Colaboración de Paco Pérez
LAS PERSONAS CONDENAN, JESÚS NO… ¿QUÉ HACES TÚ?
El
profeta les anunció cómo liberaría el
Señor al pueblo de Israel de
la cautividad, los sucesos bélicos que ocurrirían para impedirlo, que Él siempre estaría junto a ellos, cómo
les ayudaría durante su viaje de regreso a la Tierra Prometida y que la “venida
del Mesías” estaba cerca.
Por
este último acontecimiento les aconsejaba que no miraran al pasado sino hacia
el futuro porque, de no hacerlo, se estancarían y no entrarían en el proceso
liberador.
Contextualicemos
los hechos del evangelio:
Dios deseaba que las personas fueran felices en el mundo ideal que Él les había construido pero, desde el inicio, nosotros hemos estropeado su plan. Pienso así porque no puedo aceptar el planteamiento de quienes dicen que lo que nos ocurre es porque el diseñador nos castiga por lo que hacemos.
Esta historia comenzó en un espacio ideal para vivir, una
mujer y un hombre quedaron ubicados en él para que lo disfrutaran y, además,
recibieron de Dios una Ley que debían respetar… ¿Aparece en este relato bíblico algún punto
en el que se establezca una diferenciación de responsabilidades entre ambas personas?
La mujer fue
puesta por Dios junto al hombre en
igualdad de derechos y deberes para que le “ayudara” pero no para que la “humillara”, luego la situación creada después
es obra humana y no divina. A pesar de esta evidencia algunos “colectivos” acusan a “nuestra religión” de haber causado a
las mujeres mucho daño por culpa del “machismo”
que hay en el clero pero considero que esta condena es un “bulo” que
está montado por personas subjetivas
que sólo se preocupan de sus intereses y no de averiguar dónde está el origen real
de esos males históricos.
Si
viajamos con la Biblia al comienzo
de los tiempos nos encontraremos en Génesis
3, 4-6: [Y dijo la serpiente a la
mujer: No, no moriréis; es que sabe Dios que el día que de él comáis se os
abrirán los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal.
Vio, pues, la
mujer que el árbol era bueno para comerse, hermoso a la vista y deseable para
alcanzar por él sabiduría, y tomó de su fruto y comió; y dio también de él a su
marido, que también con ella comió.].
No superaron la “tentación”, desobedecieron la LEY
sufrieron las consecuencias de su acción, se dieron cuenta del error cometido y
entonces comenzó el hombre a tomar
medidas preventivas contra la mujer
porque, debido a su debilidad y capacidad de persuasión, ambos habían perdido
el regalo que Dios les había hecho.
Inspirados
en esta experiencia los hombres
establecieron un esquema patriarcal
y lo regularon con unas normas egoístas para atar a las
mujeres: Ellas serían “propiedad de los
hombres”, primero del padre y después del esposo; tendrían el
“deber” de moler el trigo, cocer el pan y cocinar; tejer; lavar el
rostro, las manos y los pies de su esposo; lo satisfarían sexualmente y le darían
hijos; permanecerían en el hogar y no tendrían vida social; saldrían a la calle
acompañadas y con el rostro cubierto con un velo… Jesús conoció estas obligaciones que afectaban a las mujeres pues formó
parte de una familia judía y vivió en un pueblo. Con estas vivencias, un día comenzó
a recorrer los poblados evangelizando y les enseñó que Él no estaba conforme con el modelo
social que los hombres habían
establecido para las mujeres. Con su
ejemplo nos enseñó que Dios no tenía
culpa de la deriva negativa que habían tenido las “relaciones entre los hombres y las mujeres”.
La
confirmación de lo dicho viene cuando los escribas
y fariseos llevaron ante Jesús a una mujer que era acusada de “haber
cometido adulterio”. Éstos fueron muy
injustos porque no le llevaron a las dos personas que habían cometido el
adulterio, una mujer y un varón…
¡Sólo le llevaron a la mujer!
La
“humillaron y condenaron” porque la Torá, el libro de la ley mosaica de los judíos, exigía al varón: [No
poseer ni desear a una mujer de otro hombre.].
Lo curioso del hecho fue que una ley en vigor fuera
utilizada para castigar a la mujer con dureza y
dejara libre de falta al hombre cuando
la ley decía otra cosa.
Además
de lo dicho había otra razón para que actuaran así: [Los
romanos no autorizaban que los judíos lapidaran a las personas pero ellos sí ejecutaban
a las mujeres con ese procedimiento.].
Lo
que realmente pretendían era poner a Jesús
en un aprieto pues si autorizaba la ejecución “iría contra las leyes de Roma” y si la prohibía entonces
actuaría contra la “Ley de Moisés”. Como
Jesús no soportaba la hipocresía social que habían
construido los varones pues por eso
desarmó a quienes la acusaban con esta frase lapidaria, está en Juan 8, 7: [Como
insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: “El que de vosotros no tenga
pecado, que le tire la primera piedra”.].
Con
estas palabras solucionó el problema que le plantearon, nadie le tiró piedras y
se marcharon. Cuando estuvieron solos le habló a ella. Está recogido en Juan 8, 10-11:
[Jesús se incorporó y le preguntó:
- Mujer, ¿dónde están tus
acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?
Ella contestó:
- Ninguno, Señor.
Jesús dijo:
- Tampoco yo te condeno. Anda, y en
adelante no peques más.].
Si
leemos con objetividad el texto
comprenderemos que la cultura popular se convierte “por culpa de los
hombres” en normas religiosas,
en culto, en falsa historia… El tema planteado es una consecuencia de esta
realidad y los cristianos, para que
no nos zarandeen estas acusaciones, tenemos la obligación de beber en nuestra
fuente, la Biblia. De hacerlo así
comprenderemos, con relatos como el de hoy, que Jesús no fue enviado con la misión de condenarnos sino de salvarnos.
También
os quiero llamar la atención sobre la fuerza que tiene la “VOZ de nuestra conciencia” cuando la escuchamos, lo que hicieron
los hombres al escuchar la propuesta de Jesús. Gracias a ella,
reconocieron que también eran pecadores y se marcharon.
Pablo nos habla de dos realidades
diferentes, el mundo de la mentira en que viven quienes no conocen a Jesús y el de la verdad que nos enseñó. Él les decía que era una persona
imperfecta que luchaba
por cambiar el comportamiento equivocado que tuvo en el pasado, cuando no se
cansaba de hacer el mal. No obstante, al conocer que Jesús murió por todos ya cambió porque
comprendió dónde estaban la verdad y la mentira de la vida, desde ese momento decidió no transitar más por donde lo hizo antes y ya luchó para abandonar la
idea equivocada de valorar en exceso lo terrenal, aquello que es efímero, para preocuparse sólo
de lo que Jesús practicó.
Desde ese momento su gran
preocupación fue trabajar en defensa de la verdad, aunque le costase la vida, pues
deseaba que cuando le llegara el momento de abandonar este mundo pudiera ser
aceptado en el Reino.
Pablo decía que para entrar en el Reino debíamos olvidarnos del pasado, mirar
hacia el futuro, cambiar y
dar ejemplo.
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