Colaboración de Paco Pérez
REQUISITOS PARA SERLO
Desde
la antigüedad, se consideraba un “discípulo”
a la persona que aprendía una doctrina, ciencia o arte con las enseñanzas de un
maestro.
En
la Biblia nos encontramos esa figura
en diferentes momentos de la historia y, como es lógico, con personajes
distintos. Jesús perteneció a ese grupo de seres extraordinarios que
atraían desde el primer momento a las personas de todos los lugares y de todas
las clases sociales porque decía y hacía algo diferente a lo que ellos estaban
acostumbrados.
Entre Él y
los maestros que dejaron huella
siempre hubo cosas comunes y cosas diferentes:
1.- Tuvieron en común
que enseñaban y estaban rodeados de discípulos.
2.- Se diferenciaron
en que Jesús enseñó, profetizó, curó a los enfermos y eligió a sus discípulos pero los otros
maestros no, sólo se preocupaban de enseñar
a los que acudían a ellos y éstos los buscaban atraídos por el deseo de
aprender.
Con
Jesús, el ser “discípulo” adquirió un perfil de compromiso personal muy grande por
lo que debían hacer después de aceptar su llamada, de ahí que tomar esa
decisión no fuera fácil pues las ataduras del modelo familiar y social que
entonces había debían dejarlas atrás.
Por
esa condición previa, imprescindible, la llamada de Jesús fue atendida por unos pocos, y le siguieron de inmediato,
pero otros no se fueron tras Él… ¿Por qué?
Ocurrió
así porque antes de que tomaran la decisión final les hablaba de los peligros
que podían afectarles, no los engañaba: Salvar o perder su vida; renunciar a
sus planes familiares, profesionales, aficiones o costumbres, las seguridades
materiales y no hacer caso a la incomprensión familiar y social que recibirían
después. Luego, seguirle nos obliga a tomar unas decisiones
muy duras pues tendremos que llevar una vida libre pero sin las ataduras de la materialidad y el egoísmo.
En Mateo 10,
37-39 se nos aclara lo anterior:
[En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
- El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que
quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge
su cruz y me sigue no es digno de mí.].
Abandonar
a los padres, familiares, trabajo…
Entonces, era una decisión que se interpretaba muy mal porque los mayores
siempre eran atendidos en sus necesidades y sus opiniones eran muy respetadas.
El
profeta Eliseo, un hombre de Dios que tenían una fe y un
convencimiento únicos, en su labor misionera protagonizó en un pueblo una
escena en la que se nos enseña cómo debemos comportarnos con las personas
desconocidas, acoger a quienes se nos
acerquen porque es un deber y no porque somos calculadores y pensamos en qué nos conviene más en ese momento o más adelante.
Una
familia lo acogía en su casa cuando él pasaba por su poblado, es un ejemplo de
ayuda desinteresada hacia quienes lo necesitan y también nos ayuda a ver con
claridad que Dios, en este caso por
mediación de Eliseo, siempre ayuda
de manera invisible a quienes saben hacerlo bien con los necesitados. Eran mayores, no tenían hijos y él les
anunció su próxima paternidad.
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