Colaboración de Paco Pérez
Capítulo I
JUANILLO “EL REINO”
Juan Moral Romero, conocido
popularmente como Juanillo “El Reino,
murió recientemente en nuestro pueblo, fue una de las personas más buenas que
he conocido y creo que no he exagerado al ponerle ahí su nivel de bondad porque
también opinan así de él todos las personas que lo conocieron y trataron.
Su forma de ser le hacía ser confiado con todo el mundo e inocente
a la hora de actuar, por estas cualidades procedía de manera muy particular
cada vez que debía tomar una decisión en cualquier faceta de su vida, de ahí
que sus respuestas fueran tan originales, hasta el punto de que han quedado
como cuadros graciosos y únicos para la posteridad en la historia de Villargordo.
En el mundo del trabajo era un profesional
responsable que, al ser poco hablador y estar dotado de una fortaleza física
envidiable, se mostraba incansable en el desarrollo de su trabajo y eso le
hacía ser querido y admirado. Tuve conocimiento de esta faceta de Juan en una conversación que una cierta
vez mantuve con Adriano Jiménez Mendoza
“El Chápiro” durante la “liguera”, en ella me habló sobre él.
Parece ser que cuando Adriano tenía
que cavar las olivas o los árboles frutales que tenía en el huerto de su casa
siempre lo llamaba… ¿Por qué?
Porque, según él, nadie era como Juan. Cuando hablaba de él lo hacía por
saber bien cómo trabajaba y lo elevaba a las alturas por la admiración que le
tenía. Para que sus palabras fueran más creíbles le llamaba:
- La excavadora humana.
Estuve viviendo unos años en Jaén y cada mañana
viajaba a Villargordo para acudir a mi trabajo, desde entonces nunca he
olvidado la estampa que me regalaba Juan
cuando lo veía venir y, desde lo lejos, lo reconocía porque le hacía
inconfundible. Nos cruzábamos en el kilómetro 2, él caminaba hacía Las Infantas
y yo viajaba para el pueblo. Jamás lo vi subido en un vehículo pues siempre iba
a pie por el arcén, la azada colgada al hombro por la pala y sujetando con una
de sus manos el mango, la talega con los alimentos colgada en el otro hombro y el
típico caminar ágil y vivo que siempre llevaba mientras se contoneaba levemente
de un lado a otro.
Por razones laborales él se mezclaba con otros
villargordeños, tanto en los tajos laborales de las fincas circundantes del
pueblo como cuando viajó varias veces a Francia para la vendimia. En el
desempeña de su trabajo, como obrero
agrícola o peón de albañil, le
ocurrieron anécdotas que han sido contadas por los compañeros de trabajo en
repetidas ocasiones, nadie las mostró para reírse de él sino como muestra de
que atesoraba una genialidad inigualable para crear, sin proponérselo, estampas
jocosas únicas e irrepetibles.
El día que murió, en el “Tanatorio”, hablé con su hijo Miguel
de él con total normalidad, hasta el punto de que acordamos acompañar la
publicación de estas historias con algunas de las fotografías que él conservaba
de su padre.
Había transcurrido bastante tiempo desde aquella
conversación y un día decidí acercarme hasta su domicilio para recoger las
fotos prometidas porque ya tenía las historias redactadas. Miguel me abrió la
puerta y me invitó con su amabilidad de siempre a pasar. Una vez dentro le
mostré el motivo de mi presencia, recordándole lo hablado antes y el acuerdo
que teníamos, pero me llevé una sorpresa mayúscula cuando tomó la palabra y me
dijo:
- Lo siento mucho Paco, no te voy a dar las fotos.
- ¿Ha ocurrido algo desde aquel día? – le pregunté.
– Un día, estaba sentado con mi padre en la mesa
camilla y me dijo que todas esas historias que la gente contaba de él eran
mentira – me contestó.
Ante su respuesta no me quedó otra solución que
aceptar su decisión y me marché.
Un tiempo después, las circunstancias hicieron que
la verdad resplandezca siempre y eso fue lo que ocurrió con las historias de Juan cuando, hablando un día con Bartolomé Alcalde Uceda “Zapatero” y otro con Juan José Castillo Mata “El Espartero”, contaron las que ellos
conocían… ¡¡¡Estaban presentes cuando
ocurrieron!!!
Cuando les conté lo que me sucedió con su hijo ellos
dijeron que no tenían inconveniente en atestiguar los hechos, además, fueron
presenciados por más personas.
Otra historia muy curiosa me la contó Perico “Cabulleras” pero también está ya fallecido para que pudiera
reafirmarse en lo que me contó. Ante esa circunstancia pregunté a una de sus
hijas, dijo no recordar nada de esa historia, me remitió a una hermana y ésta
me dijo lo mismo. Un tiempo después me encontré con ellas por la calle, de
manera separada, y, sin que yo les dijera nada, me hablaron del tema aceptando
que sí habían viajado a Francia con
él pero sospecho que prefirieron guardar silencio. Cuando nos separamos saqué
la conclusión de que no estaban satisfechas con lo que me contestaron. Ya no hemos
hablado más del tema.
Un día medité el asunto y decidí que sí lo
publicaría porque si mi entrevista con Miguel
supuso para mí un frenazo a la publicación, por respeto hacía el recuerdo de su
padre lo hago casi dos años después, yo no podía dejar de hacerlo porque sería desmerecer el recuerdo de Perico, si no la publicaba, pues sería
una forma indirecta de darle la razón a Miguel;
entonces esas historias quedarían olvidadas y Pedro, al estar también fallecido, no podría defender lo que me
contó hace muchos años.
Lo siento amigo Miguel,
mi abuelo y mi padre también están fallecidos y sus historietas son las
primeras que se publicaron, y seguirán publicándose. El mismo respeto que me
merecieron ellos al exponerlas en esta ventana es el que hoy le doy a tu padre
y publicar sus historias será para enriquecer la cultura popular de Villargordo, así será recordado y no
pasará al olvido cuando desaparezcamos los que todavía conocemos algo de
nuestros antepasados.
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