LAS RETORNAS
DE
“GALARDONES 2012”
Colaboración de Paco
Pérez
Hay quienes aconsejan, por experiencia, que siempre
es bueno no despertar a quien duerme pero el 17 de enero, con la mejor intención,
lo despertaron en el “Salón de Actos” del Ayuntamiento.
Eras, para los tuyos, una noche demasiado
larga,
larga porque no conseguían dormirte,
dormirte les resultaba bastante difícil,
difícil porque eras tío, cuñado y hermano del alma.
Se despertó
con fuerza, sí…
¡¡¡
El RECUERDO
de mi gran amigo, del alma!!!
No es un reproche y sí la manifestación de la
realidad vivida por la familia y por
muchos de los allí presentes.
Cuando Manolillo
desdobló sus arrugados folios, leyó su contenido y sacó del baúl los momentos que tan entrañables que
pasabas con algunas de las personas
con las que platicabas a diario o
cuando mencionó algunas de las cosillas
que viviste en ese cuadro pues, la
verdad, lo pasé muy mal. Me sentí zarandeado de pronto porque iba preparado
para escuchar cosas de ti y no para recibir, sin esperarlo, el impacto de tus vivencias diarias con mi padre, ahí
ya me derrumbé querido amigo.
La verdad, hubiera preferido que se te hubieran
reconocido en vida tus méritos y no
a título póstumo. Reconozco que es un sentimiento egoísta y no objetivo porque
de haber sido así te habría felicitado con un
abrazo, se me entiende mejor ahora.
Con la vieja guardia lo hubieras celebrado,
como siempre: Mojándonos un poquillo, Alonso
nos habría alegrado la noche protagonizando alguno de sus muchos cuadro
graciosos, habríamos recordado las inolvidables escenas que protagonizamos
junto a nuestros queridos Tomás
Castellano “Calderas” y Agustín Moreno Saeta “Picatoste, hubiéramos lamentado no tenerlos
a nuestro lado esa noche…
Nos lo habríamos pasado bomba una vez más, la
repetición de esa estampa de amistad
habría sido la constatación de que el grupo seguía escenificando los momentos inolvidables
de nuestra juventud y, lo más importante para tu familia y amigos, seguías
junto a nosotros.
Por unos momentos viajé al “País de la Ilusión y del Deseo”, era
el día 18 de enero, sin saludarnos y sin pedirte nada te acercaste, traías en
la mano derecha una copa y en la
izquierda la botella de “Diamante”,
charlamos mientras me servías, te retiraste con tu carrera inigualable por la
tarima de la barra para ir a la cocina y traerme la tapa. En el momento libre que te permitió el
servicio, viniste con tu Coca Cola, comentamos algunas de tus noticias únicas, tuve
que agudizar bien el oído por el ruido y por esa forma peculiar que tenías de
hablar, susurrando, seguiste
atendiendo a los otros clientes sin
perder la contabilidad de las distintas peñas allí presentes y, a la primera
oportunidad, regresaste de nuevo y me
contaste nuevas historias.
Cuando sonó
el despertador lo pasé mal porque volví
al mundo real y comprendí que
todo lo vivido había sido el SUEÑO parido
como fruto del deseo y, como es eso,
ya no me quedaba otra solución que recordar,
ahora, estas vivencias para que los jóvenes comprendan que con pequeñas cosas nos divertíamos y, sin darnos cuenta, forjamos algo
grande…
¡¡¡Ser AMIGOS PARA SIEMPRE!!!
No fuiste muy hablador, y elevaste el “SILENCIO” a la condición de virtud y siendo fiel a ella, hasta los
últimos días de tu permiso en esta vida, te
ganaste el respeto de todos.
Tu familia
te adoraba y tú a ellos, de esto no
creo que nadie tenga duda. En más de una ocasión he sido testigo de escenas que pocos conocen de ti. Te recordarán de cualquier manera menos abrazando detrás de la barra a los peques de la familia, los sobrinos o los hijos de los sobrinos.
Como es lógico estos hechos ocurrieron en tu medio, detrás del mostrador. Era muy enternecedor presenciar cómo los
abrazabas con aquellos brazorros llenos de vello que la genética te concedió,
lo hacías mientras te agachabas para ponerte a su altura y después los
levantabas, apoyados en tu gran panza,
para ponerlos a la tuya y susurrarles, no
sabías hacerlo de otra forma,
cualquier mensaje bonito, supongo, porque en esas ocasiones jamás escuché nada
de lo les decías. Deberían de gustarle tus frases porque esas escenas las
presencié más de una vez.
