Colaboración de Paco Pérez
Capítulo II
JUANILLO “EL REINO”EN LA VENDIMIA
Juan viajó varias veces a Francia para trabajar en la vendimia y,
cuando iba, lo hacía en expediciones que una persona del pueblo se encargaba de
organizar. Cada grupo de vendimiadores, todos los años, estaba integrado por casi
los mismos e iban a la misma finca. Según me contó Perico “Cabulleras” ambos
acudían al país vecino en la misma expedición y lo hacían acompañados de sus
hijas. De la convivencia que tuvieron durante estos viajes ambas familias entablaron
una buena amistad.
En Francia,
para facilitar el trabajo de la recogida de las uvas, los sarmientos de las
parras estaban enredados en alambres y los racimos así quedaban colgados y a
una altura muy manejable.
Por la buena relación que tenían, Juanillo y Perico formaron equipo y las hijas también.
Me contó Perico
que cada pareja tomaba una fila de parras y que cada miembro de ella iba por un
lado de ella cortando los racimos con unas robustas tijeras. Parece ser que Juanillo se descuidaba con suma
facilidad y apoyaba, sin que el compañero
lo esperara, las manos en los alambres y así ponía en peligro la integridad
física de sus dedos. Él le recriminaba lo que hacía, le advertía de que en un
descuido podía cortarle un dedo, Juan
le prometía no repetirlo más pero al rato se le olvidaba la advertencia y volvía
de nuevo con los dedos al alambre.
Perico, cansado de
advertirlo y de no conseguir nada, decidió un día darle un escarmiento y,
madurada la idea, la puso en práctica.
Estaban atareados con la recogida, esperó que Juanillo apoyara los dedos en el alambre
y, con las tijeras al revés, se los pilló con los ojos de éstas. Cuando Juanillo sintió la presión ejercida por
la tijera de Perico sobre los dedos gritó:
- ¡¡¡Ay, ay, ay!!! ¡¡¡Me has cortado los dedos!!!
Perico sabía muy
bien que no le había hecho nada pero le siguió el juego, acudió en su ayuda, se
lo encontró con la mano accidentada metida debajo de un sobaco y dando lamentos
de dolor.
Entonces llamó al encargado y le dijo, por señas y
chapurreando algo el francés, lo ocurrido. El señor se marchó, regresó con el
botiquín para curarlo y le pidió a Juanillo
que le mostrara la mano herida.
Cuando éste la sacó del sobaco se la enseñó pero
entonces, al ver que no tenía sangre, se percató de que no estaban cortados su dedos
y exclamó:
- ¡¡¡Andááá, si
no tienen nada estos dedos… Pues serán los otros!!!
Cuando se la mostró vio que tampoco habían sufrido
daño alguno, su sorpresa aumentó y Perico,
meándose de risa, le aclaró la broma diciéndole
él porqué se la había dado:
- Tienes que comprender que no debes poner la mano en
los alambres.
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