Colaboración de Paco Pérez
Capítulo VII
LA RECETA DE COCINA
Todos
sabemos que cuando se juntan varias personas de la misma profesión, hombres o
mujeres, lo normal es que terminen hablando de las cosas que les ocurren en el
desempeño de su trabajo y como en este caso eran amas de casa pues hubo alguna
que manifestó lo cansada que se encontraba de ella después de tantos años de darle
a la paleta y a la escoba; otra por tener que hacer todos los días las mismas cosas;
también hubo alguna que manifestó lo pesado que le resultaba tener que fregar
los platos… En fin, que como ninguna estaba contenta con su trabajo pues la
conversación terminó por los “Cerros de
Úbeda”, como suelen concluir las reuniones en las que todas las personas
están descontentas y, en este caso, terminaron renegando de tener que seguir en
ella al pie del cañón todos los días por obligación.
A
pesar de lo dicho, cuando los profesionales se juntan para tomar un café o por cualquier otra cosas lo normal es que comiencen hablando de fútbol o del
espacio pero acaban enzarzados con su trabajo, es
inevitable por mucho que renieguen de él pues hay una fuerza que los empuja a
terminar así… ¡¡¡Cuando hablan de él disfrutan
muchísimo!!!
Pues
eso mismo les ocurre también a las mujeres cuando se reúnen en la cafetería a
desayunar o, como en este caso, cuando se juntaban en las puertas de las casas
para tomar el fresco en las noches de verano, sentadas en una silla o en la grailla.
Hubo
un tiempo en el que estas reuniones estaban muy popularizadas y, como es
lógico, en la calle La Libertad también.
Una noche, la tertulia, encauzó la conversación por ese camino y todas hablaron
de los buenos manjares que sabían cocinar cuando la ocasión lo requería.
En
un momento de la conversación, ya estaba el tema casi agotado, María decidió entrar en escena porque
había estado en silencio y escuchando a las demás. Cuando tomó el relevo comenzó
hablando con fuerza pues empezó exclamando y, además, con un buen chorro de
voz:
-
¡¡¡Qué bien he cenado esta noche!!!
Otra
señora no la dejó continuar pues se debió de sentir muy intrigada y le preguntó:
-
María, te noto muy satisfecha con lo
que has comido… ¿Qué cena tan rica es
esa?
-
Es una cena muy ligera y espero dormir esta noche muy bien.
-
¿Cómo se llama? –insistió la vecina.
María no tuvo en
cuenta su pregunta y le respondió con lo que le había echado.
–
Es una ensalada que lleva berenjenas asadas, tomate, cebolla y pimientos rojos
y verdes –le respondió relatándole los ingredientes usados.
La
vecina quedó muy sorprendida porque no debía de conocerla y por eso le preguntó
por el nombre de nuevo.
–
Pero María… ¿Me quieres decir ya cómo
se llama?
–
A esta comida, en Barcelona, le
llaman “Ensalada gili - - - - - -”.
Esta fue la respuesta que le dio y se quedó muy tranquila.
-
¡¡¡Cállate y no digas eso, tiene que tener otro nombre!!!
Así
le respondió la vecina, mostrándose muy incrédula.
María no se alteró
y, aunque la vecina le dio aquella respuesta, ella insistió:
-
¡¡¡Que sí mujer, ese es su nombre aunque
no te lo creas, que lo sé yo muy bien!!!
Continuaron
durante un rato manteniendo ambas sus posicionamientos. Finalmente, María decidió acabar con el asunto y
para ello le dijo a su sobrina:
-
Niña llama a Barcelona, a la casa de
mi hijo y le dices que se ponga mi nuera, le preguntas por el nombre de esa comida.
Hazme ese favor.
La
sobrina, se marchó, llamó y unos minutos después regresó con la información:
-
¿Qué te ha dicho?
-
Tía, me ha dicho que allí le llaman “Escalibada”.
María remató la
faena diciéndoles:
–
Bueno, lo mismo da un nombre que otro. Lo importante es que estaba muy buena y
eso es lo que yo quería decir… ¿O no es verdad?
-
¡¡¡Totalmente verdad!!! -le respondieron a la vez las vecinas que le
acompañaban.
Tomó
de nuevo la palabra exclamando:
-
¡¡¡A otra cosa mariposa!!!
Durante
unos minutos nadie abrió el pico, esperaban que retomara el protagonismo y que
de nuevo saliera con otra ocurrencia pero, como era tan original, esta vez las
volvió a sorprender y les salió por donde no la esperaban y, en vez de
contarles otra ocurrencia, les preguntó:
-
Bueno, como he cenado muy bien, pues estoy dispuesta a estar aquí hasta bien
tarde… ¿Con quién la vamos a tomar ahora?
Su
ocurrencia puso en marcha de nuevo el buen ambiente, las carcajadas aparecieron
y las sastras comenzaron a cortar trajes a todos los mosquitos que se movían,
lo que ella quería.
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