Colaboración de Paco Pérez
EL PASTOREO DEL REBAÑO
Con
el “Buen pastor” se nos muestra el
formato social en que vivimos, el comportamiento de sus miembros y lo que se
debe hacer siempre.
Una
vez más, se nos recuerda que el hombre nunca entendió a Jesús, a pesar de decirnos qué y cómo debemos hacer las cosas para
que el bien triunfe.
Él,
como “Buen pastor”, se sacrificó en
la Cruz por las personas pero
todavía no hemos sabido reconocerlo y por eso practicamos un seguimiento de tradición y no de evangelio,
lo que enseñó Él nos cuesta trabajo
aplicarlo pero la tradición no porque no nos compromete.
El
mundo es un rebaño integrado por
personas con comportamientos diferentes e incorrectos, por esa realidad Jesús no dudó en entregar su vida para
salvarnos.
Se
demostró cuando lo conducían a la muerte pues sólo unos pocos lo acompañaron y la
mayoría actuaron como los asalariados
del evangelio, abandonándolo y huyendo. Quienes actúan así son los que siempre huyen
cuando se tuercen las cosas, temen perder la posición alcanzada y nunca están
dispuestos a dar la cara por la verdad. Este grupo sólo defiende sus intereses,
los problemas de los demás no les interesan, no luchan para que se arreglen y
dejan su resolución a los otros.
A
pesar de esta realidad social Jesús,
después de su muerte, siguió siendo “El
Buen Pastor” para todos y a los discípulos les hizo comprender lo que antes
no asimilaron. Por esa razón siguieron enseñando y curando enfermos. Ante esa
evidencia los poderes públicos y los ancianos se sorprendían, los llamaban
y los interrogaban para intentar esclarecer qué poder les permitía realizar
esos hechos extraordinarios.
Pedro les reprochó
que los trataran como a quienes cometen delitos, cuando lo único que habían hecho
era ayudar a una persona enferma. Él
no se adjudicó el mérito de su autoría sino que les comunicó que lo había hecho
Jesús, al que ellos crucificaron y Dios había resucitado y en cuyo nombre
ellos habían sanado al enfermo. También les recordó el error que habían
cometido al no reconocer a Jesús y
rechazarlo porque nadie más que Él podía
salvar a los hombres.
Juan explica cómo
son nuestras relaciones con el Padre;
comunica el gran amor que nos tiene, de ahí que nos llame hijos y que esa realidad es la que nos regala esa condición. Este sencillo planteamiento nos lleva
a otra verdad, las gentes no conocen lo expuesto… ¿Por qué?
Porque
si no lo conocieron cuando Jesús
estuvo entre ellos y si en nuestros días seguimos sin esforzarnos en lograrlo…
¿Nos vamos a sorprender de ello por
mucho que proclamemos que somos cristianos y no practiquemos lo que Él nos
enseñó?
La
siguiente verdad está por llegar, aún no se ha manifestado, pero cuando ocurra
seremos semejantes a Él y lo
comprobaremos porque entonces lo veremos tal y como es.
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