Colaboración
de Paco Pérez
TEXTOS
ZACARÍAS 9, 9-10
Así
dice el Señor:
- Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén; mira a
tu rey que viene a ti justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en
un pollino de borrica.
Destruirá los carros de Efraín, los caballos de Jerusalén, romperá los arcos
guerreros, dictará la paz a las naciones; dominará de mar a mar, del Gran Río
al confín de la tierra.
ROMANOS 8, 9. 11-13
Hermanos:
Vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de
Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo.
Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en
vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará
también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en
vosotros.
Así, pues, hermanos, estamos en deuda, pero no con la carne para vivir
carnalmente. Pues si vivís según la carne, vais a la muerte; pero si con el
Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis.
MATEO 11,25-30
En aquel tiempo, exclamó Jesús:
- Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has
escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la
gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor.
Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre
sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y
aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y encontraréis vuestro
descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.
REFLEXIÓN
Siempre
hubo injusticias en todos los tiempos y a todos los niveles sociales, igual que
en nuestros días.
El
texto de Zacarías es fruto del sufrimiento que el pueblo padecía, como consecuencia
del yugo pesado que le imponía el invasor. Él recogió ese ambiente y proclamó
su esperanza en un futuro mejor, algo que sólo se conseguiría con el
restablecimiento de la paz y, con ella, la vuelta a la normalidad.
Esa
manifestación de esperanza que nos hizo, supongo, se la debió de inspirar Dios
y por eso nos mostró un futuro mesiánico de la vida.
Es
un anuncio de la entrada triunfante de Jesús en Jerusalén y un anticipo de que
lo haría en su condición de rey, al que adorna con todas las cualidades que
debe atesorar un buen monarca. Si somos responsables y las comparamos con las
de quienes nos gobiernan en nuestros días comprenderemos que estos hombres no
tienen conciencia, no son justos, no se preocupan de la ciudadanía para
arreglarle sus necesidades, sí los manipulan en época electoral con promesas
que no cumplen después… Por todo lo dicho firmo que caminan en dirección
contraria al mensaje bíblico: actuar con justicia, humildad, austeridad,
sencillez, moderación...
San
Pablo nos enseña que el hombre, en su relación con Dios, se desenvuelve inmerso
en un doble plano: la materialidad y
la espiritualidad.
Si
analizamos nuestro comportamiento comprobaremos que discurrimos,
principalmente, por actuaciones
materiales y las espirituales
quedan en un segundo plano o en ninguno.
Si
viviéramos nuestro cristianismo de manera correcta entonces no nos resultaría
complicado entender que la realidad es bien distinta, nuestras amarras son de origen espiritual porque
procedemos de Dios y la materialidad
es un elemento circunstancial, pegadizo a nuestra naturaleza.
Si
el espíritu habitaba en Jesús y Él lo vivificó; nosotros, que también somos
hijos suyos, seremos vivificados al ser portadores de esa condición.
No
estropeemos nuestras relaciones con el Padre y así Él cumplirá con nosotros sus
planes.
La
comprensión de los misterios de Dios no está al alcance de cualquiera y éstos
no pueden ser explicados con la inteligencia humana, por muy grande que sea
ésta.
Dios,
cuando decide “revelar” algo, no escoge a gente superdotada y sí se
lo confía a personas humildes y
sencillas.
Jesús
nos invita a acudir a Él cuando nos encontremos necesitados de ayuda porque nos
la dará.
También
nos muestra el camino del sacrificio pero sin olvidarnos de que podremos llevar nuestra cruz con facilidad
si nos fijamos en cómo actuaba Él. De seguir sus consejos encontraremos el
descanso que Dios tiene prometido al hombre.
Si
hoy se nos habla de que Dios acoge a las gentes humildes para las grandes
empresas y no a las personas bien dotadas o pudientes, es decir, hace lo
contrario del modelo que los hombres ponen en práctica siempre: <Tanto tienes, tanto vales.>.
El
judaísmo, en tiempos de Jesús,
implantó para su cumplimiento una interpretación de la “Ley de Dios” que impedía a los
humildes conocerla y cumplirla por las dificultades que tienen los que no
saben leer, sí podían leerla quienes tenían cultura y eso hizo que el pueblo se
aburriera ante la incomprensión del mensaje y se alejara de Dios.
Vino
Jesús y normalizó el ayunar y el beber, por ejemplo. Él comía y bebía, no
entendieron el significado de ese proceder y por ello lo criticaron… ¿Qué es más importante dejar de comer carne
y no aceptar la amistad con personas de otras razas o comerla en compañía de
los marginados por razones del color de la piel?
En
nuestros tiempos la Iglesia de Cristo también hace como el judaísmo, nos llena
de: Mandamientos de la Ley de Dios y de la Iglesia; normas para el ayuno, la
abstinencia y la penitencia en la Cuaresma; decretos de la Santa Sede, de las
Sagradas Congregaciones romanas y de las Conferencias Episcopales… Todo sigue
estando controlado y bien regulado.
El
Papa abre las ventanas de la Iglesia para que entre aire fresco y por eso nos
dice: <Hay que volver a Galilea.>
Lleva
razón al hacer esa propuesta porque las actuaciones complicadas que se usan
para poner en marcha el evangelio de Jesús quedan resumidas por Él en dos
MANDAMIENTOS:
1.-
Amarás a Dios sobre todas las cosas.
2.-
Amarás al prójimo como a ti mismo.
Jesús
nos dijo:
-
Te
doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a
los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre,
así te ha parecido mejor.
El Papa no dice tonterías y, ahora, lo
difícil será poder conjugar la realidad de la Iglesia actual y el mensaje
sencillo de Jesús.
¿Por
qué no se facilita a los hombres sencillos el camino terrenal hacia el Padre?
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