sábado, 21 de junio de 2014

CORPUS CHRISTI

Colaboración de Paco Pérez
TEXTOS
DEUTERONOMIO 8, 2-3.14b-16ª
Moisés habló al pueblo, diciendo:
- El camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto; para afligirte, para ponerte a prueba y conocer tus intenciones: si guardas sus preceptos o no.
Él te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres, para enseñarte que no sólo vive el hombre de pan, sino de todo cuanto sale de la boca de Dios.

No te olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud, que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, con dragones y alacranes, un sequedal sin una gota de agua, que sacó agua para ti de una roca de pedernal; que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres.
1ª CORINTIOS 10, 16-17
Hermanos:
El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?
El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan.

JUAN 6, 51-59
Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si        uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.
Los discípulos se pusieron a discutir: ¿Cómo puede este darnos de comer su carne?
Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí.
Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre.»    Esto dijo enseñando en la sinagoga de Cafarnaúm.   
REFLEXIÓN
Los cuarenta años que pasó el pueblo de Dios recorriendo el desierto, antes de entrar en la “Tierra prometida”, es una noticia que siempre ha ocasionado un cierto desconcierto en muchos cristianos… ¿Hubo y hay motivos para que el espíritu se sienta zarandeado por esa realidad histórica?
No. Lo afirmo porque considero que ese desconcierto es fruto del desconocimiento que tenemos de Dios y de su Palabra.
Somos muy proclives a criticar las actuaciones de Dios y nos olvidamos de que cuando sucede algo todos los intervinientes tienen garantizado el derecho de ser considerados “presuntos”… ¿Por qué reclamamos, con justicia, ese proceder para los hombres y a Dios lo encerramos donde nadie lo vea para así poder condenarlo sin ser escuchada su versión de los hechos?
Dios no abandonó, después de Egipto, a su pueblo aunque esa fuera la impresión que recibieron. Las calamidades padecidas fueron las pruebas que tuvieron que pasar para que Él comprobara si realmente le amaban y respetaban su ley.
El hombre, por naturaleza, está acostumbrado a recibir pero él nunca reconoce el bien recibido, en el plano humano tampoco, y mucho menos en el divino.
Debemos profundizar en la Palabra para comprender que con la “Nueva Alianza” se da un paso adelante en la comprensión del plan del Padre para nosotros, Moisés les mostró el camino al principio y después, con el paso de los años, es Jesús quien enseñaba a diario qué se debía hacer con el prójimo y quien hablaba de comunión… ¡¡¡Ese es el camino!!!
Cuando viene Jesús el plan de Dios para el hombre alcanza una dimensión nueva. En el desierto el hombre recibió alimentos materiales: maná, codornices y agua. En aquellos tiempos las entendederas humanas sobre el Padre estaban muy limitadas, venían de haber vivido en Egipto rodeados de un ambiente de idolatría y muy pocos conservaban la creencia en el Dios verdadero. Por eso… ¿Era el momento adecuado para presentarles al Dios del NT?
No lo era porque ellos entendían de cosas tangibles y comestibles, por eso añoraban en el desierto las cebollas de Egipto, tanto, que ya estaban dispuestos a volver para ser esclavos de nuevo y no vagar más por él pasando necesidades de toda índole.
Por lo anterior deduzco que del espíritu de Dios no se les podía hablar en ese momento. Yo lo interpreto así, no es mi intención decir que es verdad, pero dos milenios después de Jesús todavía no comprendemos qué nos pide Jesús que hagamos… ¿Hemos entendido realmente qué quiso decirles Jesús cuando les habló de comer su carne y beber sus sangre? ¿Seguimos entendiendo su mensaje en un plano material, en el espiritual o en el que mejor nos va a cada cual y no como en el que Él quiso enseñarnos?
El Papa nos deja, con mucha frecuencia, mensajes para ser meditados… ¿Qué habrá querido decir con que tenemos que volver la vista a nuestras raíces?
