VIAJERO EN ATOCHA
Colaboración
de José Martínez Ramírez
Este poema se lo dedico a Domingo
López Jiménez “Chacal”, un buen amigo.
En
la estación de Atocha
tocaba
bien la guitarra,
sonreía
mientras lo hacía.
De
Espeluy, no de Navarra,
cargado
de dudas venía,
llegaba
con besos y gana
por
ver si venía el día,
perfumado
y con garra.
Con
una luna, y no mentía,
tatuada
en su espalda
me
dijo que no huiría,
si
la invitaba a una farra.
Así
que la llevé a una croquetería
y
allí se dejó muy olvidada,
aquella
que nunca mentía,
antes
de llegar a Joy Eslava.
Qué
hotelito buscaría
que,
al pagar, toqué a casi nada.
Las
musas me advertían,
la
cartera te será limpiada.
Con
una luna, y no mentía,
tatuada
en su espalda
me
dijo que no huiría,
si
la invitaba a una farra.
Antes
de partir tenía
la
misma risa, aliada,
que
cuando la conocí.
La
dejo bien diezmada,
la
fiesta no quise destruir,
a
una mujer casi sagrada,
así
que me dejé dormir.
Con
una luna, y no mentía,
tatuada
en su espalda
me
dijo que no huiría,
si
la invitaba a una farra.
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