Colaboración de Paco Pérez
El
lunes nos regaló Santiago, un amigo de verdad para Eufrasio y su familia, una
semblanza maravillosa de él.
No
es mi intención repetir hoy las cosas buenas que él atesoraba porque ya nos
fueron desarrolladas, con conocimiento y cariño, por quien mejor lo conocía.
Quiero
agradecer a Santiago el habernos brindado la oportunidad de leer su sentido y sincero
canto al amigo desaparecido. También quiero manifestar que todo lo que se diga
en el futuro de Eufrasio será poco, porque él era mucho más. Lo fue porque su
vida sin quejas ni reproches fue un ejemplo maravilloso en el que podemos
fijarnos para poder aprender muchas cosas buenas los que sin tener nada somos
tan poco sufridos que nos quejamos, sin motivos, hasta de un simple resfriado.
Considero
un deber aplaudir a Santiago, el amigo incondicional, por el comportamiento
anónimo y sincero que tuvo con Eufrasio: en su postración y soledad, sacándolo
de paseo durante muchos años, compartiendo sus penas y alegrías, siendo un
vecino y amigo sincero... Lo ha hecho cuando se deben hacer las cosas con el
prójimo, en vida, y no con el modelo social que hemos implantando… ¡¡¡Llevar
flores a la tumba!!!
Los
momentos de felicidad que le has regalado son las flores que no se marchitan
jamás porque se conservan en el corazón del receptor hasta el final de sus
días.
Considero
que Eufrasio contaría los días que faltaban para que volvieras por el pueblo de
vacaciones porque lo visitarías, comentaríais vuestras intimidades,
programaríais sus futuras visitas al pueblo… Traerlo al pueblo y retornarlo no
tendría precio para él y el subidón que experimentaría su estado anímico le
haría cargar las pilas para un tiempo pues le ofrecías la oportunidad de pasear
por nuestras calles, ser abrazo por sus paisanos y saludar a quienes no veía con
frecuencia por estar fuera gran parte del año, mi caso. Estas flores que tú le
ofrecías cuando venías te las compensó con una confidencia que, cuando te la
hizo, la acogiste en clave de desánimo. Unos meses después el anuncio que te
hizo sobre su inminente viaje al “Reino
de los Cielos” se convirtió en realidad.
No
es mi intención establecer comparaciones pero, cuando Jesús anunciaba las cosas
a sus más próximos ellos no lo entendían porque les hablaba de cosas que no
eran evidentes, Eufrasio tenía un conocimiento exacto de su salud, Jesús de su
futuro, y debió de hacerse, con la gran inteligencia que le regaló Dios, una
evaluación perfecta de su estado de salud real. Esta vivencia te servirá de
compensación porque Jesús anticipaba las noticias a sus íntimos y Eufrasio,
salvando las distancias, se lo predijo al mejor de sus muchos amigos… ¡¡¡Tu fidelidad fue compensada con el premio
de ese anuncio que te hizo!!!
No
puedo dejar de recordar a sus difuntos padres. Vivieron entregados de manera
total a la atención de sus cuatro hijos y, de Eufrasio, en dedicación
exclusiva. María y Blas, hermana y cuñado, tomaron de sus progenitores, al
morir, la cruz de sus cuidados y lo hicieron con total responsabilidad hasta
que los problemas físicos que nos regalan los años se vieron agravados por los
esfuerzos físicos que hicieron con él cuando los requería su cuidado.
Eufrasio
era algo mayor que yo, 68 y 66 respectivamente. Comenzamos a conocernos en la
plaza de la iglesia. Él no podía participar en los juegos que en aquellos
tiempos se organizaban allí porque éstos consistían en correr unos detrás de
otros y se conocía popularmente como “los
árboles” o dándole patadas a un balón en la “Lonja” de la parroquia, el
solar que hoy es ocupado por el “Salón parroquial”.
