Colaboración de Paco Pérez
Esta mañana busqué a Dios en dos sitios y lo encontré. Marché al campo y estaba
manifestada su grandeza en la
NATURALEZA. Él, con su generosidad habitual, me regaló estos ramilletes de flores de
almendro y quiero compartirlos con vosotros:
También lo encontré al regresar a casa, estaba en la BIBLIA :
Dijo
Moisés al pueblo: El sacerdote recibirá la cesta de tus manos y la pondrá
delante del altar del Señor tu Dios. Y
tú dirás ante el Señor tu Dios: «Mi padre era un arameo errante. Bajó a Egipto
y se estableció allí como emigrante con un puñado de gente; allí se convirtió
en una nación grande, fuerte y Numa-rosa.
Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron una dura
esclavitud.
Entonces
clamamos al Señor, Dios de nuestros antepasados, y el Señor escuchó nuestra voz
y vio nuestra miseria, nuestra angustia y nuestra opresión. El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y
brazo poderoso en medio de gran temor, señales y prodigios; nos condujo a este lugar y nos dio esta
tierra, que mana leche y miel. Por eso
traigo las primicias de esta tierra que el Señor me ha dado». Dejarás los
frutos delante del Señor tu Dios, te postrarás en su presencia...
ROMANOS 10,8-13
En
definitiva, ¿qué dice la
Escritura ? Que la
palabra está cerca de ti; en tu boca y en tu corazón. Pues bien, Ésta es
la palabra de fe que nosotros anunciamos.
Porque si proclamas con tu boca que Jesús es el Señor y crees con tu
corazón que Dios lo ha resucitado de entre los muertos, te salvarás. En efecto,
cuando se cree con el corazón actúa la fuerza salvadora de Dios, y cuando se
proclama con la boca se alcanza la salvación.
Pues dice la
Escritura : Quienquiera
que ponga en él su confianza no quedará defraudado. Y no hay distinción entre judío y no judío,
pues uno mismo es el Señor de todos, rico para todos los que lo invocan. En una palabra, todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.
LUCAS 4, 1-13
Jesús,
lleno de Espíritu Santo, volvió del Jordán, y durante cuarenta días, el
Espíritu lo fue llevando por el desierto mientras era tentado por el diablo.
Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre.
Entonces
el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en
pan.» Jesús le contestó: «Esta escrito: No sólo de pan vive el hombre.»
Después
llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del
mundo, y le dijo: «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo
han dado y yo lo doy a quien quiero. Si
tu te arrodillas delante de mí, todo será tuyo.» Jesús le contestó: «Esta
escrito: Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo darás culto.»
Entonces
lo llevó a Jerusalén, y lo puso en el alero del Templo, y le dijo: «Si eres
Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: "Encargará a los
ángeles que cuiden de ti", y también:"Te sostendrán en sus manos para
que tu pie no tropiece con las piedras.» Jesús le contestó: «Está mandado: No
tentarás al Señor tu Dios.» Contempladas las tentaciones, el demonio se marchó
hasta otra ocasión.
REFLEXIÓN:
La grandeza de Dios
está visible en múltiples lugares y circunstancias.
Cuando dudamos de su existencia nos perdemos porque
perdemos el punto referencial que nos guía. Cuando estamos seguros de Él lo
buscamos y siempre lo encontramos. En la primera lectura tenemos hoy una prueba
de ello. El pueblo de Dios fue oprimido en Egipto mediante la esclavitud y por esta situación padecieron toda
clase de calamidades. Cansados de su situación invocan al Padre su ayuda para salir de esa situación, los escucha y los libera, después de múltiples situaciones difíciles, con la
realización de hechos prodigiosos que eran la
demostración de su poder, grandeza y amor hacia el necesitado.
El pueblo, le reconoce
los beneficios recibidos y, una
vez instalados en la tierra que Dios les prometió le ofrecía la primicia de los frutos
de ella, como señal de gratitud.
El gran ejemplo que nos da aquí el pueblo liberado se nos olvidó hace
ya bastante tiempo y sólo nos acordamos
de Dios cuando nos encontramos en una situación
delicada…
¿Cuántas veces nos acordamos de agradecerle el día que nos regala
cuando de nuevo volvemos a abrir los ojos o cuántas veces hemos valorado la
salud que disfrutamos?
La segunda lectura es la confirmación de que hay
que creer en la “Muerte y Resurrección de Jesús” y, además, proclamarlo. Ahora, el hombre está muy
alejado de aquellos tiempos y tendrá que tomar una decisión de gran
trascendencia, creer o no en esa realidad que nos proclama el evangelio.
Finalmente, hoy tenemos en el evangelio la
confirmación de que caminar por el desierto de la vida es una tarea complicada.
Jesús, como hombre, también sufrió las tentaciones y, al mostrarnos las
formas en que intentó convencerlo el maligno, nos muestra cómo no tenemos que
ilusionarnos con los caramelos que la vida nos ofrece, hay que saber resistir y rechazar. El camino
que debemos de recorrer para vencer el poder que tiene el diablo y las múltiples formas en que se nos puede presentar la tentación es largo pero tenemos que
saber qué deseamos y, sobre todo,
debemos de orar y pedir al Padre su ayuda.
Vivimos inmersos en unos momentos complicados y,
además, la sociedad se está metiendo, de manera voluntaria, en una situación de
indefensión enorme porque el maligno
está consiguiendo que la sociedad se
acostumbre a ver las aberraciones
más grandes como modelos imitables y
por ello cada día surgen nuevos integrantes de ese conjunto social que se queja
de sus acciones pero no hace nada para cambiar la situación.
El
germen de este mal está en las ideologías cargadas de
materialismo y ausentes de
espiritualidad.
Los esclavos
de ellas nos venden modelos ilógicos
muy bien carrozados, es decir, bellos por fuera para atraer al incauto. Cuando
los captan y entran en su espiral destructiva ya sólo les quedan dos opciones: Destruirse como personas para el resto
de sus días o tirarse
del vehículo de la perdición en
marcha y correr
el riesgo, menos grave, de sufrir
algunos deterioros que puedan ser restaurados con el paso de los años.
Hay que insistir en la gran
importancia que tienen la familia,
la parroquia y las autoridades en la
prevención de esta epidemia que destruye al hombre en nuestros días.
Considero que la familia no puede
conseguir por si sola el objetivo porque cuando los jóvenes se insertan en la
sociedad ya quedan indefensos y sólo una gran personalidad adquirida por ese
influjo lo salvará. Si la parroquia
propicia actos que les inculquen una buena formación cristiana que reste tiempo
y espacio a otras influencias, éstos serían muy positivos. Si los estamentos oficiales programan
actividades culturales y deportivas, en coordinación con los anteriores, se
conseguirá alejarlos de los ogros que acechan en los lugares que todos
conocemos y que ninguno denunciamos.
¿Por qué
hemos llegado a este pasotismo?
Porque la
legislación que tenemos es una porquería y porque ésta, muchas veces, se
vuelve contra quienes realizan actuaciones ciudadanas responsables, denunciando
a los autores.
Tenemos que combatir dos acciones negativas
enlazadas: La ausencia de principios y de leyes humanas y justas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario