Colaboración de Paco Pérez
Los
hombres somos muy aficionados a etiquetar a los demás cuando éstos toman
decisiones sobre cualquier tema, tanto si nos afecta como si no.
Si
nuestra profesión es el “comercio” tenemos
una responsabilidad como tenderos y por ella tenemos la obligación de ponerle etiquetas
con los precios a nuestros productos y los clientes, después, usarán su
libertad para entrar o no a nuestra tienda al verlos. Quienes decidan visitarnos,
después de hacerlo, podrán optar por salir cargados de bolsas, con las manos en
los bolsillos y silbando o protestando al maestro armero porque consideraron al
verlos que los artículos eran muy caros, acción totalmente innecesaria e inútil.
Con
los “Galardones del buen vecino” siempre
ocurre igual, quienes dirigen nuestros destinos locales eligen a los nominados
entre las propuestas que reciben de otros. El día de la gala se reparte en el lugar del acto unos dípticos
con los nombres de los homenajeados y el vecindario asistente se suele
comportar ejerciendo una leve crítica, los menos, hacia la elección realizada.
Actúan así porque entienden que algunos no se lo merecen, son los
inconformistas de siempre. Otros no asisten, la mayoría, y se quedan en casa
porque pasan de estas cosas.
¿Cuándo se critican las decisiones que toman
otros se hacen con objetividad o de manera subjetiva y empujados por intereses
personales?
La
realidad de la vida es que lo complicamos todo y no pensamos que ésta es muy
sencilla si aceptamos que alguien tiene que tomar las decisiones por los demás
y que los que no tenemos esa responsabilidad lo que debemos hacer es practicar
la sana costumbre de colaborar más con ellos y no criticarlos tanto.
No
debemos confundir CRITICAR con OPINAR porque quienes critican no pretenden edificar sino
ejercer la fea costumbre pueblerina de hacer
daño a otros. Opinar sobre las
decisiones que otros toman por nosotros con “espíritu crítico” es bueno si lo hacemos siempre de manera
constructiva, en este caso es positivo, pero es malo cuando criticamos porque consideramos que nos
perjudicaron, entonces es poco objetiva y muy lamentable nuestra actitud.
La
incultura que se nos está vendiendo en los medios está acabando con los
principios tradicionales recibidos de nuestros mayores, éstos infundían
seriedad a las personas y los empujaban a respetar las normas más elementales
de la convivencia. Hoy, hemos asimilado con naturalidad que todo es relativo y
por ese fenómeno miramos un mismo tema de diferentes formas, de ahí se deriva
que el abanico de respuestas sea variado y frívolo. Esta sociedad no dirige nuestros intereses y sólo ha
aprendido a protestar ante todo, a tener derecho a todo y a considerar que no tienen
obligaciones con los demás.
Para
comprender mejor el mensaje aconsejo a quienes ejercen de criticones con las
personas que nos gobiernan que tomen responsabilidades serías en la sociedad,
que se pongan el mono de trabajo y que, en vez de hablar tanto de los otros, lo
hagan ellos y de manera altruista.
Retornando
a los ejemplos del comienzo opino que ante la decisión de un comerciante no se pueden lanzar críticas porque él se juega su
dinero y los demás sólo podemos ejercer el derecho de “ver su oferta y no comprarla”. Con los dirigentes políticos honrados de la cosa pública hay que ser justos
porque ellos, con las decisiones, se juegan su prestigio y éste, si fallan, lo
pierden y ese es su capital más preciado. Por ello hay que respetarlos y no
acosarlos con opiniones que, en la mayoría de los casos, están cargadas de
ignorancia.
El
escribir estos argumentos iniciales está motivado en las críticas que he
escuchado, muy pocas, sobre algunas nominaciones.
La
documentación que tengo sobre los galardonados está circunscrita a lo escuchado
de quienes intervinieron en el acto esa noche, no más, y como el soporte
fotográfico de que dispongo sobre ellos es nulo pues me voy a limitar a
mostrarles lo que sí tengo con precisión de detalles. Como Antonio López Cañas es nuestro tío pues de él sí tengo el TEXTO y las fotos que remitió a los responsables del evento, a petición de
ellos, y a ese dossier me voy a limitar para no incurrir en errores o
deficiencias.
Cuando
tienes 84 años crecidos y tu vida la has pasado en su mayor parte entre la
familia y el trabajo, no puedes evitar la sorpresa que un día te llevas cuando
abres el buzón de Correos y te encuentras que han depositado en él una carta
del Excmo. Ayuntamiento de Villatorres y entonces, antes de abrirla, te
preguntas… ¿Qué impuesto tendré
pendiente de pago? La abrí y el temor se esfumó cuando comprobé que era una
carta en la que se me comunicaba el acuerdo por el que había sido propuesto
como “buen vecino” del municipio.
Acepté el “GALARDÓN” concedido y por
ese gesto quiero agradecer a la Corporación
Municipal que se hayan acordado de mí. También quiero decir que estoy
encantado de estar esta noche aquí, junto a estos otros paisanos y paisanas, para
compartir este acto con todos ustedes.