No exagero si digo que a casi todos tus paisanos les
caías bien, lo conseguiste por múltiples razones. Si algún pícaro local te la
colaba, tú te hacías el tonto de vez en cuando, él sabía que lo sabías y que preferías
evitar los líos. Tal vez aquí estuviera una buena parte de tu éxito y el otro
en la elegancia y el saber tratar a todos de igual forma.
Una muestra de lo que digo es la escena que vivimos
un cierto día con aquel cliente que,
con cierta frecuencia, se hacía el no se qué y dejaba de declararte la totalidad o parte de lo consumido, nunca le decías
nada y así pasaron los años. Un cierto día tuvo la valentía de pagarte con 50 euros el importe de lo
que había consumido. Tus continuos paseos de un sitio para otro justificaban
que no le llevaras el dinero sobrante y, como ya pasaba
un cierto tiempo, te llamó la atención:
- ¡¡¡Juanito,
la vuelta!!!
No
le contestaste, seguiste el plan que te habías
trazado en décimas de segundo y él volvió
a insistir en su petición. La respuesta
que recibió fue magistral y consistió en ponerte frente a él sin
hablar, llenarle otra vez el vaso, mirarlo muy serio mientras lo hacías y al
acabar, levantaste las dos manos juntas y con las palmas hacia abajo y, una vez
así, las separaste en dirección
contraria, a izquierda y derecha.
Así
le comunicaste que sus travesuras anteriores habían quedado saldadas en ese
momento.
Te fuiste pronto pero tengo la sensación de que
viviste muchísimo debido a que hiciste juego con muchas generaciones y, como la mayoría eran mayores que tú, esa circunstancia
te hizo aprender, de manera anticipada, lo que las circunstancias te impidieron
vivir.
En ese trato amigable trataste a Tomás
“Calderas”, Agustín “Picatoste”,
mi padre, José Losilla, Alonso, Juan Antonio y tantos otros puntales del día y de la “noche villargordeña”. A los que estábamos solteros nos llevaste al
altar y tú de palanca.
Han pasado muchos años desde entonces y hace unos
días me enteré, porque ellos me lo contaron en la noche de los “Galardones”, que hasta el final fuiste
un buen camaleón, yo diría que buenísimo… ¿Por qué?
Aunque en tus últimos años se cambiaron las tornas,
tú eras el mayor de las reuniones y ellos los jóvenes, también hiciste juego con
ellos en estos tiempo tan distintos los nuestros, sé que te lo pasabas con esta
juventud muy bien y que, a pesar de ello, empezaste de nuevo con tu afición… ¡¡¡A casarlos!!!
José
María Delgado Castellano es el ejemplo de lo que
digo, donde lo hubieras tenido más duro es con José Manuel Gutiérrez Navarro “El romano”, estoy seguro que éste te
hubiera llevado a ti al altar.
Juan, por todo, fuiste irrepetible y por eso tuviste arrestos para seguir
divirtiéndote, siempre a tu manera, hasta el final de tus días. El quedarte de palanca te permitió estas licencias y,
la verdad, lo que no me llegaste a contar nunca es si estabas arrepentido de
haber permanecido libre como el viento.
La última vez
que hablamos fue dos noches antes de que fueras internado. Estaba sentado,
en la terraza, frente a Mari y de
espaldas a la puerta del salón, nos divisaste desde tu santuario, la barra, la abandonaste,
te acercaste a nosotros y nos percatamos de tu presencia cuando escuchamos tu
saludo. Te sentaste, charlamos y nos propusiste adquirir un jamón de “cinco jotas”, nos ofrecías una oferta
buena ya que el precio había bajado al 50%. Te encargamos uno y ya no volvimos a hablar más. Increíble pero
real.
De aquella expedición de jamones tus hermanos no
tenían ni idea, llegaron un tiempo después y creyeron que los habías pedido
para el negocio. Un día me comentó Luisito
ese hecho y, de casualidad, fue como supo él del origen de ese gran pedido y de
quienes tenían que retirarlos.
Así eras con tus amigos y ellos sabían perfectamente
de tu desprendimiento, jamás negociabas a costa de la amistad, eras todo lo
contrario. Eras así porque nada se pierde en esta vida, tus padres te lo regalaron.
