Colaboración de Paco Pérez
Capítulo VI
MARÍA FUE DE VELATORIO
Hubo
un muerto en el pueblo y ese hecho luctuoso hizo que la tertulia de aquella
noche les llevara a comentar el buen comportamiento que siempre había tenido el
difunto en sus relaciones con los vecinos y con todas las personas del pueblo.
Cuando
el análisis del desaparecido se agotó María
viajó al pasado y les recordó las exageraciones de antes, para hacerlo les
dijo:
-
Hay que ver, cómo ha cambiado con el tiempo esto de los muertos.
–
Bastante, aquello de entonces era demasiado pesado –le contestó otra vecina.
–
En Barcelona sí se hacen bien estas
cosas porque allí los llevan a un lugar que se llama “Tanatorio”, en él hay de todo y la gente va y viene cuando más le
conviene.
Alguien
recordó entonces la que se metía antes en las casas por no tener en ellas las
condiciones adecuadas para tanta gente, había que acarrear sillas de los
vecinos. Después de enterrar al difunto había que fumarse de nuevo, también en las
casas, los nueve rosarios que se rezaban a continuación, uno tras otro y todas
las noches, con la ayuda de la “rezaora”…
¡¡¡El cachondeo que se metía antes y después del rezo era muy grande y por eso tardaban
los asistentes mucho en irse!!!
-
¿Cómo se llamaba aquella vieja que siempre rezaba y tenía un montón de
aleluyas? –preguntó otra vecina.
–
María Dolores “La Hortelana”, vivía en la calle La Luna y era la abuela de “Las
Palomas”.
-
Era una mujer muy religiosa – aclaró otra.
Entonces
intervino María para contarles lo
que le ocurrió a ella en el muerto de Cristinilla
“La Tolovea”.
Era
invierno y después de cenar acudió con su marido al velatorio y recordó que por
otra costumbre de entonces los hombres estaban juntos, esa noche lo hicieron alrededor
de la lumbre que había en la cocina de la casa, y las mujeres estuvieron reunidas
por otro lado arrimadas al brasero con picón y ascuas que había en la mesa
camilla porque hacía mucho frío.
Aquella
noche también estaba allí Josefa “La de Villa Conchita”, ésta no se
acercó a la mesa camilla y por eso estaba algo retirada de las reunidas. El
ambiente estaba tranquilo, nadie hablaba y María
decidió romper aquel silencio diciéndole a Josefa:
-
¡¡¡Acérquese usted, que hace frío!!!
–
No puedo con los braseros, me dan mucho calor –le contestó Josefa.
–
Josefa, yo creo que lo que a usted
le pasa es que no se quiere acercar porque no quiere oler el pestazo a c _ _ _ _ _ que sale del brasero
–afirmó María.
Josefa, no pudiendo
aguantarse la risa que le ocasionó lo que le soltó María, se levantó y les dijo:
-
Ahora vuelvo, se me ha olvidado tomarme la pastilla.
Se
levantó y salió de donde estaban y regresó cuando ya se calmó el ambiente de
cachondeo que se metió con la ocurrencia de María.
Estas
cosas, y muchas más, ocurrían con frecuencia en los velatorios de aquellos
tiempos.
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