Colaboración de Paco Pérez
La
Cofradía había publicado unos programas para anunciar los actos para el día 17.
La
noche del día 16 bajó la temperatura ambiental muchísimo pero la tradición,
para algunos, sigue vigente y la juerga no tiene espera esa noche, aunque las
orejas se les quedaran más tiesas que una vela.
En
nuestro barrio hubo mucha movida hasta altas horas de la madrugada y durante la
celebración las voces, las risas, los cohetes, los tiros al aire y mucho
movimiento de vehículos fue la experiencia que tuvimos, pero escuchando los
sonidos que producían y desde el interior de casa.
Un
año más, al día siguiente, los villargordeños se levantaron tarde porque no
dejaron nada, sólo cenizas.
Los
más devotos y menos trasnochadores acudieron puntuales a la cita con San Antón, primero a la iglesia y
después a la ermita, para cumplir la segunda parte de la tradición. En el
templo parroquial, a las 12:00 horas, tuvo lugar la fiesta religiosa y, a
continuación, el santo fue llevado en procesión a hombros de sus devotos
cofrades.
Ésta
siguió el itinerario tradicional: Plaza de la Inmaculada, Eras, 14 de abril y,
por último, la explanada de la ermita.
Una
vez allí comenzó la procesión a cumplir con la tradición local de dar “tres vueltas a la ermita”.
Acabadas
éstas se detuvo el trono delante de la puerta principal y el párroco dirigió
unas palabras a los reunidos, con ellas nos habló sobre ciertos hechos históricos
que explicaban la relación del santo con los animales.
A
continuación pasó a bendecirlos y, por último, el santo retornó a la ermita
tras su corta estancia en el templo parroquial.
Cuando
San Antón entró en la ermita retorné a casa.
CURIOSIDADES DEL ACTO
Algunas
veces, cuando he estado en actos de esta índole o de otra, he observado cómo
algunas personas eludían que la cámara los grabara o me manifestaban, con
gestos, que no deseaban ser grabadas pero hoy me ha ocurrido todo lo contrario,
personas que se alegraban de que los enfocara o quienes me lo pedían si yo no
lo hacía.
El
caso más curioso fue el del señor Fernando
“Morenillo”. Grababa desde lejos una
escena, escuché voces y, cuando dirigí el objetivo hacia el lugar de donde
procedían, entonces descubrí que era él. Lo hacía en acto de servicio pues iba
conduciendo un carro para bebés y en él iba la nieta. Cuando comprobó que
estaba pendiente de su persona me dijo una frase y después soltó sus típicas
risotadas. Esta creación improvisada me soltó:
-
¡¡¡Échame una buena foto y procura que salga con una buena “pelliza”, que me muero de frío!!!
La
frase no era casual, estaba inspirada en las conversaciones que mantenemos, casi
a diario, cuando nos encontramos por la calle y, como siempre va en jersey, yo
le aconsejaba siempre que se abrigara porque iba a coger un buen catarro.
Después, como el que lo cogió fui yo, que iba con chaquetón y bufanda, pues de
ahí venía su mensaje irónico.
También
posaron con serenidad cuando los enfoqué:
OCURRIÓ HACE MUCHOS AÑOS
Tomás Jiménez “el de los 20 000 duros”, era muy buen
jinete en su juventud y todos los años se convertía en una figura de la
equitación en los días de San Antón,
por las improvisadas carreras de caballos que organizaban en la calle que entonces
era conocida popularmente como “Pecho de
la ermita” y que hoy es 14 de abril.
Puede que estos hechos ocurrieran hace más de sesenta años, yo era entonces un
niño muy pequeño que jugaba, por estas escenas ya desaparecidas desde bastantes
años, a dar las vueltas a la ermita siendo caballo o jinete, lo hacíamos por
parejas y había que ir al trote. El que hacía de caballo llevaba un “bocado” de olivo metido en la boca,
sujetado con los dientes y en ambos extremos se le anudada una cuerda que servía
para controlar al animal.
Hace
unos días le comente a Tomás, en la churrería, estos recuerdos y el me regaló
esta historia que vivió un 17 de enero.
Subió
a la ermita montado en su caballo, tenía entonces unos 18 años, y allí se
encontró con sus pandilla de amigos: Diego
“Malacara”, Francisco Valero “El
melguizo” y Enrique “Vitor”. En la ermita estuvieron
divirtiéndose con las cosas propias de los jóvenes y, cuando decidieron
marcharse, Tomás les dijo:
-
¡¡¡Arriba todos, que nos vamos a beber
vino!!!
Bajaron
la calle con la algarabía propia y, al llegar al cruce con la calle La Luna, Tomás tuvo la ocurrencia de llevar el caballo hasta la puerta del “Bar MAZA” y la gente le gritaba:
-
¡¡¡No lo pases!!!
No
los escuchó, lo pasó al interior con los cuatro jinetes subidos y gritó:
-
¡¡¡Ya estamos dentro!!!
Contó
que se metió entre los clientes un alboroto enorme, porque temieron que el
animal se espantara y pudiera ocurrir un desastre. La gente se fue hacía los
rincones para protegerse y abandonaron las mesas.
Pedro “El maza”, que tenía la cabeza como un
grillo, no se lo pensó dos veces y cogió un cuchillo de cocina que tenía para
cortar los aperitivos, salió del mostrador en busca de los caballistas y les
dijo en tono amenazador:
-
¡¡¡Sacad el caballo del bar
inmediatamente porque como pase algo os corto el pescuezo a los cuatro!!!
El
caballo era tan dócil que ni se inmutó y Tomás le dijo:
-
Nos echas cuatro vasos de vino, los
bebemos y nos vamos.
Pedro
obedeció, una vez que comprobó que el caballo no se movía, les sirvió el vino,
pagaron y salieron por donde entraron y con los cuatro subidos.
En
esta casa ocurrieron los hechos relatados.
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