Colaboración de José Martínez
Ramírez
Tenía
una goma de Milán
dentro
de mi cartera,
iba
también el compás
junto
a unas monedas.
Tres
gatos rubios para jugar,
bajo
las escaleras,
una
comba para saltar
un
cine, mi caja de madera.
Unos
patos, la sombra de Adán
dormido
bajo la higuera.
la
Cueva de Alibabá
se
quedó ya sin puerta
los
recreos en clave de fa
para
soñar con estrellas
de
la mano de D. Sebastián
donde
arrió su bandera
una
parra, un trato, la mar
dentro
de una botella.
Muchas
ganas de cantar
aquella
voz prisionera.
Heidi,
Marco, que lejos está,
Furia
y Mazinger Z,
Curro
Jiménez, Sandokán,
aquella
mi vez primera.
Cruyff,
Muller, Franz,
un
abejaruco, una gineta.
Los
peces del Pilar,
un
beso en la Vegueta.
Era
gris la Derbi Variant
y
verde mi bicicleta.
Un
balón de fútbol para jugar,
y
en la escuela vieja
un
potro para saltar,
es
Santiago mi feria.
Antes
las Flores y Navidad,
esta
última es más seria.
Que
no se enfade el gañán
de
las “ogaillas” en la alberca
de
Juan el “posadero”, un chaval
que
no vivía por allí cerca.
Alonso “el del
carro
y su santoral
de
mil conejos sin chistera,
allí
aprendí yo a nadar,
donde
descubrí las verbenas.
Otro
día me fui a rebuscar
con
mis primos de la carretera,
Miguel se llama el
zagal,
Brígida como su
abuela.
Los
sábados daban Tarzán
los
lunes a la escuela
con
costillas para el zorzal,
y
el sabor a canela,
del
arroz con leche del bar
donde
escondía la cartera.
Veía
con mi hermano Juan
peliculones
de bandera,
unas
bolas de cristal,
Un
yo-yo sin cuerda,
el
Guerrero del Antifaz,
el
Jabato y Fideo “el poeta”,
Capitán
Trueno jamás
perdió
una sola guerra.
Luego
llegó la pubertad
sin
llamar a la puerta,
una
nube de libertad
me
subió a cuestas.
Las
cosas de esa edad
las
dejé en las estrellas
del
Almendrao de madruga,
mi
luna era más esbelta.
La
besé por curiosidad
y
nunca lo supo ella.
Qué
lejos queda ya
mi
pobre higuera
aquella
sombra de Adán
y
todo lo que yo quisiera.
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