Decir
que soy un hombre de pocas palabras no es mentir pero ello no le ha impedido a
mi mente trabajar desde que recibí la carta para el acto. No sé cómo habrán
reaccionado los demás galardonados pero en mi caso el recuerdo ha trabajado
intensamente durante algunas fechas y me ha traído las vivencias maravillosas
que tuve junto a las personas que quise mucho y que hace unos años salieron de
mi vida al fallecer, me refiero a los buenos momentos que pasé junto a mis
padres, hermanas y abuela Mª Josefa.
También
he recordado con gran emoción que en mi educación hubo dos personas que fueron
determinantes para mi futuro profesional: La abuela Mª Josefa y D. José Alcalde
Siles.
Ella
fue quien me inició en la lectura y escritura, antes de ir al colegio, y él porque
fue mi maestro de Primaria siempre.
En aquellos
tiempos estudiar no era tarea fácil para un niño de Villargordo pues las
penurias económicas agobiaban a todas las familias y, cuando me llegó el
momento de poder iniciar el Bachiller, D. José habló con mi padre y lo
convenció para que estudiara, algo que no le resultó fácil de conseguir. Con su
ayuda de enseñante aprobé el ingreso y los cursos primero y segundo. Después
dejé los estudios y él sintió mucho que tomara esa decisión.
La
experiencia educativa que viví con D. José me lleva hoy a decir de él, con
justicia, que fue un gran maestro y una mejor persona en el plano
social-cristiano, esta última faceta de su vida no se ha comentado en el pueblo
suficientemente pero sí se puede confirmar preguntando a quienes estuvieron con
él de alumnos… ¡Compraba de su bolsillo
el material escolar de los niños que no tenían medios económicos! Todas
estas razones, además de las mencionadas antes, las tendré presentes mientras
viva y me harán recordarlo con gran cariño.
Hice el
Servicio Militar en Sevilla, como
ayudante sanitario en oftalmología, rodeado de monjas y médicos. Fue una
experiencia inolvidable por el buen trato que recibí de todos y por lo que
aprendí junto a ellos.
Al
regresar licenciado, en el año 1955, decidí reanudar los estudios abandonados
de Bachiller y los concluí; en 1958 apruebo el Ingreso en Magisterio y comienzo
a estudiar la carrera, eran tres cursos y reválida, los que acabé en 1961.
Quiero
hacer constar que jamás pisé un centro de enseñanza de otra población para
cursar en él mis estudios como alumno oficial pues siempre los hice en casa y
luego me presentaba a los exámenes como estudiante libre.
En 1962
me presenté a las Oposiciones y las aprobé, así fue como me hice “Maestro”. Este trabajo me llevó hasta
Baeza y allí enseñé durante casi cuatro cursos.
Hasta
Santo Tomé, donde estuve otros tres cursos.
Y, por
último, recalé en nuestro querido pueblo de Villargordo en 1969, aquí permanecí
hasta mi jubilación en 1994.
Durante
los años que trabajé en el Colegio de nuestro pueblo desempeñé, además del
trabajo propio del aula, otras labores que entonces no estaban remuneradas ni
liberadas de tiempo en el horario escolar: La Secretaría, durante nueve cursos, y la Administración del Comedor
Escolar, junto a otros compañeros.
En los
centros donde trabajé, siempre encontré un grupo de compañeros inolvidables,
con ellos mantuve un trato profesional y humano inmejorable y por eso mi
trabajo en los centros por donde pasé me aportó buenos recuerdos y muchos
amigos.
De los
niños y sus padres también guardo un recuerdo fabuloso porque me apoyaron en el
desempeño de mi trabajo en el aula. Un ejemplo de lo que digo lo viví hace ya
bastantes años en Nerja, fue algo casual. Una tarde estaba mi sobrino Paco en
la playa y comenzó a charlar con un señor desconocido, ambos manifestaron ser
de Jaén y por ello tuvieron una conversación muy animada. En un momento de ella
Paco le dijo que era de Villargordo y él dijo ser de Baeza. Aquel señor, al
escuchar el nombre de nuestro pueblo, le preguntó sí aún vivía D. Antonio López
Cañas, su maestro en Baeza, y él se lo confirmó. Lo llevó a casa y cuando me
dijo su nombre yo no lo recordaba pero él entonces me dijo su apodo, “El
centimillo”, por él lo recordé y nos fundimos en un abrazo. Fue un momento
inolvidable para mí por el hecho de que tantos años después aquel hombre
conservara todavía el recuerdo de su antiguo maestro.
En mi
trayectoria profesional, siempre me esforcé para hacer el trabajo de manera honrada
y no escatimé esfuerzos siempre, empujado por esta ilusión participé en el
desarrollo del proceso experimental de la Reforma
del Sistema Educativo que le propuso el PSOE a los maestros, participé de
manera voluntaria y porque estaba convencido de que el esfuerzo nos haría
mejorar el trabajo en el aula. Siempre recordaré de esa experiencia lo que
aprendí el tiempo que duró y el grupo de amistad que ahí se forjó.
También
quiero recordar las experiencias que he tenido durante mi vida en la parroquia
con los sacerdotes y los jóvenes de antaño; con D. Tomás Rivas Ayuso y sus
grupos de formación y como catequista de los niños de Primera Comunión en 1986.
En esta última experiencia siempre recordaré de los padres, familiares y otras
personas ajenas la ayuda que me prestaron y, desde aquí, agradecerles lo que
hicieron entonces.
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