Colaboración
de Tomás Lendínez García
LOS HERMANOS CARVAJAL
Fueron ajusticiados en este lugar
por Fernando de Castilla al ser
acusados de cometer un crimen que ellos siempre negaron.
Los detalles
de ese hecho histórico fueron publicados, hace un tiempo, en el “DIARIO JAÉN”.
Al
llegar al pueblo, o desde lejos, cuando vemos la “Peña” siempre acude a nuestra mente la curiosa historia de los
hermanos Pedro y Juan Carvajal, caballeros y comendadores de Calatrava.
El
pueblo se desparrama al pie de ella, rodeado de extensos campos de olivares,
pueblo de unos veinte mil habitantes. En 1925,
Fernando “El Santo” lo conquistó y pasó a formar parte de la Orden de Calatrava.
Todos
hemos oído alguna que otra vez la leyenda de la “Peña”, yo la oí una vez durante la recolección de la aceituna, en
una casería cercana al pueblo.
En
el año 1312, en la ciudad de Palencia se cometió un asesinato,
acusándose de este delito a los hermanos Pedro
y Juan Carvajal, habitantes de
la villa de Martos.
Los
hechos ocurrieron una noche fría y desapacible pues, desde el anochecer, la
lluvia caía con insistencia; las calles de la ciudad estaban desiertas y,
además, eran tiempos turbulentos y azarosos por las continuas guerras; de
rencores y envidias de nobles con nobles; de la nobleza contra los reyes y sus
adictos… Por esas circunstancias, apenas se oía la “hora de la queda” y todos los vecinos se retiraban a sus moradas en
evitación de peligrosos encuentros.
Don
Juan Alonso de Benavides caminaba
embozado en su amplia capa por la solitaria calle, débilmente alumbrada por un
farolillo de aceite que ardía ante la hornacina donde un Cristo agonizante invitaba al caminante a una oración.
Acaba
de salir del palacio de Carlos IV de
Castilla donde en unión de otros nobles se había proyectado la conquista de
la villa de Alcaudete, ocupada por
el moro invasor. Don Juan Alonso se
internó por una calle y otra calle con dirección a la suya cuando, de pronto,
dos asesinos se abalanzaron sobre él y, sin darle tiempo a defenderse, le
cosieron a puñaladas.
Mucho
pesar tuvo el Rey por la muerte de
tan leal vasallo, muchas fueron las averiguaciones para descubrir a los autores
de aquel horrible asesinato mas solo pudo saberse por un mesonero que la misma
noche del crimen había estado sirviendo en su establecimiento a dos caballeros embozados
y que en su conversación comentaban el viaje de regreso a la villa de Martos.
Pocos
días después de este suceso, caminando al campamento de Alcaudete, pasaba el Rey por Martos, allí le informaron que la
misma noche del crimen habían estado fuera los hermanos Carvajal, según éstos en una finca de su propiedad cercana a la
ciudad de Jaén, y, como no pudieron
confirmarlo con testigo alguno, el Rey,
mandó conducir a su presencia a los dos caballeros.
Una
vez estuvieron ante él:
-
¿Sabéis, les dijo, de qué crimen se os acusa?
-
¡A nosotros, señor!
Exclamaron
a la vez los dos hermanos llenos de sorpresa, cólera e indignación.
–
A vosotros, sí, os acuso yo de haber asesinado a don Juan Alonso de Benavides en la ciudad de Palencia.
–
Eso es falso, señor, somos caballeros y no asesinos, somos inocentes,
permitirnos que lo justifiquemos y que nos defendamos; ponemos a Dios por testigo de nuestra inocencia.
Inútiles
fueron sus protestas, juramentos y súplicas; los hermanos fueron mandados
arrojar, por orden del Rey, desde lo
alto de la “Peña”.
Así
fue ejecutada la sentencia y los Carvajal,
antes de morir, volvieron a protestar de su inocencia:
-
¡Rey de Castilla! –exclamaron.
Puesto que nos mandáis ajusticiar injustamente, os emplazamos a que
comparezcáis con nosotros a juicio ante Dios
dentro de treinta días.
Justamente,
a los treinta días de la muerte de los hermanos, murió don Fernando IV de Castilla, llamado por la historia “El Emplazado”.
En
la iglesia de Santa Marta, del
pueblo de Martos, puede leerse esta
inscripción:
[Por mandato del
Rey, don Fernando de Castilla “El
Emplazado”, fueron despeñados de esta “Peña”
Pedro y Juan Alonso de Carvajal, comendadores
de Calatrava, y se sepultaron en este entierro.
Don Luís de Godoy y el licenciado Quintanilla, caballeros de hábito, visitadores generales
de este partido, mandaron renovarles esta memoria, año 1595.].
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