Colaboración de Paco Pérez
2000 AÑOS DESPUÉS SEGUIMOS IGUAL
La
esclavitud causa sufrimiento y éste siempre estuvo presente en el pueblo de Israel, lo comprobamos cuando fueron
deportados a Babilonia. Allí
sufrieron muchas penalidades y, como pasaban los años y seguían cautivos, perdieron
la esperanza de liberación que tenían depositada en el Señor y comenzaron a cuestionarse si Yahvé era el verdadero Dios
que ellos esperaban para que los retornara a Israel.
Como
la fe del pueblo estaba muy deteriorada el Señor
ordenó a Isaías que interviniera
para comunicarles que su liberación estaba próxima y que sería realizada con la
intervención de Ciro, el rey pagano
que el Señor eligió para tal misión.
Pasaron
los años y el pueblo de Israel
seguía padeciendo porque los gobernantes seguían actuando mal. Los oprimían con
los tributos y ahora lo hacen con
los impuestos pero la realidad es
que detrás de ambas actuaciones, aunque hayan pasado tantos años, siempre se antepone
el interés de los gobernantes y de las clases pudientes a su obligado deber de dar solución a las grandes
necesidades que agobian a las personas humildes.
Las
actuaciones de las autoridades están reguladas por leyes, antes y ahora, para
que sus acciones recaudatorias
tengan respaldo legal, justifiquen lo que hacen y no sean cuestionadas por
quienes pagan sus derroches innecesarios… ¡Los desfavorecidos del sistema!
Son injustas las subidas de impuestos porque
está demostrado que son medidas abusivas que sólo sirven para empobrecer más a
quienes que ya lo están pues no generan la actividad laboral que necesita el
país para acabar con la crisis económica y restaurar las cuentas públicas.
Salvando
las distancias temporales, estas situaciones siempre las originan el egoísmo y la
ineptitud de quienes pretenden resolver con ellas los problemas ocasionados con
su inoperancia gestora.
¿No hay otras medidas más eficaces y justas?
¿Administran los recursos públicos con
el mismo celo que los suyos?
En
Israel, los sacerdotes y doctores de la
Ley, los recaudadores de impuestos,
las personas acaudaladas y los representantes
de Roma vivían en la opulencia y los
demás pasando necesidades. Estas dos realidades chocaban porque la cuerda oprimía
a los pobres cada vez más y Jesús,
como conocía muy bien esa realidad, se enfrentó a ellos denunciando las
injusticias que cometían. Esta situación hacía que aquellos que se sentían
señalados consideraran que su predicación no se ajustaba a la verdad y que
incumplía las leyes, con esa base buscaban encontrar una excusa para prenderlo.
Un día se le acercó una comisión formada por fariseos y partidarios de
Herodes con la intención de ponerlo en una situación delicada mediante el
planteamiento de una pregunta trampa,
está recogida en Mateo 22, 17: [Dinos, pues, qué opinas: ¿Es lícito pagar
impuestos al César o no?].
Si
respondía SÍ, los judíos agobiados
con los impuestos se le echarían encima y le darían la espalda pero si decía NO entonces lo acusarían de ir en
contra de Roma.
Pero
Él les respondió sabiamente y evitó
verse envuelto en problemas. Leemos Mateo
22, 18-21:
[Comprendiendo su mala voluntad, les dijo
Jesús:
- ¡Hipócritas!, ¿Por qué me
tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.
Le presentaron el denario.
Él les preguntó:
- ¿De quién son esta cara y
esta inscripción?
Le respondieron:
- Del César.
Entonces les replicó:
- Pues pagadle al César lo
que es del César y a Dios lo que es de Dios.]
Unos
años después, Pablo viajo en misión
evangelizadora, estuvo en Tesalónica y formó
una comunidad cristiana pero en aquellos tiempos seguir las enseñanzas de Jesús no era tarea fácil, y ahora tampoco, pues
el cristianismo siempre ha padecido, y padece, los efectos de la incomprensión
de quienes no aceptan a Jesús y ello
ocasionaba persecución.
Cuando
recibió noticias de ellos consideró necesario escribirles una carta para
reconocerles lo que habían hecho, darles ánimos y afirmarles que los logros
alcanzados no fueron fruto de la casualidad sino de su buena actitud al
escuchar la Palabra y del empuje que
recibieron del Espíritu Santo. Les pidió que siguieran firmes en su
fe y unidos.
En
nuestros tiempos también se padece la intolerancia religiosa hacía los cristianos y por esa razón tenemos
que dar la cara por su mensaje, guiados por el deseo de que la justicia y la
limpieza estén presentes en la gestión pública pues así las ayudas a las
personas necesitadas serán una realidad y no promesas.
La
Iglesia deberá seguir practicando el
ejemplo de denuncia permanente que nos enseñó Jesús en su labor pastoral de servicio a los demás.
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