MIÉRCOLES
DE
CENIZA
Colaboración de Paco Pérez
Hoy es
“Miércoles de Ceniza”, primer día de
“Cuaresma” para los cristianos-católicos
y otras confesiones cristianas. Se contempla para este día el realizar estos
dos sacrificios, ayuno y abstinencia.
Indagando en el recuerdo de este día llegamos a la
noticia de que en el pasado se comenzaba haciendo un “Vía Crucis” por las calles del pueblo, yo no recuerdo este acto
religioso porque debe de ser antiquísimo.
Sí recuerdo de mis años infantiles que
no se iba a clase, íbamos a misa por la
mañana y después se celebraba en las calles una tradición típica, estaba muy
arraigada entre los habitantes de nuestro pueblo, la “ruptura de cacharros usados”.
Por todo lo dicho queda claro que la celebración de
este día tenía una celebración religiosa
y otra mundana, pues ambas han
quedado desfiguradas con el paso de los años. Íbamos a la imposición de la
ceniza en la misa de la mañana, no había otra, y en nuestros días se mantiene
la misa pero en horario de tarde porque ya no es festivo y, además, los que tenemos
que ir, entre los que estoy, hemos
ido dejando el cumplimiento de esta tradición cristiana por dejadez, comodidad o falta de conocimiento
profundo de nuestra religión.
La ceniza
que se impone se obtiene de la quema de los “ramos y palmas bendecidos” que se usaron en la procesión del “Domingo de Ramos” de la Semana Santa del año
anterior. Esta imposición es símbolo
de arrepentimiento público de nuestros
errores y de conversión, está
contemplado en los textos del Antiguo Testamento
el cubrirse
de ceniza y vestirse de saco.
El ritual
católico de la imposición de la ceniza contempla que el sacerdote la deposite en la frente
o en el pelo y, mientras se hace
la imposición, pronunciará uno de estos tres textos bíblicos:
1.- Concédenos,
Señor, el perdón y haznos pasar del pecado a la gracia y de la muerte a la vida
(Gn 3, 19).
2.- Recuerda
que polvo eres y en polvo te convertirás (Gn 3,19).
3.- Arrepiéntete
y cree en el evangelio (Mc 1, 14-15).
También es
costumbre dejarla después en el mismo sitio en que fue impuesta hasta que
se caiga sola.
Ahora voy a mostrar, para los más jóvenes del lugar,
la parte mundana de la nuestra cultura religiosa, ésta que ya está perdida y
que debería de ser recuperada por las autoridades locales responsables del área
de Cultura.
La “Ruptura
de cacharros viejos” era muy celebrada por su sencillez y simpatía.
Era SENCILLA
porque los elementos necesarios eran objetos de arcilla inservibles para las
familias, otros estaban en las fachadas de las casas, es decir, no se
necesitaba gastar una peseta.
Era SIMPÁTICA
porque lo pasábamos fenomenal durante el rato que duraba.
Sólo se
NECESITABA para ponerla en marcha:
1.- Dos
ventanas o balcones de una calle cualquiera, mientras más estrecha mejor.
La calle “La Luna ” acogía está celebración y considero que
era y es la mejor por la proximidad de las viviendas.
2.- Un soga
resistente, anudada a una de las ventanas o a un balcón. El otro extremo se
dejaba suelto.
3.- Los
cacharros de arcilla, usados e inservibles, tenían que tener asa para pasar
por ella el extremo suelto de la soga. Éstos solían ser: Botijos, jarras,
botijas, orzas pequeñas, cántaros y cantarillas.
Éstos eran preparados en las casas previamente y se
les metía dentro ciertas sorpresas:
- Animales
repugnantes para la sociedad villargordeña: Ratas, ratones o serpientes.
- Paja, agua, ceniza o caramelos.
4.- Una vez colocados en la soga había que
separarlos a una distancia razonable y también había que atarlos muy bien para
que con el fragor del juego no se chocarán entre si y se rompieran solos.
Terminada esta labor el extremo suelto se fijaba, de
manera provisional, hasta que se preparaba al mozo participante. Eran varios los que intervenían.
5.- Los mozos eran
voluntarios y se les preparaba
así:
- Con un
trozo de tela, muy tupido y de transparencia cero, se le tapaban los ojos y se lo anudaban fuertemente en la nuca.
- Se les entregaba un palo de un grosor manipulable y de madera resistente para que
con él golpearan los objetos hasta romperlos.
- Una persona
organizadora cogía al mozo y lo llevaba hasta colocarlo en posición de dar
los golpes. Mientras esto ocurría ya se había soltado el extremo manipulable de
la soga y los cacharros ya no estaban tan asequibles.
- Al jugador,
para desorientarlo, se le daban varias
vueltas como si fuera una peonza, se
le hacía andar en varias direcciones sujetado por el organizador y se le dejaba fuera de la línea de golpeo.
6.- Antes de taparles los ojos los participantes
habían visto la posición de los objetos y éstos estaban a una altura razonable
y facilota por eso, cuando se daba comienzo al juego, el participante comenzaba a lanzar golpes de inmediato,
creía tener a su alcance el objetivo.
Los fallos que tenía eran recibidos con júbilo por
los espectadores porque perdía el equilibrio, entonces él se cabreaba y se volvía más
cauto.
7.- Ahora entraba en una fase de tanteo colocando el palo en alto para topar con las
vasijas. El público, cuando el bateador elevaba su garrote para tantear, le
ayudaba en la orientación gritándole las palabras “frío” o “caliente”.
Una vez que conseguía tocarlas lanzaba de nuevo otro
golpe demoledor pero ya habían sido subidas las vasijas un pelín y de nuevo
quedaban fuera de su alcance.
8.- Otras
veces, cuando descargaba el golpe, le bajaban la soga y el palo impacta en
ella, alborotaba los tiestos, se salía el agua y el participante se mojaba.
9.- Después de un cierto tiempo se cambiaba de participante pues hay que comprender que dar palos
al aire cansa mucho y cabrea un montón el ser tus acciones infructuosas objeto
de risa.
No creo que haga falta relatar las escenas que se
vivían tan dispares cuando se rompían las vasijas y se derramaban los
contenidos. Imagínense a las mujeres si salían los animales o a los niños con
los caramelos en una época donde no probarlos era lo frecuente.
El juego tocaba a su fin cuando se rompía el último
cacharro.
Hay que advertir al lector, por si alguna vez se
decide a organizar esta diversión, que esta actividad tiene un peligro real y lo advierto: Era frecuente que algunos espectadores recibieran en la
cabeza el impacto de los cascos de los objetos rotos y, cuando eso ocurría,
había que salir corriendo a que el doctor se la zurciera.
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