intereses concretos. Con el paso de los años este
tratamiento incorrecto hacia nuestra bandera se convirtió en leyenda urbana,
ésta comenzó a circular como mentira y, a fuerza de repetirla muchas veces se
convirtió, para algunos españoles, en verdadera.
Estas
realidades ocurren porque muy pocos ciudadanos se preocupan de comprobar la información difundida, con
independencia y rigor, en las fuentes escritas y editadas en papel o en medios digitales.
Quienes hubieran tenido esta preocupación habrían podido comprobar que el águila no es un símbolo incrustado
en el Escudo por el régimen de Franco sino que ya era utilizado en las armas de los Reyes Católicos, hace más de quinientos
años.
¿Nadie conocía esta verdad histórica o es
que interesaba confundir a los españoles que van por la vida rectos y sin
dobleces?
Por
error o desconocimiento, este Escudo
con el águila se ha llamado "preconstitucional"
e incluso "anticonstitucional",
lo cual es un error; pues aparece en la primera impresión que se hizo
de la Constitución de 1.978.
En
dicha Ley se dispone que los distintos organismos públicos que utilicen el Escudo de España dispondrán de un plazo
máximo de tres años para sustituir el escudo hoy en uso; exceptuando aquellos
edificios declarados monumentos históricos-artísticos, de cuya ornamentación
forme parte el escudo existente.
A
causa de esta modificación, se dotó a todos los cuarteles de la Guardia Civil de la Bandera Nacional que llevaba el nuevo Escudo. Yo trabajaba entonces en Abarán (Murcia) como “Comandante de Puesto” y en esta
provincia el acto de entrega de la nueva bandera tuvo lugar en el acuartelamiento de la Comandancia de la capital.
Con
motivo de dicho acto, en el que participé como responsable del acuartelamiento
en el que estaba destinado, y con el objetivo único de guardar un recuerdo de
este acontecimiento nació este trabajo que hoy he desempolvado con la sana
intención de que la verdad histórica sea respetada y no se cambie.
Una
tarde, tomando café con un compañero de trabajo que es un enamorado de los
temas militares y algo amante de la poesía, comenzamos a hablar del tema y fuimos
aportando muchas opiniones y recuerdos. Para evitar que se nos olvidaran las
aportaciones que íbamos haciendo, tomamos un papel y un bolígrafo para escribirlas.
Así fue como quedó plasmado, de manera improvisada, el desarrollo del acto
vivido.
Texto
escrito para recordar el acto:
POR NUESTRO AMOR A ELLA
Amaneció un
luminoso día del mes de Junio.
Primavera
murciana, plena de sol; cielo azul y resplandeciente como faz de esmeralda; jardines
preñados de flores que se abren y que estallan en mil colores;
centenares de
pajarillos que revoletean en la alegre mañana de árbol en árbol, picoteando
aquí y allá la fruta ya madura, mientras dejan en el espacio sus maravillosos y
encantadores trinos.
En el fresco
amanecer, un aroma inconfundible: el azahar de la cercana huerta de naranjos, mandarines
y limoneros que perfuman el ambiente que se esparce y que penetra hasta en los
lugares más recónditos.
El
día, por sí mismo, ya cantaba lo glorioso del acto que se iba a celebrar: La entrega de la Bandera Nacional a los
Comandantes de todos los puestos de la Guardia Civil en la provincia.
Llegamos
al acuartelamiento de la capital y allí todo resplandecía. El patio
perfectamente preparado, absoluto orden
y limpieza. La recepción a las autoridades civiles, impecable. El sol, en lo
alto, apretando de firme. El mástil de la bandera, vacío. Sobre una mesa, cerca
de la presidencia, las enseñas de la
Patria enrolladas y en espera de ser
entregadas, por los respectivos alcaldes, a sus jefes de acuartelamiento.
Banda
de música militar, compañía de honores, oficiales y suboficiales, todos, en
perfecta formación. Las primeras autoridades civiles y militares de la
provincia, así como los señores alcaldes, todos presidiendo el acto que en
breves momentos daría comienzo.
Breves
palabras, de carácter obligado, pues el calor era inmenso. Se entregó la
primera bandera, la que fue izada en el vacío mástil del patio del acuartelamiento.
La banda de música atacó con los acordes del Himno Nacional y la bandera,
lentamente, fue subiendo hasta ocupar su sitio, en lo más alto del mástil.
A
pesar de no haber en el ambiente ni el más mínimo síntoma de viento, éste no
quiso estar ausente en tan principal acto y, como en un supremo esfuerzo, un
bandazo de aire la desplegó totalmente y la bandera lució con majestuosidad sus
grandezas.
A
continuación, mientras la banda de música dejó escapar de sus instrumentos un
sobresaliente y extraordinario “Silencio
Floreado”, fue depositada a su pie una corona de flores en recuerdo de los
caídos en defensa de la Madre Patria.
Mientras
se producían estos sincronizados movimientos escénicos, los pelos de los
presentes se nos pusieron de punta y la emoción nos atenazó las gargantas. Fue
el momento más solemne y sublime.
Después
vivimos una sucesión de rápidas imágenes en las que, al son de marchas
militares interpretadas de forma intachable, se fue nombrando a cada alcalde y respectivo comandante de puesto para recoger la
bandera. Saludo militar, entrega de la Enseña Patria y apretón de manos.
Presenciando
esta escena estuve, y viviéndola emocionado, hasta que me llegó el turno.
Nuestro alcalde, D. Antonio Morte Juliá,
me la entregó después de depositar un beso sobre ella y entonces se oyó un
murmullo de aprobación y admiración entre el gentío que presenciaba el acto.
Fue el único alcalde interviniente en el acto que realizó tal gesto. Un fuerte
apretón de manos selló la entrega.
Con
posterioridad, y mientras nos bebíamos una cerveza para refrescar el cuerpo, me
comentó que había estado a punto de rodear la mesa, salir a mi encuentro y
darme un abrazo pero que no lo había hecho por no romper con el protocolo
oficial.
Marchas
militares, desfile entre los aplausos del numeroso público congregado, vivas a
la Guardia Civil y a nuestro Ejército y, finalmente, volvieron los
saludos y los apretones de manos entre hombres curtidos en mil avatares de la
vida.
Abrazos
y alegría fue la tónica de la convivencia vivida entre civiles y militares en un
perfecto día. Como debe ser entre las gentes de un país democrático y libre.
Cada
vez que veo ondear al viento en la puerta de un cuartel la Bandera Nacional me vienen a la memoria las imágenes de aquella
maravillosa mañana en la que no lloré, tal vez y como dijo nuestro alcalde, por
no romper con el protocolo pero ganas no me faltaron.
Ese
día es uno de los que jamás olvidaré.
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