En
aquellos tiempos no tenía carro y la única forma que había para que estuviera
en el ambiente como “mirón” era llevarlo
en peso. Para ello él se ponía las manos por debajo de las piernas, a la altura
de las rodillas, y se entrelazaba las manos. Entonces, normalmente eran los mayores
quienes lo hacían, era cogido de los brazos para ser trasladado de la casa a la
plaza o al revés.
Él,
sentado en el suelo, observaba a los demás en sus movimientos, así es como se
distraía.
Un
año, en las “Fiestas de Santiago”, estaba sentado con Mari en el baile, tomando
algo en un velador y escuchando al conjunto musical. Eufrasio apareció por el
recinto ferial en compañía de unos jóvenes y lo llevaron hasta nuestra mesa. Entonces
ya iba en su primer carro, se quedó con nosotros y se tomó un cubata ayudado de
una pajita.
El
ruido que el conjunto musical suministraba al ambiente era tremendo y, además,
nuestra nula capacidad para entenderlo hizo que no pudiéramos mantener una buena
comunicación. Después de un tiempo, Mari observó que se estaba inquietando y me
lo indicó, yo comprobé que era verdad lo que me decía y entonces intenté
averiguar qué le ocurría pero no hubo forma posible de poderlo entender. Los
que lo habían llevado no regresaron. Nosotros continuamos hablándole para que se
sintiera cómodo y cuando Mari le
preguntó si deseaba regresar ya a casa él asintió, tomé el carro y lo llevamos.
Así acabó aquella noche de fiesta para él y nosotros.
Un
tiempo después, era por la tarde, estuvimos de entierro y no recuerdo quién era
el difunto pero debió de ser muy conocido de los dos porque nos fuimos juntos hasta
el Cementerio.
Lo
anecdótico de la tarde estuvo en la jugarreta que le gastó, sin esperarlo él y yo,
el nuevo carro eléctrico. Todo iba con normalidad, chalábamos de manera
desenfadada y un hecho inesperado hizo acto de presencia de pronto… ¿Qué
ocurrió?
Al
llegar a la esquina de Juana “La Beatriza” o de “Cerote”, el carro imitó a un caballo y las ruedas delanteras se
elevaron hasta una altura peligrosa y no lo derribó porque quienes lo
rodeábamos reaccionamos de inmediato y evitamos el vuelco de espaldas. Una vez
que lo retornamos a la normalidad le empujamos y así le facilitamos la subida.
El
incidente ocurrido estuvo motivado por la fuerte pendiente que hay en ese punto
de la calle, por el peso de la batería y de él y por el posicionamiento trasero
de los elementos mencionados. Una vez recuperados del susto que nos ocasionó el
incidente comenzamos a dialogar en términos ecuestres y nos reímos bastante.
Santiago
nos ha mencionado sus vivencias en las colonias de verano con la FRATER, los
amigos que cosechó durante esos años ha sido el elemento estrella de esa parte
de su relato.
Yo
corroboro esas palabras porque hace ya bastantes años que mantuve, durante el
recreo en el Colegio, una conversación con una compañera. Durante
ella salió a colación Eufrasio y me preguntó por él pues lo había conocido en
esos campamentos, cuando ella participó como integrante del equipo de jóvenes
voluntarios que colaboraban. Ella hablaba de Eufrasio maravillosamente y lo
hacía en unos términos muy cariñosos.
Cuando
recibí de Santiago la noticia de su muerte yo la comuniqué a Adriano Jiménez.
Aquella noche Adriano estuvo en su parroquia de Úbeda, durante la misa se llevó
una gran sorpresa cuando el cura oficiante habló de que ese día había muerto un
buen amigo, Eufrasio. Les comentó que lo conoció en unos campamentos de verano
y recordó sus cualidades como persona. La misa fue ofrecida por su alma.
Cuando
tantas personas de distintos lugares confluyen con sus opiniones en la misma
dirección es porque una gran VERDAD hay en torno a la persona de Eufrasio: Su
trato, bondad y cariño caló hondo en quienes lo trataron y por eso fue una
persona querida por todos los que lo conocimos.
¡¡¡Hasta
siempre querido amigo, que descanses en paz allá donde estés!!!
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