Los “martinillos”…
¿Verdad o
mentira?
Colaboración
de Paco Pérez
Capítulo
II
Hace varios años
tuve una conversación en la cafetería "Zona-3" con José
Rosales “El Joyero”, hace unos
días volvimos al tema y me repitió la historia exactamente igual, increíble
pero cierto.
Ayer paseaba junto a mi esposa por el “Camino de Almenara” y nos cruzamos con Juan “Tararilla”, hijo. Nos saludamos y le comenté los hechos que van a conocer… ¿Qué me contestó Juan?
Afirmó que su
padre les había contado en casa, cuando eran niños, la historia de José, la que van a conocer ahora
ustedes. Yo no voy a poner, ni quitar, veracidad al relato y sólo me voy a
limitar a recomendarles su lectura, es muy curiosa.
Este
señor también tiene su versión de los “Martinillos”,
es totalmente distinta de la de Tomás.
José trabajó desde la más temprana infancia guardando ganado, ovejas y cabras.
Todos sabemos que esta profesión es muy sacrificada y que por el tema de la
alimentación de los animales muchas noches estos trabajadores tienen que dormir
al raso. Partiendo de esta realidad me comentó que una noche del mes de agosto,
Juan “Tararilla” y él, estaban
con el ganado en el paraje conocido como "Casilla del Cura”. La noche estaba totalmente estrellada y la Luna
se mostraba enorme, redonda y blanca, de ella se desprendía mucha luz y por ello se veía con una
gran claridad en el campo.
Ellos estaban con
los animales en un rastrojo y éste estaba lindando con unas olivas. Por esa
proximidad tenían que estar muy atentos al ganado pues debían vigilarlo mucho
para impedir que las ovejas le metieran mano a las ramas de olivo.
José estaba sentado en alto, sobre una piedra de los
roquedos que todos sabemos que hay en ese lugar, y observó que los perros se
inquietaron. Entonces él se incorporó para comprobar qué pasaba y de pronto
escuchó una voz que le decía:
- Pastor, no te asustes.
José miró en todas las direcciones y entonces descubrió
a dos seres muy pequeños, cuya estatura sería de unos 25 centímetros aproximadamente,
la piel y el pelo eran muy negros y, por las vestimentas, él cree que eran macho y hembra.
Una vez que los
localizó intentó acercarse a ellos. Éstos, con gran habilidad, dieron un salto,
se alejaron de él y le hablaron otra vez:
- Pastor, tú
tranquilo, que no te haremos nada.
- ¿Qué queréis? –
les preguntó José.
- ¿Llevas tabaco?
- Sí, tengo dos
paquetes… ¿También fumáis vosotros?
- Claro, queremos
que nos des algo – le respondieron.
- Yo no me puedo
quedar sin nada, os doy un paquete y ya está bien.
- Dámelo – le
ordenó uno de ellos.
José obedeció y le dio uno de sus paquetes. Cuando lo
tuvo en su poder le volvieron a preguntar:
- Tenemos hambre…
¿Tienes comida?
- Sí, no os vayáis
que ahora voy a por la capacha y vuelvo pronto.
Al ir a por ella
se encaminó hacia donde estaban ellos y éstos, antes de que él se aproximara, se
apartaron de su camino y lo hicieron como si fueran una ráfaga de aire.
José quedó asombrado pero continuó su ruta, regresó al
momento, la abrió, tomó su comida y la compartió con ellos. Para no asustarlos
la dejó sobre la piedra y se alejó un poco. Ellos la tomaron y se alejaron del
lugar después de darle las gracias.
Se pasaron unas
cuantos días y volvieron a presentarse en el mismo lugar, se repitieron las
mismas escenas. Esta vez José tenía
un solo paquete de tabaco y les dio nada más que la mitad porque un pastor
fumador sin tabaco en medio del campo no puede estar, también recibieron
algunos alimentos.
Se volvieron a
despedir y ya no visitaron más a José
en su trabajo.
Ahora José ya está jubilado y, por las tardes, visita la cafetería “Zona-3” para tomar un café, contar estas historias y jugar una partida de cartas con su amigo Juanillo “El de la Trini ”.
José es el señor que está en la foto a la izquierda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario