Colaboración de Paco Pérez
DOMINGO DE RAMOS
Isaías comunicaba a las personas los deseos del Señor,
les decía lo que debían hacer y, si eran
cumplidores, más adelante podrían ayudar a otros. Lo harían si comenzaban escuchando
los consejos recibidos y después, cuando estuvieran convencidos de que ese era
el camino que deseaban recorrer, aceptarían con resignación el sufrimiento
que siempre genera el maltrato que la sociedad da a quienes van rectos. Les
aconsejaba que, a pesar de ello, siguieran confiando en el Señor porque
estará siempre a nuestro lado y nos ayudará a permanecer fuertes.
Pasaron los años, vino Jesús y comenzó su ministerio llamó a las personas para que le siguieran y ellas, con la libertad que recibimos al nacer, tuvieron que decidir si lo hacían o no. Quienes se sienten atraídos por su propuesta deben confiar en Él y así les resultará más fácil seguirlo pues comprenderán mejor qué espera de ellos, notarán su presencia, comprobarán que cada día los orienta sobre qué deben hacer y qué no, podrán resistir los envites de los peligros que se les presentan y, con la fe que les regalará, no responderán con violencia a quienes los maltraten. Alcanzado este nivel personal de responsabilidad cristiana cada día se sentirán más empujados hacia quienes sufren e intentarán ayudarles compartiendo sus problemas y animándolos a seguir luchando.
Jesús tomó condición
humana para hacer más entendible su misión y ser el faro espiritual de las personas
pues siendo quien era no se presentaba ante ellas mostrándoles su condición de Hijo de Dios sino que les ofrecía sus
propuestas de vida, lo hacía con naturalidad a quienes se le acercaban, era
pacífico, los escuchaba, rechazaba la violencia, huía de quienes querían
encumbrarlo, se presentaba como el último de ellos… ¿Así es como actuamos los humanos DOS MIL años después de sus enseñanzas?
Opino
que no pues aún no hemos aprendido el comportamiento ejemplar que tuvo con las personas,
para Él todas eran iguales, nunca se fijaba en su condición social y lo
hacía así cuando Él era el que servía, siendo el más importante, y no al
revés.
Hoy,
la cristiandad celebra la festividad del “Domingo
de Ramos” y en ella se recuerda que Jesús
fue “aclamado”, “acusado”, “apresado”,
“juzgado”, “condenado” y “crucificado”. Esta visión de lo
ocurrido está sustentada en el relato de unos hechos históricos reales pero, si
tomamos como referencia el “Plan de Dios”,
entonces veremos otra realidad muy diferente, es decir, lo que realmente
ocurrió no fue la tragedia de la muerte de Jesús sino el “fracaso”
de los poderes fácticos que actuaron contra Él empleando la “mentira”
para destruirlo y seguir ellos disfrutando de sus privilegios.
Fracasaron
porque después Jesús RESUCITÓ y, quienes lo seguían, ya sí comprendieron
quién era y el verdadero sentido de sus palabras y la lucha sin
violencia que tuvo hasta el final para poner en marcha el “Reino de Dios”
entre nosotros. Cuando la mente de sus seguidores se abrió ya salieron sin
miedo a las plazas para dar testimonio y predicar… ¡Ese fue su
“triunfo” y el “fracaso” de quienes lo mataron!
Lo
entiendo así porque todo comenzó cuando eligió
a unos hombres como DISCÍPULOS para
que lo siguieran, ellos aprendieran su mensaje de manera
práctica durante ese acompañamiento y después, cuando los dejó y partió hacia
el REINO, ellos continuaran con la
labor MISIONERA que Él inició.
El
diseño realizado por el PADRE había
sido perfecto pero los DISCÍPULOS, a
pesar de haberle acompañado a diario, no tuvieron claras las ideas y por eso, cuando
lo crucificaron ellos pensaron que se había acabado aquel viaje ilusionante que
iniciaron un día junto al “lago” y
se sintieron perdidos… ¿Por qué?
Porque
no es fácil comprender que un día el pueblo proclamara a Jesús Mesías porque con Él se
cumplió la promesa que les había
hecho Dios y después, en unas horas, quedara destruida
la esperanza que tenían de conseguir con su ayuda la deseada liberación de los romanos y que, de pronto, todas sus ilusiones acabaran en la CRUZ.
Esa evidencia no fue bien interpretada por los judíos pues no vieron sus
acciones como la “siembra” de las semillas
cuya futura cosecha sería el cristianismo.
La
frustración de los judíos fue grande porque, desde que
recibieron el anuncio de la venida del Mesías,
esperaban ilusionados su llegada para que los liberara de las humillaciones que
recibían a diario de los romanos y eso sólo se lo podía dar el Mesías
Salvador anunciado por los profetas pero con una espada en la mano. Se
imaginaban que sería un guerrero invencible pero cuando Jesús les propuso ofrecer la otra mejilla se sorprendieron, lo rechazaron y prefirieron a Barrabás
(un celota que luchaba contra Roma
y mataba), a Él todavía no lo han aceptado.
Tampoco lo comprendieron sus discípulos
y por eso lo negó Pedro tres veces, dudaron de su resurrección y Tomás
necesitó tocar sus heridas, tuvieron
miedo y se escondieron.
¿Qué hemos aprendido? ¿Seguimos escondidos
en el 2022 o damos la cara por Jesús cuando la ocasión lo requiere?
Yo
creo que no respondo a Jesús lo que Él espera de mí.
Ahora
que cada persona se analice con sinceridad.
Unos años después Pablo recibió la llamada de
Jesús, abandono lo que hacía, rectificó su conducta, le respondió bien y
comenzó su apostolado proponiéndoles como ejemplo el comportamiento de Jesús
ante el escarnio que recibió, no subirse a las alturas cuando se
relacionaran con las personas sino poniendo los pies en el suelo porque Él,
que era Dios, se presentaba como el más humilde, no luchaba,
resistía todo lo que le hacían, los perdonaba y, a pesar de
ello, lo mataron.
Ahora, todos debemos reconocerle su grandeza, alabarlo
y seguir su ejemplo.
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