Colaboración de Paco Pérez
Jesús lo proclamó sin descanso, hay que amar
a los otros hermanos. Cuando se cumplió lo que les anunció, comprendieron lo
que les pedía y una de las acciones que se iniciaron fue la labor misionera que
desarrollaron algunos de los primeros cristianos para llevar la Palabra a quienes no conocían a Dios,
así lograron que se formaran comunidades cristianas en otros lugares.
Una vez
constituidas no se abandonaban a su suerte y ellos tenían que visitarlas también
para seguir orientándolas en su labor de expansión mediante la predicación. Pablo
y Bernabé, cumpliendo esa misión en una de ellas, se toparon con personas que pensaban
sobre la esencia del mensaje de una manera diferente a lo que era entonces la
línea oficial de aquella Iglesia incipiente. Unos seguían su línea
interpretativa del mensaje, usando una forma más atrevida o crítica, y los otros
no lo entendían así, se ajustaban a la línea judeo-cristiana, que era más
tradicional y conservadora.
Para arreglar aquella situación de
discrepancias se acordó enviar a Jerusalén una comisión de aquel lugar y allí
se reunieron todos para dar una respuesta unitaria al problema suscitado. Esta
reunión de la Iglesia primitiva es conocida como el “Concilio de Jerusalén”.
La respuesta dada, es mi opinión, marcó una
línea de compromiso para los cristianos pero no abordó el tema con un sí o un
no, sí les mostró una línea de actuación esencial pero creo que no fue la
respuesta que se les demandaba desde las nuevas comunidades y que esperaban
recibir. Opino que fue una respuesta diplomática con la que intentaron
contentar a todas las partes y, si nos fijamos en Jesús, tenemos que decidir siempre
en la línea que Él lo hacía, dando la cara con la verdad. Por eso, como la
predicación planteada tenía dos líneas… ¿No
hubiera sido mejor afirmar, o negar, que para alcanzar la salvación había que
circuncidarse?
Los problemas que no se abordan desde el
comienzo después, con el tiempo, se enquistan y entonces sí son un verdadero
problema. Opino así porque cuando pasan los años entonces se demuestra que las
normas que se nos dieron como de obligado cumplimiento ya dejan de ser tenidas
en cuenta… ¿Nos plantea la Iglesia, en nuestros días, el tema de la circuncisión-salvación como ocurrió en Antioquía entonces?
Pues igual ocurre con otros temas y no
queremos verlo, es decir, se pone mucho énfasis en ciertos cumplimientos y,
cuando pasa un poco tiempo, lo blanco de antes ahora es negro. Ejemplos:
1.- Antes no se podía comulgar sin confesar y
ahora sí… ¿Por qué estos bandazos en las
cosas de Dios si Él es inmutable?
2.- Si en el acto de recibir la Eucaristía se caía la “sagrada forma” al suelo el sacerdote la
cubría de inmediato, la cogía y purificaba después el suelo porque si quedaba
perdida en él una partícula de ella pues ésta contenía el cuerpo de Cristo y se
podía pisar.
Ahora se deposita en las manos de los que se
acercan a comulgar y lo piden… ¿Ya no nos preocupa la teoría de la partícula
que se nos enseñó? ¿Qué ha cambiado?
Opino que, aunque han pasado
muchos años desde los hechos de Antioquía,
la realidad es que estamos en el mismo punto que entonces, unos pensamos en
blanco y otros en negro. La diferencia está en que entonces el pueblo hablaba y
ahora somos mudos espectadores que nos limitamos a escuchar, unos pocos leen y,
además, la inmensa mayoría se queja en privado si el oficiante tarda un poco. Opino que hemos retrocedido porque, la
mayoría, no sentimos inquietud por cambiar las cosas y los sacerdotes, mientras
menos los molestamos, más contentos están.
Ese es uno de nuestros grandes errores porque
Jesús no quería eso, Él nos enseñó a viajar por un camino único
que era amplio, recto y llano para ir al Reino pero los hombres nos empeñamos
en hacerlo por el nuestro a pesar de que está lleno de curvas, precipicios,
estrecheces y peligros… ¿Por qué
seguimos esa ruta?
Porque es la que nos enseñó, y enseña, la tradición de nuestros mayores, la que
nunca tiene en cuenta la realidad que Dios nos pide debido a que no la conoce y
porque, desde arriba, siempre procuran no contrariar a los que nos sentamos en
los bancos… ¡¡¡No nos preocupamos del
prójimo porque no nos lo han hecho mamar desde la cuna, ni en la familia ni en
la Iglesia!!!
Aferrados
a la TRADICIÓN nos sentimos felices
cuando cumplimos con el precepto de ir a misa y con las rutinas que hemos ido incorporando,
consentidas por quienes nos deben marcarle la ruta a nuestra religiosidad particular… ¿Hemos cambiado algo o seguimos aferrados a
esta religiosidad errónea?
Con el paso de los años lo que antes era negro
ahora se ve blanco y, la verdad, opino que así no se pueden tratar las cosas de
Dios. Por ejemplo: No hace mucho se nos hablaba del Limbo y ahora resulta que ya no se afirma lo mismo.
Dos Padres de la Iglesia, San Gregorio Nacianceno y San Agustín de Hipona, consideraban el
Limbo como el lugar que evitaba, para los niños inocentes que no habían sido
bautizados, el que recibieran las penas del infierno y poder gozar ahí de una
felicidad natural.
Amparados en sus planteamientos la Iglesia comenzó
a bautizar a las personas desde pequeñas
pero, si leemos la Biblia nos encontramos con que Jesús se bautizó siendo un
adulto, antes de empezar a predicar… ¿Dónde
está la verdadera respuesta para la edad correcta de recibirlo?
Mi planteamiento es… ¿No sería mejor para el hecho religioso que nos dejáramos de planteamientos
humanos y nos abrazáramos a lo bíblico, Antiguo y Nuevo Testamento?
De
hacerlo así comprenderíamos que lo importante está en que palpemos la presencia
de Dios en nuestras vidas y que cada persona cambie, lo antes posible, el
concepto viejo que tiene de Dios y de la relación que debemos tener con Él.
Jesús, durante su vida pública, enseñó a
quienes se acercaban hasta Él para escucharle toda la esencia de nuestra
creencia. Quienes presenciaron su comportamiento no lo comprendieron, incluidos
los que siempre le acompañaban. Jesús
lo sabía y por eso les dijo: [Si me
amáis, cumpliréis los mandamientos.].
Necesitamos amar para entender su mensaje
porque no ama quien no cumple lo que Él nos pide. Quien no ama a Jesús no puede
amar a los demás; quien no ama a los demás no ama a Jesús.
Él les anunció, antes de que ocurriera, lo
que le pasaría en breve pero ellos se quedaron tan tranquilos y también que,
cuando ocurriera, la venida del Paráclito=Espíritu Santo les ayudaría entonces a
recordar y a comprender sus enseñanzas. Todo lo que les anunció previamente se
cumplió después de morir y entonces fue cuando comprendieron todo lo que le
enseñó.
Pues nosotros somos más tozudos que los
apóstoles y todavía seguimos sin entender el mensaje de su CAMINO.
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