Dicen los que saben que nos ha invitado a redescubrir el bautismo como fuente viva y a sacar energías nuevas de la raíz de la "fe" y de la "experiencia cristiana". También que nos ha instado a “volver a Galilea”, es decir, a retomar las raíces del cristianismo.
Es necesario volver allí porque, a su juicio, representa “el lugar de la primera llamada, donde todo empezó”, y ha subrayado que ese gesto significa “releer todo a partir de la cruz y de la victoria”.
Si leemos a José A. PAGOLA en “La Eucaristía, experiencia de amor y de justicia” (Sal Terrae), podremos entender mejor las palabras de Francisco.
Pagola analiza las distintas partes de la Eucaristía y deja al descubierto nuestro comportamiento cristiano, verdades dignas de ser meditadas:
1.- LITURGIA DEL PERDÓN
Nos recuerda las contradicciones que se dan entre nuestra celebración cristiana y nuestro comportamiento real.
2.- LITURGIA DE LA PALABRA
Es el momento de escuchar; no nuestros intereses egoístas, nuestras justificaciones o nuestra indiferencia, sino la Palabra de Dios, que interpela nuestra apatía e insolidaridad y puede introducir un profundo cambio en nuestras vidas.
3.- ORACIÓN DE LOS FIELES
Esta oración de toda la comunidad creyente nos permite evocar las injusticias, abusos, conflictos, marginaciones y miserias que deshumanizan a las personas y a los pueblos.
No es Dios el que necesita ser informado de todo ese sufrimiento sino que somos nosotros los que tenemos que tomar conciencia del mismo. No es Dios el que tiene que cambiar, reaccionar y “hacer algo” por esos hombres y mujeres; somos nosotros –la comunidad allí reunida- los que hemos de cambiar y acercarnos a ese sufrimiento en actitud amorosa y solidaria.
4.- PRESENTACIÓN DE LA OFRENDAS
Antiguamente, éste era el momento en que los creyentes presentaban sus ofrendas y aportaban los bienes que más tarde serían compartidos o servirían para ayudar a los más pobres y necesitados. Hoy ofrecemos ritualmente el pan y el vino, “fruto del trabajo de los hombres”. Son “signos” que evocan los conflictos, las luchas y los enfrentamientos entre ellos. Los más fuertes y poderosos explotan a los más débiles. Son muchos los que se quedan sin pan y sin medios para obtenerlo.
5.- PLEGARIA EUCARÍSTICA
La plegaria está transida toda ella de acción de gracias y de alabanza al Padre. Pero esta actitud sólo es posible cuando se descubre la vida y la tierra entera como don del Creador y gracia del Redentor. Esto exige una disponibilidad y un esfuerzo real para lograr una redistribución más justa de los bienes de la tierra. No podemos “levantar el corazón” a Dios y “unirnos” a toda la creación en un canto de alabanza y acción de gracias desde una actitud egoísta y acaparadora.
En la plegaria hacemos memoria de Jesús y de su gesto de entrega radical: “Este es mi cuerpo, que será entregado…” “Esta es mi sangre que será derramada…
6.- LA COMUNIÓN
La comunión queda vacía de contenido si no es exigencia concreta de amor y de justicia. El rito comienza con la oración del “Padre nuestro”, recomendada por Jesús. Toda la comunidad invoca a Dios como Padre desde una actitud de fraternidad y reconciliación… El “gesto de la paz” viene a hacer más visible esa actitud fraterna exigida por la comunión. Nos intercambiamos la paz del Señor. Paz que solo es posible en la justicia, la solidaridad y el amor. Si nos damos la mano, es porque estamos dispuestos a echar una mano a todo el que nos pueda necesitar.
Por último nos recuerda lo que debe ser el “DOMINGO”, día del AMOR y la ESPERANZA.
En los primeros tiempos, los cristianos se reunían para celebrar la “Resurrección del Señor”. Más que una obligación privada e individual de cada cristiano, el celebrar el domingo es deber y misión de toda la Iglesia, que está llamada a ser testigo de la esperanza que el Señor ha abierto para toda la humanidad.

Es el día de la asamblea cristiana. Durante la semana vivimos dispersados, atendiendo cada cual a sus trabajos, ocupaciones y problemas. Pero el domingo lo dejamos todo para encontrarnos, reunirnos y formar juntos la Iglesia que celebra a Jesucristo. 

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