Colaboración de Paco Pérez
Si nos ofenden deberemos tomar la actitud de olvidar, perdonar y así, cuando nos presentemos ante Dios para orar, le ofreceremos el fruto de nuestro
esfuerzo.
El
perdón es un acto individual que
cuesta hacerlo cuando nos ofenden y de ahí el cambio que dieron a sus vidas
quienes conocieron cómo respondía Jesús en situaciones de este estilo. Hasta
que apareció Jesús aquellos hombres
se guiaban por las leyes que había establecidas sobre él, aguantar “cuatro” veces la ofensa. No obstante, San Pedro la amplió y le habló a Jesús
de “siete” pero Él le respondió que
“setenta veces siete”.
¿Qué
pretendió transmitirle Jesús con ese
número?
Será
difícil que acertemos pero si perdonó a quienes lo mataron pues me imagino que lo
hizo sin límites y por eso nos pide que no nos cansemos de hacerlo.
Él
nos aconseja ponernos en el lugar de quienes se acercan a nosotros a pedirlo y
por ello debemos escucharlos porque si
no lo hacemos podemos ser condenados
al no haber tenido compasión de
quienes lo pidieron, Jesús sí la
tuvo siempre… ¿Es justo pedir perdón a
Dios cuando rezamos el Padrenuestro y después no perdonar nosotros a quienes
nos ofenden?
Debemos
valorar que en determinadas ocasiones quienes nos ofenden no actúan con maldad y sí
por equivocación o error, en este caso no
hay culpabilidad en ellos y no deben
ser castigados.
Hay
quienes consideran que nadie cambia pero Jesús sí creyó en el cambio de las personas. Tenemos el ejemplo de la mujer adúltera, por eso la perdonó y le
pidió que no pecara más. Lo hizo porque
consideró que así le daba la oportunidad de ser después una mujer diferente. Este
planteamiento que nos legó nos enseña que debemos ser comprensivos con quienes
defienden que se busque la reinserción de la población reclusa pues, si se
consigue algo, será un éxito.
Antiguamente
se asociaba la enfermedad con el pecado y por esa cultura popular las personas
eran marginadas, recordemos lo que hacían con los leprosos… ¿Valoraban el sufrimiento de esas personas?
Jesús acabó con ese
problema saltándose los planteamientos sociales equivocados que había en su
tiempo y lo hizo porque sólo eran prejuicios impuestos por la sociedad y la
religión, pero elevados a la categoría de ley. Él reaccionó, principalmente, para
desmontar aquella mentira y aliviar el sufrimiento físico y moral de quienes lo
padecían. Por eso tocaba a los leprosos y se juntaba con los pecadores. Esta
compasión de Jesús nos enseña el camino que debemos recorrer para hacer
desaparecer el rencor e instalar en nosotros el perdón.
Cuando
una persona se acostumbra a perdonar a todos, a quien realmente está ayudando
es a ella misma pues así su conciencia queda liberada de muchas cargas
emocionales. Quienes logran pensar de esta forma sí podrán amar de verdad y ser
felices.
Debemos
pensar que si luchamos por vivir allí arriba junto a Dios el resto del tiempo el perdonar aquí será una obligación… ¿Por
qué digo esto?
Porque
considero que de no hacerlo, tal vez, podríamos perder ese tren y no viajar
hasta Él. Pero, de ser ciertas mis palabras, lo más lamentable sería que
cambiaríamos los pocos años que pasamos aquí cometiendo acciones malas, fruto
del rencor, por un montón de felicidad en el Reino durante el resto del tiempo.
¿Merece la pena plantearnos qué debemos
hacer?
Sabemos
que Dios perdona al ofensor, nos lo enseñó Jesús con la “parábola del
hijo pródigo” pero en el A.T. también quedó esclarecido el tema del perdón en ECLESIÁSTICO 27,33-28, 9:
[Furor y cólera son odiosos; el pecador los posee.
Del vengativo se vengará el Señor y llevará estrecha
cuenta de sus culpas.
Perdona la ofensa a tu prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo
pidas.
¿Cómo puede un hombre guardar rencor a
otro y pedir la salud al Señor?
No tiene compasión de su semejante, ¿y pide perdón de sus pecados? Si él, que
es carne, conserva la ira, ¿quién expiará por sus pecados?
Piensa en tu fin, y cesa en tu
enojo; en la muerte y corrupción, y guarda los mandamientos.
Recuerda los mandamientos, y no te
enojes con tu prójimo; la alianza del Señor, y perdona el error.].
En
las relaciones humanas siempre estuvo presente el perdón pero Dios nos lo fue
presentando de manera diferente, adaptando el mensaje a los tiempos.
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