Colaboración de José Martínez Ramírez
Estos
perfectos desconocidos de abril.
Este
olivo sembrado sobre una piedra.
Este
parásito del corazón tan vil.
Estos
locos que no tienen fronteras.
Éstos
que ahora cavan con pasión febril
el
suelo al revés buscando agua viajera
que
no acabará, en su sonrisa de marfil,
con
la sed que provoca una carretera.
Estos
pétalos de una rosa juvenil,
encendidos
de coral y de almendras,
caídos
en mi cruz en forma de tormenta.
Hoy
los beso por el juzgado de lo civil
pero
lejos, dejando la puerta abierta,
porque
para llorar tengo una hombrera.
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