El
corazón de tu padre era muy grande y yo, a pesar de ser el amigo de sus
hijos, tuve muchas conversaciones
íntimas con él. Este hecho me
permitió conocerle a fondo y por ellas supe lo amante que era de la
VERDAD y, cómo
repudiaba los abusos tan grandes de sus
tiempos, me contó algunas estampas de ellos y, mientras lo hacía, se lo llevaban los demonios y lloraba.
También lo conocí por las conversaciones con mi padre, ambos eran ariscos y tenían
mal genio, pero la generosidad que llevaban dentro les hacía ser únicos y por
eso se querían de verdad.
Para que conozca el pueblo de qué material te
hicieron tus padres: Un día estaba tu padre trabajando y un amigo muy íntimo entró al establecimiento, le comentó que se
encontraba desesperado porque su mujer estaba muy enferma y le confesó que no
tenía una peseta para llevarla al médico. Manolo,
tu padre, no le contestó, se fue a la caja, cogió todo el dinero que tenía en
ella, se lo puso encima del mostrador y le propuso:
- Cógelo, lleva a tu mujer a Madrid, cúrala y ya nos
entenderemos.
Así era Manolo
“TROPEZÓN”, el padre de mis amigos y fundador de la marca. Podría seguir
contando historias de bondad suyas pero sería demasiado largo el relato.
Pepe
“Tropezón”, el hermano pequeño, publicó el
poema “Pasar… pasar…” cuando estuvo
en Cataluña y Mª Carmen me dejó el
libro un día para que lo leyera, yo no conocía el hecho.
Me has impresionado querido amigo porque te has mostrado en él como una persona sensible
ante los grandes problemas que azotan a la humanidad: guerras, hambre… Has cantado a tu Andalucía, al amor enfermizo
que siempre traen y llevan los poetas, tú,
y, sobre todo, al conocimiento
profundísimo que tenías de tu
hermano del alma.
Me voy a permitir, querido amigo, la licencia de tomarte prestadas unas estrofas de tu
poema, las que le harían a Juanito emocionarse
si las pudiera volver
a leer:
[…
Sólo
vive quien sueña
despacio
y en silencio,
un
farolillo de neón,
con
el corazón abierto
sin
tener un nombre
que
expulsar al viento.
Una
roca de seda
de
tu corazón hermano
emerge
desde tu silencio
con
tus ojos muy cansados.
¡¡¡Qué
sencillez la tuya
para
vivir la vida!!!
Surges
como la ortiga,
de
papel sus espinas.
Dime
cómo te lo montas
si
no se te ve el pelo
ni
en los días de verano,
ni
en las noches de invierno.
Eres
feliz con un cigarro
nunca
te duele nada
no
te quema ni el ascua
tirando
miles de cañas.
Das
todo lo que tienes
aunque
no tengas nada,
la
sombra de tu sonrisa
un
ensanche del alma.
Si
oscura es la noche
haces
clara tu batalla
y
si te coge lluviosa,
siempre
llevas paraguas.
Hoy
es un día lluvioso
pero
no tengo paraguas
si
te lo pido prestado
me
darás hasta el alma.
Si
alguna vez lees esto…
¿Quién
te verá llorando?
Ni
las rosas de tu sangre,
ni
las mieles de tus labios.
Me
voy corriendo hermano
pues
el día es muy amargo,
si
me sorprende lluvioso
quiero
que estés a mi lado.
Manolo
y Rosa, Mari Carmen y Paco, Luís, Pepe y Rosario y sobrinos, ahora
os toca volver a dormir el RECUERDO,
a estar de nuevo tranquilos y a remar unidos para lograr llevar el barco
que él tanto amaba en este nuevo viaje de regreso al puerto.
Juan fue un gran timonel en singladuras pasadas,
no menos difíciles que ésta, y supo capear, como buen torero que era, los temporales que
se os presentaron. Ahora, los jóvenes timoneles y los capitanes veteranos explorarán
en el “cuaderno de bitácora” de
vuestro barco familiar, en él escribieron vuestros desaparecidos lo que unos sólo tenéis que recordar y otros aprender. De hacerlo así lucharéis contra
todo lo que os pueda azotar y, no lo dudéis, venceréis.
Juan,
Alonso y Paco… ¡¡¡Amigos para siempre!!!
Por
favor, tengan la bondad de hacer CLIC en AMIGOS.
Gracias.
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